Podemos y Comunes: ‘Antes azul que rota’

La actitud de Podemos y los Comunes ante el referéndum de autodeterminación de Cataluña, que se celebrará el 1 de octubre, es deplorable, ciertamente, pero tiene bastante lógica dada la idiosincrasia de estos grupos políticos. Hay que tener en cuenta que el hecho de ser incapaces de confesarse a sí mismo ciertas cosas les condena a buscar cobijo en la ambigüedad, justo esa ambigüedad que el Proceso ha desguazado de arriba abajo. Basta con mirar dónde están ahora Unió y el PSC. Caídas las máscaras, Unió está muerta, Duran, intente lo que intente, ya es un fósil político, y tenemos un PSC desnudo y residual al que no ha quedado más remedio que alinearse con el ultranacionalismo español de PP y Ciudadanos hasta configurar, los tres, la delegación catalana de la caverna española.

¿Y quiénes son Podemos y los Comunes, en este nuevo escenario clarificador que ha dejado el Proceso? Pues basta con escuchar las declaraciones de sus dirigentes en Barcelona o de los señores Rabell y Coscubiela en el Parlamento para ver que son lo que años atrás, en términos teatrales, se conocía como la ‘claque’. La claque de la caverna, en este caso. Ellos son tan demócratas, progresistas y revolucionarios que dicen exactamente lo mismo que han dicho todos los regímenes autoritarios de la historia para impedir la independencia de un pueblo subordinado, es decir, que la única legalidad posible es la del Estado dominador. Sin esta legalidad no hay garantías. ‘Garantías’, para ellos, son las que les dio el Ministerio de Interior español para poder gobernar hoy el Ayuntamiento de Barcelona. Qué lástima que hayan nacido tan tarde, habrían hecho un gran papel como prefectos de la provincia de Judea en tiempos del imperio romano o como guardianes de las leyes de la corona británica en el proceso de independencia de Estados Unidos o de las leyes españolas en el proceso de independencia de Cuba. Que sean leyes antidemocráticas que prohíben votar, que criminalizan las urnas, que amordazan pueblos, que persiguen demócratas y que conculcan la libertad de expresión no tiene ninguna importancia. La ley del imperio es la ley del imperio, y estos prefectos enmascarados de revolucionarios de parque temático, también llamados Podemos y Comunes, no sólo son servidores, también son garantes de su cumplimiento. En realidad, para ser más precisos, son la brigada de mantenimiento del imperio, lo que le hacen el trabajo sucio.

Todos los imperios están podridos por dentro y, para perpetuarse, necesitan el trabajo impagable de un cuerpo que parezca díscolo con el poder -sólo de boca, claro-, pero que a la hora de la verdad, como la insumisión de ‘cuatro provincias’ rebeldes, apoye el ‘statu quo’ para que todo siga igual. Se trata, en definitiva, tener una voz que suene ‘diferente’ de la del ‘establishment’ -Partido Popular/Partido Socialista/Ciudadanos-, una voz que suene más rejuvenecida, más trabucaire, y que parezca crítica con el imperio, de modo que su oposición a la libertad de la colonia tenga un barniz de apariencia sensata y propia de alguien que «no está ni en un lado ni en el otro», sino todo lo contrario. Y, claro, si incluso los revolucionarios consideran ilegal la insumisión catalana es que el Referéndum no tiene ningún fundamento jurídico y no se puede hacer. Este es el mensaje de la maniobra. Pero la maniobra ha fallado.

El problema de esta gente, por otra parte, es que la falta de un argumento racional para mantener a Cataluña subordinada a España es tan inmensa, tan gigantesca, que no les queda más remedio que repetir todos a una las mismas palabras: «el Referéndum es ilegal, el Referéndum no ofrece garantías…». Son las palabras de PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos y Comunes. Las palabras textuales. Todos juntitos haciendo fuerza en defensa del imperio.

Como he dicho antes, hay algunas cosas, concretamente dos, que Podemos y los Comunes no confesarán nunca porque, si lo hicieran, se verían obligados a reconocer que a lo que de verdad aspiran, con algunos matices ornamentales, es a ocupar el lugar que ahora ocupa el PSOE en el mapa político español. Por ello coinciden tan maravillosamente bien con Pedro Sánchez, Miquel Iceta, Núria Parlón y compañía para dar una capa de pintura a la Constitución española «para resolver de una vez por todas el tema de las nacionalidades». Es aquello de «si les damos un caramelo con palito, callarán». Y es que para esta gente, las palabras de Dios Padre Omnipotente son sagradas: «La Verdad Suprema se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española» , que, traducidas al lenguaje de la calle, quieren decir que «España se pinta, pero no se toca», y que en el lenguaje de los encendidos revolucionarios de Podemos y Comunes significan: «Antes azul que rota».

Esto nos lleva a la segunda cosa que nunca confesarán: su nacionalismo español. Se llaman universalistas, sí. Pero universalistas con «pasaporte español», porque, como todo el mundo sabe, un pasaporte catalán sería la antítesis de la universalidad. ¡Válgame Dios! ¡Dónde vamos a parar! ¡Qué horror! ¡Sólo de pensarlo ya tiemblan! Todo ello, mira por donde, les lleva a decir lo mismo que decía Duran en 2012: «En Unió hay muchas sensibilidades». Pues no, señores y señoras de Podemos y los Comunes. Menospreciar, ridiculizar, desautorizar, descalificar y boicotear el referéndum unilateral -única vía pacífica y democrática para que Cataluña decida si quiere ser un pueblo libre o un pueblo cautivo-, no es sensibilidad, es absolutismo. El absolutismo hipócrita de los revolucionarios de ‘chaise longue’.

El Mon