¿Era racista Sabino Arana?

“Si pretendéis que el  pueblo vasco, perdida ya su personalidad política, pierda también su personalidad étnica, fundiéndose con el pueblo de allende el Ebro para engendrar un nuevo pueblo, ¿por qué no discurrís lo mismo respecto de España, y no preconizáis sea invadida y avasallada por el anglo-sajón, por ejemplo?” Revista Euzkadi nº3, año 1901, Sabino Arana y Goiri.

Sabino Policarpo Arana nació el 26 de enero de 1865 en el municipio de Abando (hoy un barrio de Bilbao), era el 8º hijo de un acérrimo carlista, burgués medio que poseía su pequeño astillero en declive, alcalde del municipio de Abando al igual que su hermano. En 1892, ya de vuelta de la Ciudad Condal donde cursó estudios de abogacía, Sabino Arana publicó su primera obra y la primera obra nacionalista: «Bizkaia por su independencia», tenía 27 años.

El 3 de junio de 1893 fue invitado por el partido euskalerriano de Ramón De la Sota en el caserío Larrazabal de Begoña, cerca del Batzoki actual, para hablar sobre el libro mencionado y sus ideas políticas. Ramón de la Sota era un naviero bizkaíno de la oligarquía, hijo de jauntxos (señores) rurales, era el único oligarca abiertamente vasquista.

En ese discurso de Larrazabal Arana aseguraba que Bizkaia estaba anémica por el contagio del virus españolista y debía de redimirse para convertirse en nación bizkaína, decía que la culpa era en parte por la falta de conciencia de muchos de sus naturales y la división política. Proponía el lema «Jaungoikoa eta Lege Zaharrak» (Dios y las Leyes Viejas), JEL, de clara entonación carlista, por la que sus seguidores son conocidos como Jelkides (miembros de JEL).

El discurso aranista se vio marcado por los profundos sentimientos forales de un pueblo derrotado en sucesivas Guerra Carlistas, mezclado con sentimientos religiosos, y que se negaba a aceptar un Estado uninacional de base castellana (Estado nacional totalitario) frente a la unión de diferentes Estados y naciones en la corona española anterior, modelo similar al federal, aunque no democrático, al haber un imperialismo manifiesto como en la conquista de Nabarra.

Para crear esa unidad nacional española, poderosos monopolios económicos, se apoyaron en una campaña de desnacionalización vasca llevada a cabo por sucesivos gobiernos españoles que habían eliminado las Juntas o gobiernos autónomos de los territorios de la Nabarra Occidental tras varias Guerras conocidas popularmente como “carlistadas”, que además arrinconaron al pequeño y mediano burgués como Arana que no aceptaban estos propósitos.

Algunos creen ver en el nacionalismo vasco un simple elemento de búsqueda de poder de la burguesía vasca, sirva para ellos la siguiente frase de Arana: «Si no puede ser otra cosa mientras tengan los montes de Bizkaia hierro en su seno, plegue Dios se hundan en el abismo y desaparezcan sin dejar huella todas sus minas, fuese pobre  Bizkaia y no hubiera más que campos y ganados y seríamos entonces libres y felices».

Como señala Ortega y Gasset (Madrid 1883-1955) en su libro la “España invertebrada”: “Para la mayor parte de la gente, el “nacionalismo” catalán y vasco es un movimiento artificioso que, extraído de la nada, sin causas ni motivos profundos, empieza de pronto unos cuantos años hace. Según esta manera de pensar, Cataluña y Vasconia no eran antes de ese movimiento unidades sociales distintas de Castilla o Andalucía”. (…): “Lleva esta errónea idea a presumir, por ejemplo, que cuando Castilla reduce a unidad española Aragón, Cataluña y Vasconia (Navarra), pierden estos pueblos su carácter de pueblos distintos entre sí y del todo que forman. Nada de esto: sometimiento, unificación, incorporación, no significan muerte de los grupos; la fuerza de independencia que hay en ellos perdura, bien que sometida (…)”.

Añade Ortega y Gasset: “A fuerza de pensar abstractamente en la nación, se creyó que ésta era un Madrid centrifugado, enorme que llegaba hasta mares y se apoyaba en el Pirineo. La política nacional que había en las cabezas era una política madrileña. La idea nacional quedaba, por prestidigitación inconsciente, suplantada por una idea particularista. Era madrilenismo”. “Mundo y Expansión Colec., Grandes pensadores”.

La inmigración masiva

España usó a los territorios de la Nabarra marítima y Catalunya para librarse de una masa de gente que “sobraban” a los grandes latifundistas y desastrosas desamortizaciones, que no repartieron la propiedad de la tierra sino que la cambiaron de manos; así mataban dos pájaros de un tiro: al inmigrar la gente sin trabajo del campo español a las nuevas industrias de las provincias declaradas “traidoras”, traía a éstas gente “no carlista” y de sentimiento español, y conseguían de paso alimentar a toda la población sin provocar revueltas contra los terratenientes manteniendo éstos sus propiedades.

