¿De qué alardeamos?

Con la de Paz de Westfalia de 1648 y el Tratado de Los Pirineos de 1659 finalizó la guerra de los Treinta Años del Sacro Imperio Germánico de los Habsburgo y la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos por su independencia, donde también estaban involucrados Suecia o Francia que se jugaron la supremacía política en Europa.

Dentro de ese contexto bélico, en el año 1636 el ejército español saqueó los pueblos labortanos de Urruña, Ziburu y San Juan de Luz. En 1638 la flota francesa respondió y sitió Hondarribia durante 69 días, pero fue expulsada el 8 de septiembre en un contraataque del pueblo de Hondarribia, por la que recibió el título de “ciudad” del rey de España con la oposición de las Juntas de Gipuzkoa, ya que toda la provincia había participado en la defensa del pueblo además de alto navarros, y no entendían que Hondarribia fuera nombrada su primer municipio en orden de importancia.

Es más, por aquellas fechas Hondarribia no quería formar parte de Gipuzkoa y pedía continuamente su inclusión en Alta Navarra, la cual aún conservaba el título de reino. Esta fecha de la expulsión de las tropas francesas es la que se conmemora mediante un alarde para dar gracias a la Virgen de Guadalupe. Los alardes no eran más que la imposición del cardenal Cisneros de realizar formaciones y exhibiciones en festividades señaladas a las milicias forales para que España tuviera así un mayor poder militar ante posibles invasiones, usando a las inexpertas milicias compuestas de civiles mal armados como carne de cañón como en esta ocasión cuando los ejércitos eran cada vez más profesionales. Esta orden de hacer alardes vino tras la conquista del reino de Nabarra en casi su totalidad entre 1512-1524 que acabó con la toma de Hondarribia por las tropas del emperador Carlos V de Alemania y I de las Españas.

Por tanto, España en esta batalla lo que hizo es dejar en manos de los gipuzkoanos la defensa de su territorio tras provocar el ataque francés y quedando la población civil gipuzkoana avasallada, primero por los franceses y después por las propias tropas y administración española cuyo coste de mantenimiento corría encima por cuenta de la Provincia.

Ocurrió lo mismo en Catalunya, pero aquí el pueblo se levantó en armas contra las tropas imperiales españolas declarando la independencia unilateral, por lo que Barcelona fue arrasada, es la conocida como “Guerra dels segadors” (1640-1652). Para entonces, lo que quedaba de la Nabarra continental había sido ocupada por el ejército francés de Luis XIII en 1620, perdiendo su soberanía el Estado baskón tras 1000 años de libertad. En 1648 el influyente capitán y diputado Miguel de Iturbide salió a favor de los desertores al ejército español, la Corte madrileña temió una revuelta similar a la catalana en toda Nabarra, donde aún seguía acantonado el ejército imperial en la Ciudadela de Iruñea-Pamplona por miedo a un nuevo alzamiento de los nabarros y pese a que había transcurrido más de un siglo desde la invasión española, por lo que Iturbide fue llevado a Madrid y fusilado.

Es así como dos de las grandes potencias imperiales del momento decidieron repartirse Catalunya y Nabarra al ver que ninguno los conseguía en su totalidad y la belicosidad de su gente por su libertad, por lo que crearon una nueva frontera internacional, manu militari, dividiendo estos dos Pueblos ancestrales “que cantan y bailan a los dos lados del Pirineo”. La actual frontera franco-española se fijó en el año 1659 con el Tratado de los Pirineos sobre esta cordillera montañosa y el Bidasoa, acuerdo firmado en la isla de los Faisanes que está en el propio río Bidasoa, isla que desde entonces es un condominio que pertenece durante 6 meses a Irun y otros 6 a Hendaia. Esta isla es hoy por hoy la única tierra con dos soberanías de toda Europa y en todo el mundo, es una “anormalidad” a nivel mundial al igual que lo es la colonia española y francesa de Nabarra.

Por tanto, en aquella guerra Hondarribia se la disputaron franceses y españoles que querían su parte del reino baskón, siendo esta ciudad que controla el Bidasoa una plaza fuerte codiciada por ambos. No hay nada de qué alardear ya que en realidad Hondarribia no fue liberada pues sigue estando invadida por el imperialismo franco-español, independientemente de quién sea el imperio ocupante, como del mismo modo lo está el resto de Euskal Herria, cuyo Estado, Nabarra, fue repartido en aquél entonces como botín de guerra. De aquellos polvos vienen, sin duda, estos lodos.