Catalanes y vascos

Garate

Desde mucho tiempo atrás, entre Vasconia y los Países Catalanes se manifiesta una especie de “juego de espejos”. Desde un país hacia el otro se producen un conjunto de idealizaciones, basadas en aspectos distintos y probablemente complementarios, que hacen ver al “otro” como el modelo a seguir.

Estas idealizaciones hay que es percibirlas desde dos punto de vista. El primero está ligado al ámbito del pensamiento, a la reflexión intelectual, mientras que el segundo está vinculado a la capacidad que presenta, por lo menos en potencia, cada una de nuestras sociedades respectivas.

En el primer asunto, opino que la ventaja se manifiesta, por goleada, a favor de Cataluña. En el segundo, por el contrario, es casi seguro que somos nosotros quienes llevamos la delantera. De ahí proviene, posiblemente, la ambivalencia citada y que se traduce en exageradas muestras de admiración recíproca, sin un detenido análisis o reflexión sobre las diferencias entre ambas sociedades y los efectos que provocan en su actividad social y política cotidiana.

Desde el punto de vista intelectual, de la producción de un pensamiento democrático, acorde con la realidad presente de Europa y del mundo, y capaz de dar respuesta firme a los problemas planteados en este momento a nuestras respectivas sociedades, Cataluña presenta un panorama vivo, con creatividad y debate profundos y serios. Hay una larga lista de “pensadores” que no vale la pena citar exhaustivamente, sobre todo por aquéllo de los agravios comparativos, pero de los que no puedo olvidar a Salvador Cardús como sociólogo y analista certero ni a Víctor Alexandre, periodista y escritor, además de amigo, comprometido e insobornable. La polémica sobre la necesidad de un Estado propio es permanente en cualquier medio de comunicación catalán, desde los periódicos de gran tirada y con intereses no precisamente catalanistas, como La Vanguardia, hasta personas corrientes, simples blogueros, pasando por el resto de medios, impresos o digitales, de mayor o menor difusión.

Nuestra situación, desde este punto de vista, resulta bastante penosa. Los medios de comunicación vascos producen una sensación de extravío total. Lo que aparece escrito en su práctica totalidad, impreso o en la red y en la mayoría de los blogs, es una respuesta espontánea e inmediata a la agresión con la que cotidianamente nos provocan los servidores del Estado español. Apenas se percibe en ellos la reflexión que podría conducir al análisis serio de la situación real y de las acciones a plantear a favor de la recuperación de nuestro Estado propio, Navarra. Ambas, reflexión y perspectivas de acción, pienso que no deberían ser, ni exclusiva ni tan siquiera principalmente, reactivas a dichas provocaciones.

En Vasconia no existe un debate, ni profundo ni superficial, sobre el reto de las sociedades subordinadas, sin Estado propio, en la Europa actual y sobre la necesidad de su logro para acceder a un estatus democrático y normal. Entre nosotros el único debate se centra en un espacio limitado en el que aflora la afectividad, el simbolismo y, sobre todo, la inmediatez, el corto plazo; pero no la cruda la realidad política y sus ineludibles necesidades. Quitan 100 fotos de presos y se intentan poner 200, siendo como son quienes las quitan muchos más y todos dedicados a eso en exclusiva. Cierran medios, ilegalizan partidos, detienen arbitraria e injustamente a personas y, sin embargo, la reacción es la protesta inmediata, pero no una reflexión profunda sobre el embrollo en el que estamos metidos y las posibles vías, la estrategia, para salir del mismo.

En el ámbito de la capacidad social, da la sensación de una mayor fortaleza en nuestro caso sobre la de Cataluña. Esta energía no procede principalmente de su importancia numérica que, en proporción con el total de habitantes será real, sino, sobre todo, del entramado y cohesión social manifiestos cotidianamente. En este aspecto, parece que llevamos ventaja a Cataluña; lo que produce una cierta envidia por su parte. Pero esta fuerza tiene bastante de fuegos artificiales, mucho ruido y mucha luz, pero poca efectividad capaz de estructurar una política de emancipación nacional con fundamento. Tal fuerza corre el riesgo de languidecer poco a poco para terminar desapareciendo si no se produce su cualificación, basada en el necesario debate democrático y en la suficiente racionalización de las posiciones sociales como para ser calificadas de políticas.

Las vías que ofrecen, por un lado, quienes se amparan en la vigente organización de partidos, sometida a la antidemocrática estructura del Estado español y la de quienes siguen apostando por la (nula) capacidad de coacción de una organización que se afirma como “armada”, por otro, son caminos cerrados y sin posibilidad de apertura a no ser que se propicien, desde la propia sociedad civil, profundos cambios ideológicos, organizativos y, opino, también de personas.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua