¿Quien teme a Gerry Adams?

El miércoles de la semana pasada arrestaron a Gerry Adams, el líder del Sinn Fein, en el condado de Antrim, uno de los seis condados que forman Irlanda del Norte. Aunque Adams viva en este condado norirlandés, desde 1983 es ‘Caomhín’ O ‘Caolain’, presidente, del Sinn Fein en toda la isla y desde 2011 es, además, el líder del partido en el Dáil (Parlamento) de la República de Irlanda y diputado por la circunscripción de Louth y East Meath. Martin McGuinness, que también vive en el norte, es, en cambio, el viceprimer ministro del gobierno autónomo.

 

Que Gerry Adams viva al norte pero sea parlamentario del sur es, por supuesto, una opción estratégica. Es como si un parlamentario catalán viviera en Catarroja y fuera de arriba abajo como lo hacen los parlamentarios de Aran, pongamos por caso. Después de todo, Catarroja no está mucho más lejos de Barcelona que Viella (y en tiempo aún menos), aunque, probablemente, en la cabeza de los meridionales ambas ciudades estén situadas bastante lejos. Por mucho que se excite Raimon y que ERC y la CUP quieran hacer reserva de no se sabe qué en una futura Constitución catalana, la territorialidad de la catalanidad, a diferencia de los norirlandeses y los vascos, no forma parte de la reivindicación de la gran mayoría de catalanes que hoy reclaman un Estado propio. Pero volvamos a Gerry Adams y su arresto.

 

Hay una razón formal para explicar este extraño arresto. Hace años que se puso en marcha un proyecto de investigación en historia oral de una universidad estadounidense llamado ‘The Belfast Project and the Boston College subpoena Case’ (http://bostoncollegesubpoena.wordpress.com/). El propósito de los investigadores era indagar sobre el conflicto norirlandés, concretamente el periodo conocido como ‘The Troubles’, mediante entrevistas a antiguos miembros del IRA y de otros grupos paramilitares, sus contenidos no se podían hacer públicos hasta después de la muerte de los protagonistas. La idea la propuso el año 2000 el profesor Paul Bew, ahora Lord Bew, de la Universidad de Queen, que entonces era profesor visitante en la Universidad de Boston. Aquel era un proyecto historiográfico de altos vuelos que debía permitir recoger un montón de información que de otro modo se habría perdido. ¡Ojalá aquí pudiéramos hacer algo parecido!

 

Pero todo el proyecto se fue al traste (aquí no habría ni arrancado) cuando en 2011 el Departamento de Justicia de EEUU obligó a la Universidad a entregar las grabaciones de dos excomandantes del IRA ya fallecidos, Brendan Hughes y Dolours Price. Ambos fueron contrarios al cambio del Sinn Fein y los acuerdos del 1998. En las entrevistas explicaban una de las acciones del IRA, el secuestro y posterior asesinato, en diciembre de 1972, de Jean McConville, una mujer protestante de 37 años, convertida al catolicismo porque se casó con un soldado católico, a quien los republicanos acusaron de delatora. La secuestraron ante algunos de sus diez hijos que dicen que saben quién lo hizo pero que han tenido que callar hasta ahora.

 

La cuestión es que la policía norirlandesa (PSNI) obtuvo información sobre aquellos hechos mediante los disquetes de las entrevistas. El resultado fue la detención, primero, de Ivor Bell, un antiguo comandante del IRA hoy de 77 años, y, posteriormente, el arresto de Gerry Adams, que se presentó voluntariamente en la comisaría de Antrim para ser interrogado. Mientras escribo el artículo me entero de que Gerry Adams es liberado sin cargos, aunque la policía de Irlanda del Norte (PSNI) remitirá un informe sobre los hechos a la fiscalía. Hasta aquí, pues, el relato formal de la detención de este hombre, ciertamente antaño vinculado con la violencia política, pero que fue capital para que fructificaran los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998. El Premio Nobel de la Paz de ese año fue otorgado a David Trimble y John Hume, líderes de los partidos mayoritarios en aquel tiempo, el UUP y el SDLP, respectivamente, pero la paz no habría sido nunca posible sin Adams y el Sinn Fein.