De los 13.000 mineros que había en Bizkaia en 1910 sólo 3.000 eran vascos. La inmigración masiva fue aún mayor a principios de siglo. Entre 1877 a 1887 en Bizkaia la población creció un 24% y en Gipuzkoa un 10%. El dictador español Francisco Franco hará después lo mismo copiando a su contemporáneo Stalin que llevó rusos a Crimea, Ucrania (de modo similar y con el mismo fin), así en los últimos años del franquismo, el porcentaje de habitantes de Bizkaia que no habían nacido en el territorio, se elevó al 54%, siendo las dos “provincias traidoras” en las últimas tres guerras internas, las más ricas de España y, en el caso de Bizkaia, la más densamente poblada de toda Europa.

Arana acusaba de todos los males a los capitalistas bizkaínos por haber corrompido el País al haber introducido en él mano de obra foránea, la impiedad del socialismo y el anarquismo español, y pedía al obrero vasco que se separa del español y que creara sus propias agrupaciones, sus propios sindicatos.  El socialismo español le parecía a Arana una doctrina foránea y corrosiva, pero aún era muy incipiente, por lo que apenas escribió sobre ello, sin embargo, no era contrario a un socialismo vasco.

Sabino tampoco era un capitalista furibundo, hoy encajaría perfectamente en la democracia cristiana, donde lo social tiene mucho peso. Para Sabino había que cuidar a los inmigrantes y eliminar sus problemas de explotación patronal por solidaridad cristiana.

En el mencionado discurso Sabino Arana en Larrazabal de 1893, no está recogido éste punto, pues aún no se visualizaba las consecuencias que iba a tener esta inmigración, por tanto, no se encuentra en el nacimiento del nacionalismo vasco.

“Es notoria ridiculez imputar a un gobierno o a un partido determinado lo que es obra de toda una nación. España es la que, después de sujetar a los pueblos euskerianos, los ha ido arrebatando cuanto por derecho originario poseían. No uno, sino muchos, han sido los gobiernos españoles que han tomado parte en la inicua usurpación; muchos más los que lo han sancionado y confirmado; y todos los partidos españoles, unos abiertamente, otros aparentando fuerismo, pero españolizando políticamente a nuestra Patria, todos sin excepción, han contribuido a su desgracia y están trabajando su completa ruina”. Reglamento redactado por Sabino Arana Goiri para «Euskeldun-Batzokija» art. 123

Los maketos

Sabino Arana utilizaba en sus escritos la palabra “maketo”, entonces de uso habitual en la zona minera de Bizkaia donde los trabajadores vascos llamaban “makutuak” a los españoles venidos a las minas en el sentido que venían “con la casa a cuestas”, es decir con todo lo que tenían en un macuto, palabra que se usaba ya antes de la Segunda Guerra Carlista. En realidad es una palabra de origen “montañés”, es como llamaban cántabros y enkartados a los castellanos de forma despectiva (como llaman los españoles gabachos a los franceses o moros a los musulmanes).

Diccionario 3000 Hiztegia: «maqueto/ta, término de origen oscuro usado también por tierras de Santander para designar a sus vecinos castellanos (insulto)». La palabra «maco» se usa en Cantabria con la acepción primaria de «hato de ropa» y secundaria de «baúl basto y pequeño o arqueta». (…) El término es utilizado popularmente en Cantabria y Asturias en el habla popular: «ser más tuntu que maqueto» (ser tonto de capirote) o «ser más zorro que maqueto» (ser astuto en sumo grado). Algunos autores como Mitxelena (Los vascos y su nombre, p. 543, antología «Sobre la historia de la lengua vasca») señalan que el término es oscuro y por ello se considera que fue un préstamo lingüístico tomado de estas comunidades limítrofes que empezarían a utilizar inicialmente los vizcaínos no vascos (no euskaldunes), pues su uso en la época era mayoritario en zonas de habla no vasca tales como Balmaseda y fue posteriormente adoptado por los nacionalistas vascos.”

Sabino Arana mantenía que la etnia vasca es original y sin mezclas, que para que “Euzkadi” se mantenga católica debía de separarse de la irreligiosa España, a la que llama Maketania y a sus habitantes maketos.

