Dominación y legalidad

Muchas son las alusiones los últimos meses a los términos legalidad y Constitución, son tantos que me atrevo a decir que los que saben su significado no los mencionan, sea por vergüenza, tras el espectáculo violento contra ancianos del día 1 de octubre o porque quizá consideran vacía ya de contenido la misma palabra legalidad.

Y es que la legalidad no existe “per sé” como un elemento físico, sino que es una creación humana que nace del pacto y evoluciona, los países, sus fronteras, sus derechos y sus legalidades, son creaciones humanas que solo existen en la voluntad de sus ciudadanos de que así sea, si esa voluntad en algún momento flojea, quien tiene el uso del poder de coacción físico o económico lo ejerce, ese ejercicio de la coacción física a través de los fuerzas de seguridad o incluso fuerzas armadas, esa represión, es en base a una defensa de la legalidad que se supone ampliamente soportada por la misma sociedad.

Hasta ahí en la teoría todo suena bien, pero la legalidad es insuficiente y tramposa cuando hablamos de sociedades con identidades diferentes que viven bajo una misma legalidad, en esas circunstancias, la sociedad de identidad mayoritaria no ejerce una legalidad, sino que ejerce su propia legalidad , es decir, la legalidad no es fruto de un pacto, y si lo fue, es un pacto irreditable que ahora no se volvería a producir, debido a que el desarrollo de ese pacto no ha sido el esperado por las identidades minoritarias.

En el caso español, la sociedad mayoritaria no solo ejerce su propia legalidad, donde un Tribunal Constitucional (TC) da servicio inmediato y muy parcial a las quejas de una identidad, la española, a través de su gobierno, sino que la forma en que está construida es una forma de dominación, el modelo en que la legalidad se estructura para su propia alteración convierte la legalidad en una forma de dominación. Tal es el sistema que las identidades minoritarias en España, que son mayoritarias en sus propias regiones, nunca van a poder alterar la legalidad vigente, si bien, la identidad mayoritaria puede cambiar la legalidad a su antojo, cuando quiera y como quiera, de hecho como hemos visto en los últimos meses, se altera la ley para dotar de competencias extraordinarias al TC, cuando y como a la identidad española que ejerce la dominación le conviene.

Ninguna de estas casuísticas tendrían lugar si las identidades de las que hablamos no cumpliesen los requisitos de, primero y lo más importante, ser mayoritarias en sus propias regiones y de no serlo contar con un enorme respaldo popular, segundo, tener un poso histórico anterior a cualquier forma de estado español, tercero, contar con elementos propios de cualquier nación en el mundo, lengua y cultura propias. Quiero decir con esto que estos conceptos no son aplicables a las identidades o necesidades diluidas en el territorio del estado aunque deban articularse formas de que sus derechos no sean soslayados.

Como todos sabemos la ley es absolutamente interpretativa, lo es tanto que la interpretación final corresponde al TC, dado que no hay más instancias superiores sino quieres ir a tribunales europeos, por eso controlar el TC, es una forma básica de interpretar la legalidad a tu antojo.

En España se han pasado por alto situaciones tan variopintas como que existiese un jefe de estado que nadie ha votado, ahora su hijo ostenta el mismo rango por “derecho de sangre” (vaya legalidad) y su hija puede ser reina porque se cambió la legalidad para que así sea. Esa misma legalidad es la que permite que un estatuto, el catalán, aprobado por el parlamento catalán, el parlamento español, sancionado por el rey, y aprobado en referéndum pueda ser recortado a gusto de interpretaciones de la ley de una identidad conservadora y nacionalista española.

Básicamente lo que se viven en España no es una legalidad sino l a dominación de la sociedad vasca y catalana por la legalidad de la identidad española. Ejemplos de esto los vemos a diario dado que llegado un punto de expresión de la identidad vasca, por ejemplo presencia en eventos deportivos, esta expresión de identidad se anula para que la única expresión posible sea la de la identidad dominadora, y para ello está hecha su legalidad, para que así sea. Sin irnos al ámbito deportivo, esta dominación la vemos impresa en la sociedad, al punto de que la interpretación de la propia Constitución no es la del pacto para gran número de españoles sino la de vivir en una permanente concesión a terceros que nada son y nada merecen.

Entonces si tenemos este tipo de legalidad, la democracia que tenemos es una democracia de este estilo. La democracia real en circunstancias como las españolas sólo puede existir cuando los grupos humanos más pequeños pueden trabajar entre iguales y existen mecanismos legales a través de los cuales se fomenta la libre adhesión, no la adhesión en base a la coacción represiva. Es decir, que se produce un funcionamiento del estado de modo confederal en el que las identidades se ven representadas de forma igualitaria, y poseen capacidades para que la legalidad no sea ajustada al antojo de una de las identidades.

El parlamento vasco es un buen ejemplo de ello, cada territorio histórico cuenta con el mismo número de diputados, 25, de forma que las identidades de cada territorio se aseguran en una forma de confederación foral, que ninguna actuación está basada en la mayoría poblacional de un territorio concreto. Esto que los vascos lo hemos entendido de forma natural es una asignatura pendiente en la sociedad española.