KOSOVA 2008, EUSKAL HERRIA 2012!

Hace casi nueve años, cuando la OTAN comenzó a bombardear Yugoslavia con la excusa de que trataba de evitar el progromo panserbio contra los albaneses de Kosova matando indiscriminadamente inocentes ciudadanos yugoslavos (y chinos), me propusieron escribir desde el entonces recién nacido GARA una larga serie de comentarios sobre la evolución del conflicto. LA OTAN nunca hizo públicos sus espurios intereses y el tiempo ha dado la razón a los que criticamos aquel despropósito belicista, por el que hoy es más que comprensible el actual «desorden» internacional. Aquel encargo fue en lo personal un reto del que nunca estaré suficientemente agradecido,y que además públicamente permitió que se enriqueciera un debate, aún hoy inconcluso, sobre las perspectivas de la izquierda europea en torno a los conflictos balcánicos en particular y sobre el desarrollo del derecho de autodeterminación en el ámbito de las relaciones internacionales en el ámbito general. A los que entonces y ahora apoyamos a los albaneses en su legítimo derecho a la independencia se nos ha tildado de todo desde todos los lados, pero siempre hemos tenido claro que el derecho de autodeterminación es un derecho universal que no puede ni debe ser manipulado, transgredido o tipificado desde la artificiosa ingeniería política, el interés espurio, el poder de las élites o el fanatismo nacionalista.

Desde la firma del Tratado de Dayton en Bosnia en 1996 los albaneses de Kosova estaban desesperados. Ellos, las primeras víctimas de los panserbios milosevicistas veían, tras años de paciente resistencia civil, que se lograba mucho más políticamente desde el desarrollo de la lucha armada, que desde el mantenimiento, poco práctico de cara a un gobierno genocida como el de Belgrado, de una resistencia no violenta ejemplar. Dayton, «los occidentales» premiaban a Milosevic, y a Tudjman en el reparto bosnio pese a haberse repartido el país previamente «en una servilleta de papel». Los chetnics serbios, los ustachas croatas y herzegovinos e incluso la Armija bosnia, en su memorable resistencia sin par al genocidio, demostraban la política de hechos en los Balcanes venía de la mano del combate armado abierto con bendición de «la comunidad internacional».

Así, esta interpretación básica de lo ocurrido en Bosnia nutrió el UÇK o Ejercito de Liberación de Kosova del que poco a poco fueron participando centenares de kosovares, espoleados también por los planes de «Solución Final» que se preveían desde Belgrado, hasta entonces impune en la aplicación de políticas genocidas para la «homogeneización étnica» y más «alegre» que nunca tras la homologación que Dayton hacía de sus prácticas de limpieza étnica.

Los conflictos yugoslavos contemporáneos nacen en Kosova. Las masacres de albaneses en 1981 tras la muerte de Tito abrieron la puerta a una cada vez mayor represión. La derogación de la autonomía en 1988, demostraba que Belgrado no estaba por la labor de negociar una salida política proclamando a Kosova como República federada. Es más, la represión brutal generó gran inestabilidad en otras repúblicas, lo que aupó en gran modo los procesos de independencia, sobre todo en Eslovenia y Croacia. Los albaneses entonces vertebran como respuesta el movimiento civil que se desarrolla en torno a Ibrahim Rugova y el LDK. La apuesta no era absurda, teniendo en cuenta que casi el 90% de la población estaba sufriendo un apartheid civil y político brutal, se decide crear un estado paralelo, organizando de modo clandestino una estructura de poder que permitiera sobrevivir ante la anulación absoluta de las condiciones de vida y derechos civiles que las autoridades yugoslavas habían decretado. Impuestos, universidad, escuelas, seguridad… toda una red paralela permitía a los kosovares de origen albanés sobrevivir mínimamente a la represión. No fue suficiente.

Las guerras de Eslovenia, Croacia y Bosnia ocultan el drama kosovar al mundo y a partir de 1997 el UÇK comienza a golpear con fuerza. La disculpa perfecta para Milosevic según algunos. Pero lo cierto es que en 1999 en Rambouillet, Francia, sendas delegaciones albanesas y yugoslavas son avenidas a negociar. Rugova molesto por compartir mesa con el comandante Thaçi trata de recuperar su papel protagonista a sabiendas de que los acontecimientos le han dejado fuera de juego. El hoy venerado «mito y padre de la patria» fracasa, la independencia la conseguirá una nueva generación de militantes. Desde entonces, el proceso de independencia que culminó el 17 de febrero de 2008, con sus muchos flecos y matizaciones tendrá un elemento principal: la legitimación política de la plural resistencia albanesa por parte de «la comunidad internacional» como interlocutora nacional en todo el proceso de negociación.

