Orígenes del caserío vasco

“Arratiko zekorra, txikerra baine gogorra” Arratiko Esaera, Juan Enzunza Isasik, nire atitek, esana.

Parte de la idiosincrasia vasca era el “auzolan”, el “trabajo vecinal”, por el cual los vecinos se ayudaban a la hora de labrar la tierra, para arreglar un caserío o creaban caleros comunales en los barrios. Era también característica la tierra comunal, donde todos compartían la explotación de los bosques, de la cual se beneficiaban y tenían la obligación de limpiarlos para evitar fuegos, estando reglado por ejemplo la cantidad de leña que cada uno podía obtener de los mismos. Estas tierras comunales son uno de los principales rasgos distintivos de los Fueros, el derecho pirenaico que los regulaba.

Las tierras comunales eran muy numerosas y servían a muchos pobres para no pasar hambre, siendo la castaña el principal elemento de subsistencia durante siglos. Las ericeras, cerco redondo de tres metros de diámetro y uno de alto por término medio donde se dejaban a secar las castañas, era una construcción común en todos los bosques hasta que en el siglo XIX la tiña mermó los castañares vascos. De esos bosques, de sus robles y encinas, se sacaba el pan de bellota que era comido por los vascos desde tiempo inmemorial, tal y como recogen los cronistas romanos y, en menor medida, se plantarían manzanos y se produciría sidra en la vertiente cantábrica. Los alrededores de las numerosas ermitas eran también tierras comunales, por lo que no hay construcciones en sus inmediaciones en la Edad Media (salvo la casa del clérigo o de la serora).

Respecto a la configuración social de la Bizkaia medieval, estando como estaba dentro de su reino nabarro o Estado propio hasta el año 1200, tal y como se señala en la enciclopedia histórica dirigida por Estornés Lasa “Historia de Euskal Herria, Tomo I”: “no puede negarse que el País Vasco conociera un tipo de feudalismo, si bien éste era apenas conciliable con las formas de organización de la sociedad vasca tradicional, estructurada con base en las asambleas de barrio, pueblo, país o valle; auténtico contrapoder popular frente a los derechos feudales de los señores. Otro factor que vino a atenuar el carácter del feudalismo local fue la condición originaria libre o alodial, es decir, exenta de toda servidumbre (señorial o real), al menos del territorio vasco de la vertiente oceánica”.

Existían dos zonas bien diferenciadas, serían el “saltus” (zona boscosa y con mayor número de tierras comunales) y el “ager” (zona agrícola al sur), donde el mayor arraigamiento de las instituciones romanas dio lugar a una temprana aparición de un tipo de sociedad feudal, al conocerse desde época romana la propiedad privada sobre la tierra, con excepciones como los pastizales comunes de las Bárdenas reales (facerías y parzonerías) que también se daban en el Pirineo, Aralar o en el Gorbea. Finalmente, la Iglesia católica, con sus “comanderías” o tierras de su propiedad, crearon otra forma de feudalismo.

En el saltus donde habría que situar toda Bizkaia, continúa el citado libro: “el modelo de feudalismo que se dio en este ámbito de Vasconia pudo ser similar al que se originó en otros países de Europa, poco o nada romanizados (Alemania, Inglaterra, Países Escandinavos), cuyos rasgos específicos en el conjunto feudal fueron: a) proceso lento en la conversión de los campesinos libres, que oponen resistencia a la cristianización y a la servidumbre, en campesino dependiente; b) la organización sociopolítica prefeudal de esta comunidades constituyó un contrapunto fuerte al poder de la nueva clase de señores feudales, formada a partir de la aristocracia de los clanes. Esta serie de factores diferentes dio lugar a un modelo de feudalismo original en los países mencionados, entre los que se puede incluir probablemente una amplia zona de la País Vasco. Como características más destacables de esta modalidad de feudalismo se señalan, su tardía aparición y la debilidad del poder personal de los señores (…).

Los alodianos, es decir, los campesinos que disponían de tierras alodiales, constituían una auténtica aristocracia rural, no sometida a la servidumbre de los amos, integrada por individuos, normalmente de condición humilde, que eran propietarios de pleno derecho. Las exacciones señoriales, o reales de carácter público, como los impuestos, no destruían el alodio.” Los alodios o campesinos libres, fueron muy numerosos en toda la Baskonia húmeda o “saltus”, después reino de Pamplona-Nabarra.

Todas las tierras comunales pertenecían a los condes o señores, los cuales durante el reino nabarro eran llamados “tenentes” –meros administradores en nombre del rey-,  y nunca llegaron a ser señores feudales en el “saltus”, por lo que los campesinos podía hacer uso libre de esas tierras, era el llamado “dominio eminente” frente al “dominio útil” de los campesinos.

Las primeras aldeas tras la caída del Imperio Romano aparecen en Europa en torno al año 800. En Bizkaia se abrirán claros en los bosques y en el litoral, pero éste pronto se volverá peligroso por las incursiones normandas o vikingas. Se han encontrado estas aldeas en Gerrika, Arta, Bolibar y Iturrieta en Lea-Artibai y en Bermejillo y San Esteban de Karranza en las Enkartaciones, en los hoy barrios de Miota, Gazeta, Santo Tomás de Mendraka (Elorrio), San Martín de Finaga (Basauri), Abrisketa (Arrigorriaga), Gerekiz (Morga) o Momoitio (Garai) en el duranguesado, en Otzerinmendi, Arzuaga, Artea, o Elgezua en el valle de Arratia.