Pero, tras esta fase foribunda contra la brutal inmigración y sus artículos hispanófobos o antiespañoles, en noviembre de 1897, con 32 años, Arana explica la razón de su anterior radicalismo, expresado en los artículos de “Bizkaitarra” y mucho más levemente en el posterior “Baserritarra”, donde reconoce que su estilo buscaba notoriedad y despertar  a  la decaída y derrotada sociedad bizkaina, no siendo necesario ya utilizar ese estilo duro de su primera época (wikipedia):

“Hoy, y sobre todo en Bizcaya, ya no haría falta hablar contra España. (1897)”, Sabino Arana.

Sobre el “racismo” en tiempos de Sabino Arana

En la época en la que escribe Arana el racismo era una teoría de supuesta base “científica” que nació en el siglo XVI y que estaba en boga. Los países, todos en esta época, basaban su razón de ser en “la raza” lo cual hoy denominaríamos en realidad “etnia”, al aplicarse el término raza hoy para diferenciar a blancos, negros y asiáticos.

Los suecos como Andres Retzius hacia 1850 clasificaba a los hombres en “cabezas largas y cortas”, los primeros eran los suecos y los de “cabezas cortas” los finlandeses, lapones y eslavos, según esta teoría eran menos inteligentes e inmorales. También estaba de moda la creencia de la decadencia de las razas latinas frente a la anglosajona, dominadora del mundo en esa  época.

Estas teorías estaban en boga en la época de Sabino Arana en Alemania, España o Francia por ejemplo, así, los contemporáneos de Arana hablan de la “raza” española, francesa o alemana. Para el varias veces presidente entre 1874-1897 del gobierno español Cánovas del Castillo, la nación española era “un conjunto de hombres reunidos por una comunidad de raza, o parentesco, y de lengua, que habita un territorio extenso, y que por tales o cuales circunstancias están sometidos a un régimen o gobierno”.

Desde 1850 los arqueólogos de toda Europa, franceses, ingleses, italianos, nórdicos etc. estudiaban el caso vasco, midiendo cerebros e incluso profanando cementerios como en Zarautz. Eran los investigadores Broca, Virchow, Prum-Bey etc., veían relación del vasco con fineses, lapones, bereberes, mongoles, fenicios, irlandeses y un largo etc.

El Gipuzkoano y primo de Unamuno, Telesforo de Aranzadi, publicó sus artículos considerados hoy como los más científicos de aquella época y aún no superados, donde se relaciona al vasco con el Cro-Magnon y se señalaba que el vasco no tenía ningún rasgo de «exotismo» que los diferencie de los demás pueblos de Europa, lo que no obstaba para que poseyeran su propio tipo; considera a los vascos como un reducto étnico de una población Europea mucho más extendida en la prehistoria a los que llamó «primo-hermanos de los vascos».

Sin embargo, Arana no tomó en consideración estos supuestos estudios arqueológicos, usaba la palabra raza, como sinónimo de “pueblo”, “etnia” o “nación”, tal y como se hacía en su época. Así lo explica el propio Sabino:

“Hablamos de raza en sentido de conjunto de familias que proceden directamente de un mismo origen más o menos remoto. En este sentido concreto, raza es lo mismo que nación, gente o pueblo; designa a una gran familia, y expresa un objeto natural, que existe independientemente de la voluntad de los hombres”. Reglamento redactado por Sabino Arana Goiri para «Euskeldun-Batzokija» art. 71

La limpieza de sangre y los apellidos

Wikipedia: “La doctrina de la limpieza de sangre, fue un sistema de discriminación fundamentado sobre argumentos tomados de la teología católica y el pensamiento de Aristóteles, que apareció en el siglo XIV en la España de la Edad moderna. El sistema estableció una diferenciación entre personas de sangre «pura» y personas que eran «castas» o «cruzas» (mestizos, mulatos, castizos, etc.), a los que se les atribuía tener la sangre «impura» o «manchada». Sobre esta base se creó una sociedad estratificada (…) En las colonias españolas en América, el mestizaje fue un proceso paradójico, prohibido y al mismo tiempo masivo (…) En la sociedad española había imperado durante siglos la ideología basada en la limpieza de sangre[] que servía para imponer su «raza» frente a moriscos, judíos o indígenas americanos y fue fundamento de la colonización y requisito indispensable tanto en la carrera militar como en el funcionariado público”.

La  condición de “cristiano viejo” en España, o “limpieza de sangre”, se implantó por la corona española en el siglo XIV, a través de la Inquisición, y duró hasta el siglo XX, como para todos los aspirantes a ocupar cargos administrativos y en el ejército. Por tanto, cuando nació Sabino Arana, el español aún se enorgullecía de ser “cristiano o castellano viejo”, es decir, sin sangre judía o musulmana, de sangre puramente goda en sus venas, cosa absurda e imposible, pues de 6 millones de habitantes que podría tener la península ibérica en el siglo V, sólo unos 100.000 eran godos, tribu invasora, aria y de origen germánico de Suecia. Este orgullo, o como dijo Carl Marx “vanidad infantil del carácter español”, se ha mantenido hasta nuestros días junto con el Imperio español y que a San Ignacio de Loyola le provocaban comentarios como el de “humor español” y “humor de la Corte y rey de España”.

Se miraba para esa “limpieza de sangre” los apellidos, que debían de ser oriundos de la provincia, de donde lo tomará luego Sabino Arana, pero basándose en los Fueros donde también aparecía esta cuestión. En el Fuero bizkaino, cada representante del municipio o valle era elegido según los Fueros por sufragio para acudir a las Juntas Generales, cada «fuego» (casa) un voto. Tenían derecho al mismo «los vecinos con nobleza y limpieza de sangre demostradas»,  “limpia de sangre y no de judíos, moros, ni de su linaje”.

El catolicismo y la moralidad para Sabino eran características genéticas de los vascos, “euskaldun fededun”, y se manifiestan en los apellidos, en los que se apoya para diferenciar a los naturales de los inmigrantes. En 1893 había en el censo de Bilbao más de 3.500 apellidos españoles por 1.724 vascos, luego era más simbólico que otra cosa (entre los primeros socios del Batzokiya hay muchos apellidos no vascos), y lo toma Arana del artículo sobre la limpieza de sangre de los Fueros de Bizkaia, pero como hemos visto, no era exclusivo de los Fueros vascos, pues estaba presente en profusión en las leyes españolas e impuesto desde los primeros tiempos de la Inquisición hasta el pleno siglo XX.

La hidalguía

Detrás de los apellidos y de la “limpieza de sangre” estaba el tema de la hidalguía. El rey de Nabarra fue otorgando títulos de nobleza a individuos concretos o lugares estratégicos poco a poco como los valles del Baztan (1440), Aezkoa, Ronkal y Salazar en el siglo XIV. Pero todos los navarros recibieron el privilegio de nobleza universal en los siglos XIV y XV, cuando sólo 12 familias eran así consideradas antes: el Sr. de Mauleón de Zuberoa, Sr. de Leet de Lapurdi, la casa de Baztan, Sr. de Lusa o Luxe (Baja Nabarra), Sr. de Agramonte (Baja Nabarra), Sr. Monte-Agudo, los Gebara (antiguos señores de Bizkaia, condes de Oñate o Alaba), Rada, Aibar, Gastón de Urroz, Sr. de Subiza y los Vidaurre (antiguos tenentes de San Sebastián-Donostia). Lo que hizo que desapareciera sobre el papel y delante de la ley, las diferencias entre los hidalgos y labradores.

Algo parecido ocurría en el resto de los territorios de la Nabarra Occidental invadida por Castilla-España a finales del siglo XII, donde la nobleza universal de los vascos se basaba en que los labradores eran libres o propietarios de la tierra y «no collazos», considerándoseles «infanzones», además la defensa del territorio corría a cargo de los naturales, éste también es un elemento importante para conseguir la nobleza universal. Así lo recoge por ejemplo la Ley XVI del Fuero General de Bizkaia del siglo XV en el título I: «todos los naturales de Vizcaya, Tierra Llana, villas, ciudades, Enkartaciones é Duranguesado eran notorios hidalgo é gozaban de todos los privilegios de homes hijosdalgo».

Ya en 1394 la «Hermandad de Bizkaia» declaraba a todos lo bizkaínos hijodalgos, buscaban la exención fiscal, lo mismo hizo Gipuzkoa tres años después, los reyes castellanos, enfrascados en guerras dinásticas y deseosos de obtener fidelidad, aceptaron.

Hidalgo o “hijosdalgo” significa “hijo de alguien ilustre” literalmente, era una condición honorífica y hereditaria ligada a una posición intermedia en la escala social, situada entre el pueblo llano y la aristocracia; también se los denomina “infanzones”. Así se daba la imagen curiosa de ver a reyes de Castilla y luego de España, jurar los Fueros antes estos “nobles” vascos, que eran pastores, carpinteros o ferrones. Hecho que ha marcado, sin duda, la forma de ser de los vascos.

Todo ello nos lleva a afirmar que todos los vascos eran nobles, a diferencia de otros sitios, pero eso no quita para que no hubiera diferencias sociales, ni mucho menos, ahí están las guerras de bandos, donde se observa que el control del territorio quedaba en manos de unos pocos «handikis» o familias influyentes (gamboinos-oñacinos, beaumounteses-agramonteses) que se alzaban “al apellido”, lo cual enlaza con la importancia que luego le da Sabino. Las relaciones agnaticias (parientes de un tronco común) eran relaciones o lazos de sangre o parentesco como poder vertebrador de la política vasca durante la Edad Media, junto a sistemas de dependencia de carácter señorial como la entrada en tregua (sometimiento a un linaje a cambio de protección) y la encomienda (relación de dependencia más servil), llamados mediante la “llamada al apellido”.

