Futbol y valores eternos

Decidí aguantar el bombardeo, el delirio más que agobiante, asfixiante del “rojerío furbolero”, con la esperanza de cavilar en la calma sin tantos empujones.

No parece que la calma haya alcanzado su climax de sosiego y veremos si  alguna vez lo alcanza. Que a cambio de otros valores, todavía colean los goles de Zarra y de Marcelino o la medalla de oro –cuando sólo esquiaban los pijos- de un tal Ochoa…

Pero, ¡que diablos!, también tenemos derecho a expresarnos los que habitualmente nos movemos fuera de los parámetros de lo políticamente correcto. Es decir, los que pensamos que habitualmente lo políticamente correcto, ética y políticamente suele ser lo más incorrecto, cuando no maligno o disparatado.

Si el españolismo de tantísimos hispanos ha de basarse en algo tan contingente como unos resultados deportivos, lo tienen crudo. Que llegan las sequías deportivas y en tales circunstancias la unidad de destino en lo universal o la reserva espiritual de occidente y todo eso, ya no les pone ni a los camisas viejas…

Porque evidentemente, la deplorable situación económica, el caos político, la desintegración de un estado, jamás correctamente integrado desde sus violentos orígenes, el desierto moral e intelectual, ahí siguen, bien tozudos.

Que en resumidas cuentas, es lo que acontece con los estados cuya formación no ha sido espontánea, libre, natural, sin coacciones ni conquistas…  Que es lo que les pasa a los que conquistaron y conquistan estados donde no se pone el sol.

Hay que ofertar a los pueblos elementos que los cohesionen, aunque sea engañosamente. Como la pérfida Alvión con sus monarquías, o EEUU, con el anticomunismo o ahora eso del terrorismo. Y en España,  a falta de valores eternos, pues bienvenida sea la cosa del futbol.

Evidentemente los triunfos de una selección deportiva han de alegrar a sus representados, es lo más natural. Incluso a muchos que no nos sentimos para nada españoles, nos alegró. Sin más y con muchas cautelas. Porque ni significan mejoras sociales, democráticas, en la convivencia, en la pacificación de los pueblos etc… Y que ahí sigue Paco con las rebajas…

Claro que para unos patriotas ayunos de efemérides gratificantes sobre las que enorgullecerse y entonarse, es hasta cierto punto comprensible cualquier hazaña patriótica por mínima y futbolera que sea.

Porque efectivamente, ya no les sirve una historia de grandezas que científicamente desmontada se trueca en una sarta de patrañas, tipos sanguinarios, genocidios y otros hechos calamitosos.

Y es que en el fondo, con honrosísimas excepciones, todo el universo hispánico no pasa de un retablo de monarcas despóticos, celestinas, pícaros y Quijotes. Siglos de convulsiones sociales, hambrunas y  miserias… Poco o nada les quedaba para una saludable autoestima.

Y que ahora que parecía que se las prometían tan halagüeñas, pues que les viene semejante crisis, semejante depresión colectiva… Bendito pues, ese triunfo de la “Roja”, que desgraciadamente no les conducirá al sosiego, a la prosperidad y a la estabilidad social…

Toda esta movida, mirada con frialdad y ecuanimidad, pienso que para cualquier persona mediatamente sensata, el desmadre de los medios tuvo o tiene que resultar bochornoso.

La sensación es, de que tanto estas entidades, como la de los turiferarios de la corte, unas veces por fatuas o necias, otras deliberadamente, dan por supuesto que toda la gente es estúpida. Y como a tal la tratan, al parecer con la anuencia de gran parte de este personal.

Todo tiene una explicación. Un estado históricamente desconexo, necesita urgentemente medidas de cohesión. El imperio británico utilizó la monarquía. EEUU, la amenaza del comunismo o del terrorismo, Franco todo el mejunje de la filosofía del movimiento…

Hoy el estado español es una componenda de fracasos socioeconómicos y de proyectos políticos que ni el Cid, ni el Gran Capitán y quizás ni la propia guardia civil van a poder recomponer.

Quizás eso explique el frenesí con que tantos españoles han vivido este espejismo de triunfo que coyunturalmente les hace olvidar el fracaso del proyecto España y sentirse alguien en el concierto internacional. Lamentable exaltación.

¿Es que Iniesta o Nadal o Contador es todo –y lo único- que valida el proyecto España? Pobre, o mejor, nulo bagaje. Que con eso ni se come, ni se produce y sobre todo ni se aglutina lo tercamente inaglutinable. Es decir, la unidad de España. Que un servidor como vasco de Navarra, puede admirar la sencillez de Iniesta, la entrega de Contador o la destreza de Nadal o el  encanto de Mesi. Pero eso es todo, porque el hecho, por mucho que los mentideros mediáticos se empeñen, no da para más.

No es de extrañar pues, que ante tantas expresiones de grandilocuencia fatua y desmesurada, mantenidas desde la corona hasta el último villano, uno sienta vergüenza ajena.

Se trata de un país arrasado por unos cuantos sinvergüenzas que campan a sus anchas y que nos han empujado hacia la bancarrota moral y económica. Que se desmelene y se reconforte con once muchachos cuyo mérito no pasa de dar con toda la imaginación y destreza que se quiera, patadas a un balón, más que preocupante me resulta dramático.

Pero es lo que hay y de nada sirve restregarse el rostro de cruces. Y la verdad sea dicha, que me siento muy a gusto en el bando de los que renunciamos a lo políticamente correcto.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua