Independentismo o dependentismo, el resto es eufemismo

El terreno semántico está tan lleno de trampas como la selva amazónica, y si en esta última hay que mirar muy bien dónde pones los pies, en el primero hay que ir con mucho cuidado donde pones las palabras. Si te descuidas y no lo haces, te caes de cuatro patas y estás perdido. Los catalanes nos hartamos de beber aceite. Quizá por eso estamos tan bien lubricados y todo nos entra tan bien (*). Sin embargo deberíamos ser más conscientes de las palabras que decimos y estar más atentos a las que se nos dicen. Si no lo hacemos, si no reflexionamos seriamente sobre el trasfondo de las palabras y los vamos repitiendo día tras día, aunque sea inocentemente, como si fuera inocuo, pagaremos las consecuencias. Me refiero a palabras como ‘nacionalista’, ‘unionista’ o ‘constitucionalista’, y también a los nombres ‘bilingües’ -Ciudadanos/Ciutadans, Podemos/Podem- de algunas formaciones políticas.

Ciudadanos y Podemos tienen un punto en común. En ambos casos se trata de partidos nacionalistas españoles -Pablo Iglesias incluso lo reconoció públicamente- cuyo nombre en catalán no es más que un disfraz para dar un barniz de catalanidad a una concepción hispanocéntrica de la vida. En cierto modo, es la misma finalidad que persiguen los restaurantes que se ponen un nombre que suene muy nuestro, como ‘Ca l’avi» o «Ca l’àvia» (Casa del abuelo o de la abuela), y que una vez estás dentro descubres que la carta está en español y que no tienen vinos catalanes. Por ello, cada vez que decimos «Ciudatadans» o «Podem», para referirnos a Ciudadanos o a Podemos, les hacemos el juego y pasamos por su medida. De hecho, es el mismo objetivo que persiguen asociaciones ultraespañolistas como Convivencia Cívica Catalana y Sociedad Civil Catalana. La primera adopta un nombre que suene igual en catalán que en español -un acento más arriba o más abajo no tiene importancia…- y la segunda pretende lo mismo, pero no le queda más remedio que escribir ‘Societat’, en vez de ‘Sociedad’, porque si no lo hiciera se notaría demasiado que en realidad se trata de un club de amigos nostálgicos del régimen de 1939.

En cuanto a los términos ‘nacionalista’, ‘unionista’ y ‘constitucionalista’, vayamos por partes. El primero es un caballo de Troya que cuenta con nuestra complicidad, ya que repetimos irreflexivamente lo que se nos ha inculcado. En resumen: mientras que ser independentista español -no hay ningún español que no lo sea- es ser normal, ser independentista catalán es ser nacionalista. Así, son ‘nacionalistas’ las personas y los partidos que quieren una Cataluña libre, y son ‘normales’ los que quieren una Cataluña subordinada a España. En este sentido, recuerdo la anécdota de un establecimiento barcelonés de Abacus (calle de Balmes) que hace unos diez años tenía los libros de política divididos idiomáticamente en dos secciones. El nombre de la sección en catalán era «Nacionalismo catalán» mientras que el de la sección en español era «Política española». Naturalmente, les escribí y les hice notar el despropósito de aquella división, y, muy amablemente, me dieron la razón. Era lógico. Les dije que el nombre «Nacionalismo catalán» me parecía inapropiado, pero que sí lo ponían debían poner también «Nacionalismo español». La otra opción, que me parecía la más sensata, era «Política catalana» y «Política española», y optaron por esta. Y es que no había ninguna mala intención por su parte, sólo inercia, pura inercia.

Es el mismo caso de las palabras ‘unionista’ y ‘constitucionalista’. Son las palabras que los nacionalistas españoles se han ingeniado para no ser reconocidos como lo que realmente son: supremacistas y, en caso de ser catalanes, dependentistas. El verdadero ‘unionista’ catalán no impone ninguna unión, simplemente acepta el derecho del otro a decidir por sí mismo. De lo contrario es ‘dependentista’, porque está en contra de que Cataluña sea independiente. Y el ‘constitucionalista’ exactamente igual. El ‘constitucionalista’ es alguien que utiliza la ley, su ley, una ley sólo posible gracias a la supremacía de la nación española sobre la catalana, es decir, una ley antidemocrática-, para impedir que esta última, mediante el voto, pueda ejercer un derecho humano básico: el derecho de toda colectividad a vivir en libertad. Mucho cuidado, pues, con las palabras que usamos y con las que pretenden engañarnos, porque los secuestradores de palabras nos quieren huérfanos de las palabras que les desenmascaran.

(*) Juego de palabras en catalán de difícil traducción al español. «Beure oli» («beber aceite») equivale a «fastidiarla», «estropearla», «joderla»…, pero entonces no cuadraría la referencia al «lubricante».

RACÓ CATALÀ