La nobleza universal del vasco era un concepto que se siguió manteniendo en documentos oficiales hasta el siglo XVIII y XIX: “Por ser importantes que los que han de elegir sepan las cualidades que ha de haber en los que han de ser Electos para gobernar República de tanto lustre, y Nobleza como esta Villa. Ordenaron, que tales tengan veinte y cinco años cumplidos, y mil ducados de hacienda, y de allí arriba; y que sean Hijos-Dalgo; limpios de toda mala raza, de Moros, Judíos nuevamente convertidos, y Penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición” (Ordenanzas de Bilbao de 1797, base del Código de Comercio español).

Por tanto, estos tres puntos forales (“limpieza de sangre”, hidalguía y el apellido), son los tomados de los Fueros por Sabino Arana para diferenciar al bizkaino del español y nada tienen que ver con conceptos modernos de racismo.

Racismo, Xenofobia o Etnicismo

Wikipedia: “El racismo suele estar estrechamente relacionado y suele ser confundido con la xenofobia, es decir el «odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros» (DRAE).[(DRA] Sin embargo existen algunas diferencias entre ambos conceptos, ya que el racismo es una ideología de superioridad, mientras que la xenofobia es un sentimiento de rechazo; por otra parte la xenofobia está dirigida sólo contra los extranjeros, a diferencia del racismo”.

Para Arana ser vasco venía de familia, era algo aprendido y mamado desde la cuna, era en la familia donde se adquiría la cultura y forma de ser vasca, de ahí la exigencia de la oriundez, por tanto, no cabría hablar de racismo sino, en todo caso, de xenofobia hacia lo que fuera oriundo de Bizkaia.

Pero esta xenofobia era sólo hacia lo español, Arana no habla contra ninguna otra nación (y menos razas), por tanto era sólo antiespañol o hispanófobo, y habría que clasificarlo de etnicista de la manera que aparece reflejado en los Fueros (Limpieza de sangre-hidalguía-apellidos) y en las leyes españolas, pero que también practicaban el resto de naciones europeas.

Frente al etnicismo, según Sabino, ofensivo y colonialista de algunas naciones europeas, él hablaba de un etnicismo defensivo (después se hablará de nacionalismo ofensivo y defensivo), que preservara la cultura vasca y al bizkaino de los otros habitantes de la península que estaban llegando en gran número a tierras vascas y que “los corrompían”, pues tenían otro idioma, otra cultura y no eran católicos como los vascos (sobre todo en el caso de los socialistas de la zona minera).

El “racismo” no se empezó a usar como un término para discriminaciones entre razas (blancos, negros y asiáticos-hindúes) hasta después de las dos Guerras Mundiales.

Arana era antiracista y anticolonialista

Son extensos los textos de Sabino Arana contra el racismo (blanco-negro), contra el colonialismo y sus conquistas cruentas (en especial de la española en Euskadi) o contra la explotación capitalista; en este último caso no como elemento de lucha de clases, sino de solidaridad cristiana con el más débil como hemos visto.

Por ejemplo esta frase antiracista: «Sabida es de sobra la inhumana crueldad con que los blancos han tratado siempre y dondequiera a las razas de color». (Pasatiempos mentales, 1898, Sabino Arana).

Sabino Arana no se oponía a la inmigración natural que ocurre en cualquier pueblo libre y económicamente próspero, sino al intento de limpieza étnica del gobierno español, así lo explica en “Baserritarra” número 10 de 1897: “La material inmigración del pueblo español en Euskeria ningún daño moral o muy poco considerable acarrearía, en efecto, si el español no fuera recibido acá como conciudadano y hermano sino como extranjero. Fuese independiente Euskeria, y, aparte de que el número de españoles que aquí inmigrase sería muy contado, los que vinieran vendrían como extranjero y, (…) entonces esa separación sería tan marcada como la que ordinariamente existe entre los naturales y ciudadanos de un país y los extranjeros, cuando ya independiente Euskeria, legislase en los primeros tiempos de su libertad.”

Es importante señalar que Sabino Arana no se negaba a que hubiera inmigrantes, “Euzkadi, euskaldunon aberria” sería «una nación independiente donde la presencia de españoles y otros extranjeros fuese la habitual en un país independiente».

El anticolonialismo era una doctrina con la que Arana fue consecuente y denunció frecuentemente, siendo por ello encarcelado. El año 1898 fue clave para España, pues perdió ante Estados Unidos en el Tratado de París sus últimas colonias: Filipinas, Puerto Rico, Guam y sobre todo Cuba, tras las derrotas navales en Santiago de Cuba y Cavite (Filipinas).