 

El giro que Gerry Adams dio a la causa republicana, acompañado siempre en un segundo plano por Martin McGuinness (un personaje mucho más importante de lo que él mismo quiere hacer ver), fue espectacular. Fue tan espectacular, que en el norte se tragó al SDLP, el partido moderado católico que liderada John Hume, un hombre sabio, pragmático y pacifista, que hoy es un simple ciudadano que preside el equipo de fútbol de su ciudad, el Derry FC. Al sur de la isla, el peso del Sinn Fein no ha hecho más que subir, sobre todo a raíz de la profunda crisis económica que llevó al país a la quiebra. La consolidación de la paz también juega a favor de un partido que es más socialdemócrata que revolucionario y que ha adquirido unas formas institucionales impecables.

 

El Sinn Féin es el partido de izquierdas que se opone tanto al liberal Fianna Fáil, el partido de Eamonn de Valera (1926-1959), como al democristiano Fine Gael, actualmente en el poder, ya que en las elecciones de 2011 desbancó del histórico partido nacionalista. El primer ministro (‘taoiseach’) está negociando una coalición con el Partido Laborista, hoy segunda fuerza en el Dáil. Los 14 diputados del Sinn Fein (de 166 que tiene la cámara baja) cada día son más valorados y hay quien pronostica que a la larga Gerry Adams lograría llegar a ser primer ministro si la proporción fuera subiendo y el pasado violento se alejara de la atmósfera política irlandesa. Hoy el Sinn Fein es el único partido con representación en toda la isla: además de los 14 diputados al sur, también cuenta con 3 senadores, 29 miembros de la Asamblea norirlandesa, además del 107 miembros de los 26 consejos locales y 5 diputados en Westminster y 4 eurodiputados. Mucha tela, pues.

 

Gerry Adams se ha convertido en un inconveniente para la política irlandesa, ya sea del norte como del sur. Al norte, la excepcionalidad del gobierno compartido acabará tarde o temprano, porque es imposible mantener esta situación veinte años más. En el sur, la crisis gubernamental, que se acompaña con la propuesta de reforma de la ley electoral y la eliminación del Senado, puede dar cuerda a un Gerry Adams completamente reciclado, que se parece bastante a Nelson Mandela. No exagero. Él, como Mandela, no renuncia a su pasado violento (lo ha vuelto ha decir en el comunicado que emitió antes de entregarse a la policía), pero ha hecho del futuro su programa político. Quiso ofrecer que el futuro es mejor que estar rascando siempre las heridas del pasado. La izquierda abertzale y Arnaldo Otegi han copiado tanto como han podido este comportamiento y también les ha funcionado, al menos en parte. Por ello Otegi todavía está en la cárcel.

 

Las declaraciones tanto del primer ministro irlandés como del británico de estos días deben hacer sospechar que tras el lío de las entrevistas y de las detenciones hay algo más que una «necesaria» investigación judicial para averiguar unos hechos que, por dolorosos que sean aún, pasaron hace más de cuatro décadas. Hay un trasfondo político que la gente del Sinn Fein no deja de denunciar públicamente, como hizo hace unos días Martin McGuinness. «Who fears Gerry Adams?» (http://www.theguardian.com/politics/2014/may/01/gerry-adams-arrest-martin-mcguinness-elections-northern-ireland), podríamos preguntarnos. Ciertamente, la progresión de los republicanos preocupa tanto al establishment irlandés como Arnaldo Otegi preocupa al lehendakari Urkullu. El pánico a las nuevas mayorías logradas por antiguos partidarios de la violencia -que en Navarra, por ejemplo, es bastante real- asusta a todos, incluyendo a los demócratas de toda la vida.