De ser todas las tierras comunales y la población dispersa en el “saltus vasconum”, tras la paz impuesta por las Juntas y Hermandades contra los linajes, se empezaron a crear lo que se llamaban “korta”, “(x)sala” o “sarobe” -“sel” como decían en Castilla-, que era un prado con una piedra en medio como señal de que una familia y su ganado apacentaba en ella; no era símbolo de propiedad sino un simple derecho de pasto frente a las construcciones temporales anteriores: “terrenos pacederos en círculo perfecto que tienen en su centro un mojón llamado piedra cenizal” y que también comprendía albergue y arboleda (“Historia de Euskal Herria Tomo II”). Desde ese siglo XIII, la propiedad de los seles están en manos de los monasterios, infanzones o parientes mayores -aunque los explotaba el pueblo-, no se cerrarán los mismos hasta el siglo XV.

Por mediación de la propiedad privada que suponían los seles aparecieron, cogiendo la forma de los hórreos y debajo de ellos (arriba el granero), las viviendas vascas del “saltus”: los caseríos o baserri. Las construcciones de las primeras casas en las aldeas eran de madera, se las denomina “caserías”, con techos de brezo y arbustos, por lo que no se han conservado, aunque se han podido encontrar restos de su asentamiento en el suelo y en la roca cerca de la parroquia del municipio costero de Gorliz. Por tanto, son el antecedente de los posteriores caseríos vascos del siglo XIV en adelante, donde se va introduciendo la piedra. Incluso cabe hablar de una evolución natural en el tiempo de la construcción popular vasca, A.Llanos 2002: “es fácil reconocer en las construcciones de nuestros pueblos y caseríos actuales unas técnicas (aparejos, de mampuesto, adobes, manteados de barro y entablamentos) exactamente igual que los utilizados en aquellos poblados de los que nos separan aproximadamente 3.000 años”.

Los caseríos en su forma actual, primero de madera y con las esquinas de mampuesto o incluso de sillería, y después casi totalmente de piedra con o sin entramado de madera, se empezaron a construir sobre los siglos XIII-XIV, imitando sus formas a la de los hórreos o “garaizak”, pues los primeros caseríos serían hórreos con sus bajos tapados por maderas para cerrar el espacio de la vivienda. Los hórreos se conocen desde época romana. La primera noticia de un hórreo que se tiene es su descripción por Marco Terencio Varrón, jefe del ejército pompeyano en el s.I a.C. como “granjería sublimia”: “Otros construyeron en sus campos unos graneros suspendidos sobre el suelo, tal como en la Hispania Citerior (…)”.

La majestuosidad de las construcciones populares del “saltus vasconum”, nos muestra un pueblo que vive mucho mejor que en los territorios colindantes de Cantabria, Asturias, Castilla etc. y que en la  mayoría de los países europeos, donde las viviendas, salvo las de los nobles y las de algunas villas, eran mucho más modestas en general. El baserri es la más importante construcción popular de los vascos del “saltus” o zona boscosa-montañosa y una de las más importantes de toda Europa, a lo que contribuyó sin lugar a dudas su situación de alodios y el derecho pirenaico consuetudinario o basado en la costumbre y por tanto en el pueblo.

Pero el boom del caserío vasco se produjo a finales del siglo XV (1490-1500) gracias a la bonanza económica del momento, favorecida por la protoindustria, molinos y ferrerías para la fabricación de armas y todo tipo de productos de hierro. Baserri vendría de “baso-herri”, “baso” bosque y “herri” en su significado antiguo de “tierra”. El caserío o edificio sería “etxe” y toda la heredad con terrenos, animales, habitantes, aperos etc., conformaría el “baserri”.

Hoy existen 24 tipos de caserío vasco, 10 de ellos en Bizkaia. Por ejemplo, el arratiano tendría como principales características: el no tener soportal, con patín o entrada a la vivienda por el segundo piso, cuadra en la planta de abajo para aprovechar el calor de los animales, actualmente encalado y con piedras entresacadas a la vista. Uno de los caseríos más antiguos de Arratia sería el  Errandonea en Ipiñaburu (Zeanuri), de dos aguas, además estaría el caserío Urberka (semiderruido) y otros como el caserío Zulaibar o en el barrio Asterria.

«No puede ni debe buscarse la existencia de un caserío originario» ya que surgen de manera conjunta, por centenares, en la última década del siglo XV (1490-1500), explica el arquitecto Juan Ángel Larrañaga, uno de los autores del libro “La arquitectura del caserío en Euskal Herria”: «Esto no significa que no existieran caseríos anteriores a esta fecha, pero eran otro tipo de edificaciones, de pequeñas dimensiones y cada una con su función: una para vivienda, otra para el grano.». La principal característica del caserío o “baserri” es la «autosuficiencia» (…) «hay que romper el mito de que los caseríos los construían los propios labradores. Es falso. Los artesanos, actuales arquitectos, que también hacían otro tipo de edificaciones, como catedrales, son los verdaderos constructores del caserío».

Tras la invasión castellana y francesa del reino de Nabarra, el Derecho Pirenaico en el que se sustentaba el Estado baskón también en lo comunal, fue atacado constantemente por el imperialismo, con un “contrafuero” tras otro lo que dio lugar a las “matxinadas” o alzamientos encabezados por los “matxinos” o ferrones, llamados así por ser su patrono San Martín.