El presidente de gobierno, hoy ejemplo de liberal e ilustrado, referencia explícita del Partido Popular español, Cánovas del Castillo (murió un año antes de la pérdida de Cuba en Arrasate, Gipuzkoa), en este texto, recogido por Tuñón de Lara en su obra «La España del siglo XX», dijo: «Los negros en Cuba son libres, pueden tener compromisos, trabajar o no trabajar… y yo creo que la esclavitud era para ellos mucho más preferible a esta libertad (…). Esos salvajes no tienen otros dueños que sus instintos, sus apetitos primitivos». España tenía en esta época 300.000 esclavos en Cuba que tenía 1,5 millones de habitantes. Cánovas era defensor de la superioridad de unas razas sobre otras, político corrupto y golpista, partidario de la esclavitud, contrario a la democracia y al sufragio universal, aunque todo ello no parece obstáculo suficiente para que la historiografía española lo valore muy positivamente hoy en día, incluso lo considere uno de los «padres» de la patria y del Estado español.

Nació la generación literaria llamada de 98, con gente nacida en el País Vasco como el propio Miguel de Unamuno, el vitoriano fascista e imperialista español Ramiro de Maeztu o el gipuzkoano Pío Baroja y donde también estaban Ramón del Valle Inclán, Rubén Darío, Azorín, Antonio Machado, Jacinto Benavente etc. Proclamaban estos autores el sentimiento español alicaído como estaba y eran, en cierta forma, los que en realidad lo crean. Serían para España lo que Arana para el País Vasco. España nunca se ha recuperado anímicamente de la pérdida de la mayoría de sus colonias y la idiosincrasia del español no se entiende sin esta tara mental.

«Castilla, miserable, ayer dominadora, hundida en sus harapos, desprecia lo que ignora…» Antonio Machado.

Sabino fue encarcelado por segunda vez en 1902 por intentar felicitar, en un telegrama que será retenido en la oficina de telégrafos, al presidente de USA, por reconocer la independencia de Cuba, se le acusaba de “delito de rebelión”. Se había cambiado la legislación en 1898 para condenar a los cubanos que lucharan por su independencia, también se aplicó esa misma legislación al independentismo vasco.

“Roosevelt, Presidente Estados Unidos. Washington. Nombre Partido Nacionalista Vasco felicito por independencia Cuba Federación nobilísima que presidís, que supo liberarla esclavitud. Ejemplo magnanimidad y culto justicia y libertad dan vuestros poderosos estados e inimitable para potencias Europa, particularmente latinas. Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo, que más siglos gozó libertad rigiéndose Constitución que mereció elogios Estados Unidos, sería libre.-Arana y Goiri”.

La acusación contra el nacionalismo vasco era más bien política que penal, Arana se había convertido en un peligro para la unidad de la patria española; la casa de Sabino fue apedreada por nacionalistas españoles y años después de su muerte derruida como castigo por los franquistas. Este tipo de telegramas eran muy habituales en Sabino donde buscaba propaganda internacional y ayuda para lograr la independencia, con ello también obtuvo la adhesión de parte de la opinión pública.

Como escribió Ortega y Gasset en su “España invertebrada”: “El proceso de desintegración avanza en riguroso orden de la periferia al centro. Primero se desprenden los Países Bajos y el Milanesado; luego, Nápoles. A principios del siglo XIX se separan las grandes provincias ultramarinas, y a fines de él, las colonias menores de América y Extremo Oriente. En 1900, el cuerpo español ha vuelto a su nativa desnudez peninsular. ¿Termina con esto la desintegración? Será casualidad, pero el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal de la dispersión intrapeninsular”.

La respuesta de los españoles contemporáneos a Sabino Arana

Los apologistas españoles contemporáneos a Sabino, no criticaban el “etnicismo” de éste, pues era normal en aquella sociedad, al contrario, proclamaban la superioridad de la “raza” o etnia española frente al resto, en ese «resto» estaba el vasco, por supuesto, a la que consideraba primitivo y endogámico, con un idioma incapaz de adaptarse a los tiempos modernos, un idioma de «piedra» como diría después un seguidor de aquellos en el año 2001, pero el “racismo o xenofobia” contra los vascos (o sobre su cultura e idioma) es algo tan habitual y aceptado por la sociedad española que la deja indiferente incluso en el siglo XXI.

La burla o el odio a lo vasco no es algo nuevo, “Perucho”, por ejemplo, era un personaje usado en varias obras para burlarse de los vascos y sobre todo de su escaso conocimiento -en aquellos tiempos- del idioma español. Apareció por primera vez en 1517 en la obra “Tinelaria” de Torres Naharro, después usó el personaje Gaspar Gómez en la “Celestina” (1536), Martín de Santander en “Rosabella” (1550) o el propio Cervantes en “El vizcaino finjido”.