Así es. El otrora «terrorista» del «terrorista» UÇK, Thaçi, es hoy el legítimo primer ministro que ha proclamado la independencia con el respaldo absoluto de su heterogéneo pueblo (albaneses, serbios, gitanos…todos kosovares). Al margen de los intereses espurios que alimentan las políticas occidentales en los Balcanes, más para mal que para bien de los albaneses, lo cierto es que la «Comunidad Internacional», tan vehemente en otros casos de defensa del «orden internacional» ha tenido que «tragar» esta proclamación unilateral gracias a la fortaleza y legitimidad abrumadora de la inmensa mayoría de los habitantes de Kosova. Es decir, la voluntad popular, masivamente demostrada por vías democráticas a favor de la independencia, ha sido el argumento ineludible por el que «la comunidad internacional» ha debido de respetar «el derecho a decidir» de los kosovares. Este vehemente reto popular «soberanista» a las «directrices internacionales contrarias a cambiar el estatus de Kosova» demuestra que la consistencia de los deseos de un pueblo, está por encima de los recursos retóricos de una endebles instituciones jurídicas internacionales de rumbo cambiante e inconsistente entidad política y ética.

Sobran las etiquetas, los prejuicios, las condenas. Nada ni nadie puede detener la voluntad de una colectividad nacional por ser libre, a no ser que sea exterminada. En una década escasa, los albaneses de Kosova han avanzado más que en centenares de años de lucha y sufrimiento. Así se escribe la Historia.

Tras la llegada de los eslavos a los Balcanes en el siglo VII, y pese a épocas de convivencia con ellos, los albaneses han sufrido innumerables invasiones y ocupaciones contra las que han combatido. Eslavas, otomanas, serbias, italianas, alemanas…Desde que se fundo en Pizren la Liga de los albaneses en 1912, siempre han luchado por ser una república independiente. Yugoslavia no les reconoció el estatus republicano, y por ello Kosova siempre fue la provincia pobre de Serbia. Kosova el «asunto de estado», «la Navarra» de los serbios en los Balcanes, pese a la miseria, tras una década de apartheid y un progromo étnico fallido, en pleno siglo XXI, es un estado independiente reconocido y una referencia internacional para las naciones sin estado o con estado subyugado, como es el caso de Euskal Herria, que reivindicamos un estatus correspondiente en el actual orden político mundial.

¿Quién apostaba hace nueve años por una Kosova independiente en 2008? Eramos pocos los que creíamos en ello. Pero con sus dificultades, los albaneses de Kosova, al igual que antes los eslovenos, los montenegrinos, los estonios, los lituanos o los eslovacos han demostrado que la vía para la independencia es corta si realmente la mayoría lo quiere, y sus élites políticas y representativas actúan en clave nacional al margen de los intereses partidarios.

Con claves parecidas es posible una Euskal Herria independiente en 2012, 500 años después de la pérdida de la soberanía de Navarra, el estado vasco. En este contexto político en el que nuevos estados europeos occidentales van a emerger en pocos años, es viable pensar en un breve proceso de independencia. Tantos años de lucha y esfuerzo plural, de resistencia al negacionismo español y francés no son en vano. Las vertiginosas dinámicas políticas y sociales de la Europa y el mundo del siglo XXI permiten más que nunca la consecución de objetivos colectivos a corto plazo. La Independencia Nacional es posible, es ineludible, es vital. Lo es porque la necesitamos como pueblo que pretende sobrevivir a los retos del siglo XXI; es, sobre todo posible porque lo queremos mayoritariamente, al igual que los albaneses, solo que nunca lo hemos podido demostrar (siempre me ha llamado la atención la idea de que, si realmente los independentistas fuéramos una minoría marginal en Euskal Herria, porqué la Unidad de España, por ejemplo, nunca se ha corroborado por las urnas para legitimarla); y es posible porque nuestra Historia Nacional avala y legitima la recuperación estatal como algo coherente con nuestro pasado.