Tabarnia y la construcción del adversario

De la madrugada del 16 de diciembre hasta la tarde del 26 a las 18:30, un total de 163.282 tuits difundieron el neologismo «Tabarnia». Para quien aún no lo sepa, «Tabarnia» es un concepto gestado en el seno del anti-independentismo catalán que propone (en principio, irónicamente) la secesión de las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona (donde el apoyo electoral a Ciudadanos ha sido más importante) del resto de Catalunya.

Durante los días cercanos a Navidad todo tipo de mensajes a favor y en contra de la segregación de las comarcas con mayor apoyo a partidos españolistas (aunque no necesariamente con un apoyo mayoritario) recorrieron las redes online, inicialmente incentivados por medios como ‘Dolça Catalunya’, ‘El Periódico’ o ‘La Razón’, además de por personalidades de Ciudadanos como Inés Arrimadas, Juan Carlos Girauta o Albert Rivera.

La polémica puede entenderse como la enésima actualización de la vieja tesis del catalanismo burgués contra el españolismo proletario; tesis que, por cierto, no es ajena al conflicto vasco, y que fue explícitamente defendida por Manu Escudero el 1978 en ‘Euskadi: dos comunidades’. En otros aspectos, el proyecto de «Tabarnia» también recuerda poderosamente a la experiencia de Unidad Alavesa. El debate tabarnés recorre aspectos de las identidades urbanas y rurales catalanas y constituye, por un lado, la construcción de un muñeco de paja a modo de adversario independentista al que supuestamente se desnuda ante su incapacidad de rebatir las reducciones al absurdo de los constitucionalistas. Pero, por otro lado, se recurre a elementos de vertebración identitaria en clave de proyecto español para (toda) Catalunya.

El diseño del otro (y del nosotros)

El fenómeno Tabarnia (asumiendo que se puede llamar fenómeno a un TrendingTopic tuitero) es, a pesar de su fachada burlesca y caricaturesca, un fenómeno de diseño identitario en toda regla. En cuestión de identidades tan importante es definir lo que se es como lo que no. Identificación y diferenciación son dos caras de una misma moneda, o mejor, dos procesos paralelos e integrantes de un mismo fenómeno: no puede haber identidad sin afirmar qué es lo que nos identifica o hace diferentes, ni tampoco sin saber con quiénes somos idénticos, al menos en parte. La existencia del otro es la que dota de sentido el nosotros. Parafraseando al psicólogo social Henri Tajfel: cualquier grupo existe solo en virtud de poder ser comparado con otros.

El diseño del otro es un aspecto central en la vertebración de cualquier proyecto identitario, ya sea de alcance ideológico, nacional, laboral, generacional o sexual. En consecuencia, diseñar al otro implica además diseñar al propio grupo. He ahí los lugares comunes de la identidad de los otros (y nuestra): ellos son unos vagos (nosotros muy trabajadores), ellos son unos aldeanos (nosotros cosmopolitas viajados), ellos son unos radicales violentos (nosotros demócratas y ciudadanos cívicos), ellos son unos soberbios (nosotros auténticos y humildes), ellos son pérfidos y desleales (nosotros gente buena y honesta)… Y quien sea el nosotros o el ellos no depende tanto del Volkgeist como del Zeitgeist. Dicho de otra manera, no es el contenido de las identidades el que determina las relaciones entre grupos sino al revés.

Observar e interpretar las relaciones

La materia prima de lo social son las relaciones, valga la redundancia, sociales. Las categorías sociales que manejamos a diario (el género, la clase, el estatus, la generación o la nación, pero también la misma noción de individuo) no son otra cosa que solidificaciones de relaciones sociales que producen comportamiento colectivo a cierto nivel. Rara vez tenemos acceso directo e inmediato a tales relaciones desde la Ciencia Social, pero Internet (y particularmente Twitter) es una de estas ventanas abiertas que, por su trazabilidad, nos permiten observar tanto los cimientos relacionales de lo social como sus efectos agregados: la cristalización de comportamientos colectivos.

Con el fin de descubrir algunas características sociológicas de los (auto-)categorizados como tabarneses y su exogrupo independentista, hemos implementado un análisis de redes sociales a un total de 155.424 relaciones establecidas entre 36.829 cuentas de Twitter que han participado del debate en torno a Tabarnia. Se trata de relaciones de mención y de interpelación entre usuarios: fundamentalmente retuits y respuestas directas del @usuario_A al @usuario_B, que han sido trasladados a una red en la que cada usuario es representado con un nodo o punto, y cada interpelación por una arista o línea. Tras la aplicación de una serie de algoritmos, sabemos que se trata de una red muy poco densa (la mayoría de los usuarios no han interaccionado directamente) pero bien entramada (sus usuarios están conectados por una media de 4,7 pasos). Así mismo, sabemos que es una red de liderazgos débiles y con un discurso poco cohesivo, propio de un fenómeno con poco arraigo y con referencias difusas.

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En base a las relaciones capturadas se han detectado 12 comunidades estadísticamente significativas en la red. Mediante el análisis de sus líderes (los más mencionados), sabemos que la comunidad más grande, la azul, la conforman fundamentalmente independentistas como @jmangues, @arnauriwz, @jonathanmartinz, @CNICatalunya o @ericcatalunya. El resto de comunidades, las lideran usuarios españolistas como @tabarnia, @Bcnisnotcat_, @josepramonbosch, @dexamina o @DolcaCatalunya.

De las relaciones a los contenidos

Entre los enlaces más compartidos por los independentistas destacan tuits de personalidades independentistas y españolistas. Los independentistas han seguido dos estrategias complementarias: ridiculizar al adversario, apuntando lo absurdo de sus planteamientos, y retuitear, mostrando adhesión, a aquellas figuras públicas que participan de tal ridiculización, como Aleix Sarri o Gabriel Rufián.

En cambio, los enlaces más compartidos por los españolistas nos conducen a páginas web que se hacen eco de la plataforma secesionista tabarnesa. La estrategia es aquí de difusión del concepto de reciente creación. Entre las imágenes más compartidas en el debate destacan las que hacen una argumentación económica acerca de la conveniencia de la separación de Tabarnia, lo cual se supone que pone en jaque la versión menos nacionalista (y más racional-economicista) del independentismo catalán.

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Pero el argumentario tabarnista no solamente apela a lo económico y a lo que podríamos denominar como foco de conflicto objetivo (el déficit fiscal de las comarcas seleccionadas respecto al resto); sino que también alude a razones subjetivas, como la competición intergrupal por el prestigio social. El elemento más aludido es la derogación que el grupo tabarnés (esa gente bilingüe, cosmopolita y productiva) supuestamente sufre por parte de los catalanes (por comparación, monolingües, provincianos y gandules), que les llaman «charnegos», «fachas», «peperos» o «franquistas». Es precisamente en la esfera subjetiva (en la que intervienen cuestiones de estatus percibido y rasgos colectivos psicologizantes) en la que el proceso de diseño del otro se hace más evidente, por el hecho de aludir a unas supuestas relaciones intergrupales perniciosas.

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Paradójicamente, el uso de palabras como las anteriores, además de otras como «colono», es mucho más notorio en los clústeres españolistas que en los independentistas. Además, en este debate se utilizan palabras para el diseño del adversario como «rural», «paleto», «robar», «subvencionado» o «adoctrinado».

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Lecciones de Tabarnia

Muy probablemente no nos hallamos ante un concepto que vaya a contar con un éxito social arrollador, para empezar, porque no parece que los impulsores del proyecto se lo tomen muy en serio. Sin embargo, el rápido crecimiento y difusión de tal concepto sí da ciertas pistas de cuál puede ser un (nuevo) escenario de confrontación en Catalunya en el plano identitario.

Batalla por el prestigio. Lo que le están diciendo los tabarneses a los independentistas es que se han sentido humillados y ofendidos por el supuesto giro racional del argumentario independentista. Aparece aquí para los independentistas la necesidad de (volver a) prestar atención a los relatos más emocionales o, cuanto menos, a las consecuencias emocionales de los relatos racionales.

Conflicto intergrupal ascendente. El conflicto entre grupos produce percepción de desemejanza intergrupal. El independentismo no puede simplemente limitarse a negar la existencia de distintos demos en Catalunya (som un sol poble) sino que debe de trabajar activamente para la no generación de tales agregados sociales, objetivo que cada día parece más claro (y realista) para el anti-independentismo.

Lucha por el nivel de comparación. Los grupos solo existen en virtud de ser comparables a otros. El rango de los grupos a los que uno se compara determinan el propio rango. La comparación Tabarnia-Catalunya persigue degradar una Catalunya que llevaba demasiado tiempo comparándose con el Estado español. Los tabarneses advierten: el conflicto catalán no es intergrupal, Catalunya-España, sino intragrupal, Tabarnia-Catalunya, o lo que es lo mismo, Catalunya-Catalunya. Por supuesto, no se trata tanto de un retrato objetivo de la realidad como de una declaración de principios de los anti-independentistas, que parecen más dispuestos que nunca a aplicar el programa aznarista: romper Catalunya antes que romper el Estado español.

El proyecto de diseño del adversario del anti-independentismo busca la particularización del conflicto, si hace falta, a nivel de sección censal. Esto es así porque las diferencias se acentúan bajo el microscopio. Por el contrario, los intereses de los independentistas pasan por escalar aún más en el nivel de abstracción del adversario, emplazando el crecimiento del mismo endogrupo y minimizando la generación de exogrupos adversos.

Naiz