Los mismos argumentos de Sabino Arana aplicados a España eran aplicados a Arana por la prensa española de la época donde se decía que eran “cuatro chiflados” movilizados por un “imbécil bizkaitarra”.

Para ver el uso que se hacía de la palabra “raza” (etnia) en la sociedad del siglo XIX-XX, unos ejemplos de ilustres personajes españoles:

E. Castelar, presidente de la República durante 1873-74, en la sesión de las Cortes 16 de julio 1876 se expresaba así sobre los vascos tras perder la Segunda Guerra Carlista: «Aquí asistimos a los funerales de la libertad de una raza, con el recogimiento y el dolor con que se asiste a todas las sublimes tristezas de la muerte».

En 1876 el Presidente federalista de la Primera República Española Pi y Margall en su libro «nacionalidades» (cuando Sabino Arana tenía sólo 11 años) decía: «En España la cuestión de los vascos es mucho más grave que en Francia. No les une a los demás ni las leyes. (…). ¿Por qué criterio pertenecen los vascos a España? No les une a los demás pueblos de la península ni la raza, ni la lengua, ni el carácter, ni las costumbres, ni las leyes. A poco que se combinen los distintos criterios para la teoría de las nacionalidades, tengo para mí que se habrá de estar por la independencia de los vascos ¿Lo consentirá España? » (Sabino Arana tenía entonces 11 años).

Unamuno también era profundamente etnicista desde la perspectiva actual, junto a «hispanizar Europa» e «hispanizar el mundo», escribe a favor de la superioridad de la etnia vasca: «Sí, hay que proclamar la inferioridad de los andaluces y análogos, nuestro deber fraternal es gobernarlos» es partidario de «un imperialismo vasco sobre el resto de los pueblos españoles».

Se expresaba así el filósofo nacionalista español José Ortega y Gasset en 1932: «para mí, el vasco es el único grupo étnico peninsular que conserva aún las disciplinas internas de una raza no gastada». Es claramente racista en el sentido actual este comentario de Ortega y Gasset en su libro “España invertebrada” del año 1921 (pág 132, Colección el Arquero): “En las razas más finas, este coeficiente de eminencias es mayor que en las razas bastas, o, dicho al revés, una raza es superior a otra (…)”.

Debemos recordar que, hasta hace pocos años, en España se celebraba el día de la “raza” española con su bandera de la “raza española”, cambiado hoy por el políticamente más correcto de “Día de la hispanidad”. El libro supuestamente escrito por el General y dictador español Francisco Franco, llevaba el nombre muy significativo de “Raza”. También es rechazable, desde la sociedad actual, la política de exterminio de los pueblos amerindios considerados entonces como inferiores y sin alma, pese a ello constituye parte del pasado más glorioso para los españoles, o, el exterminio y persecución de judíos e hispano-musulmanes durante la “romántica” “reconquista” y años sucesivos hasta los Reyes Católicos, culturas y gentes que llevaban para entonces más de mil quinientos años y ochocientos viviendo en la Península Ibérica.

Conclusión

Sabino Arana era etnicista en el sentido que lo era el 100% de aquella época desde el punto de vista actual, basándose en los Fueros donde se resaltaba la “limpieza de sangre” –basada en apellidos oriundos y la hidalguía vasca-, pero del mismo modo como se hacía en toda la legislación y sociedad española hasta bien entrado el siglo XX. Sabino Arana no era el más etnicista ni especialmente, y lo que no cabe es llamarle racista, al revés, escribió a favor de la igualdad entre razas.

Incluso no cabe llamarle xenófobo en el sentido estricto de la palabra (odio al extranjero), pues en su caso y por sus escritos, con objetividad, sólo se le puede acusar de hispanófobo o antiespañol. Lo que chocó en la sociedad de finales del siglo XIX del discurso de Sabino Arana, fue su forma virulenta de meterse contra la “etnia” española. Pero la virulencia antiespañola de Sabino Arana, sólo se produjo en sus primeros escritos y sólo pretendía encender el ánimo de los bizkainos tras la pérdida foral primero y ante la masiva llegada de colonizadores después.

En realidad, contra lo que escribió al principio de su carrera política, no fue tanto contra los españoles sino contra el colonialismo español, que había empezado una limpieza étnica impulsada por su gobierno central y los grandes capitalistas que le eran favorables tras las derrotas sucesivas de la población vasca que apoyó masiva y casi exclusivamente la opción carlista. La idea del gobierno liberal español era y es el de crear el Estado-nación totalitario de base o cultura única castellana. Los ataques de Sabino Arana no fueron contra los españoles en general, sino contra ese colonialismo que estaba padeciendo el país y pretendían enardecer el ánimo del bizkaino que se encontraba derrotado. Pero en los primeros discursos nacionalistas de Sabino Arana como en el de Larrazabal de 1893, no estaba recogido éste punto, pues aún no se visualizaba las consecuencias que iba a tener esta inmigración, por tanto, no se encuentra en el nacimiento del nacionalismo vasco.

Algunas citas hispanófobas-antiespañolas de Sabino Arana:

Los textos antiespañoles son anteriores a cumplir los 30 años y aún hoy, más de 100 años después, logran provocar a los españoles, pese a ser hiperbólicos y casi de chiste, ante la hilaridad del vizcaíno y del vasco en general:

«La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español, inexpresiva y adusta.

El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos) o si es apuesto es tipo femenil (ejemplo, el torero).

El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe.

El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos.

El bizkaino es laborioso (ved labradas sus montañas hasta la cumbre); el español, perezoso y vago (contemplad sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de vegetación).

El bizkaino es emprendedor (leed la historia y miradlo hoy ocupando elevados y considerados puestos en todas partes… menos en su patria); el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de las colonias).

El bizkaino no vale para servir, ha nacido para ser señor («etxejaun»); el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo (pulsad la empleomanía dentro de España, y si vais fuera de ella le veréis ejerciendo los oficios más humildes).

El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice.

El bizkaino es caritativo aun para sus enemigos (que lo digan los lisiados españoles que atestan las romerías del interior y mendigan de caserío en caserío); el español es avaro aun para sus hermanos (testigo, Santander cuando pidió auxilio a las ciudades españolas en la consabida catástrofe).

El bizkaino es digno, a veces con exceso, y si cae en la indigencia, es capaz de dejarse morir de hambre antes de pedir limosna (preguntádselo a las Conferencias de San Vicente de Paúl); el español es bajo hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del prójimo antes que trabajar (contad, si podéis, los millares de mendigos de profesión que hay en España y sumadlos con los que anualmente nos envía a Euskeria).

Interrogad al bizkaino qué es lo que quiere y os dirá «trabajo el día laborable e iglesia y tamboril el día festivo»; haced lo mismo con los españoles y os contestarán pan y toros un día y otro también, cubierto por el manto azul de su puro cielo y calentado al ardiente sol de Marruecos y España.

Ved un baile bizkaino presidido por las autoridades eclesiásticas y civiles y sentiréis regocijarse el ánimo al son del «txistu», la alboka o la dulzaina y al ver unidos en admirable consorcio el más sencillo candor y la loca más alegría; presenciad un baile español y si no os causa náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos queda acreditada la robustez de vuestro estómago, pero decidnos luego si os ha divertido el espectáculo o más bien os ha producido hastío y tristeza.

En romerías de bizkainos rara vez ocurren riñas, y si acaso se inicia alguna reyerta, oiréis sonar una media docena de puñetazos y todo concluido; asistid a una romería española y si no veis brillar la traidora navaja y enrojecerse el suelo, seguros podéis estar de que aquel día el sol ha salido por el Oeste.

El aseo del bizkaino es proverbial (recordad que, cuando en la última guerra andaban hasta por Nabarra, ninguna semana les faltaba la muda interior completa que sus madres o hermanas les llevaban recorriendo a pie la distancia); el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año.

La familia bizkaina atiende más a la alimentación que al vestido, que aunque limpio siempre es modesto; id a España y veréis familias cuyas hijas no comen en casa más que cebolla, pimientos y tomate crudo, pero que en la calle visten sombrero, si bien su ropa interior es «peor menealla».

El bizkaino que vive en las montañas, que es el verdadero bizkaino es, por natural carácter, religioso (asistid a una misa por aldea apartada y quedaréis edificados); el español que habita lejos de las poblaciones, o es fanático o es impío (ejemplos de lo primero en cualquier región española; de lo segundo entre los bandidos andaluces, que usan escapulario, y de lo tercero, aquí en Bizkaya, en Sestao donde todos los españoles, que no son pocos, son librepensadores).

Oídle hablar a un bizkaino y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español y si sólo le oís rebuznar podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias.

El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad. Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos?

El bizkaino es amante de su familia y su hogar (cuanto a lo primero, sabido es que el adulterio es muy raro en familias no inficionadas de la influencia maketa, esto es, en las familias genuinamente bizkainas; y cuanto a lo segundo, si el bizkaino por su carácter emprendedor se ausenta de su hogar no le pasa día en que no suspire por volver a él); entre los españoles, el adulterio es frecuente así en las clases elevadas como en las humildes, y la afección al hogar es en estas últimas nula porque no la tienen”.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua