Una Filosofía Africana de la Historia, Cheikh Anta Diop.

Cuando en la Conferencia de Berlin (1884) las potencias europeas decidieron repartirse el continente africano, África estaba ya muy debilitada después de los atroces efectos devastadores de 4 siglos de Trata de esclavos. La dominación del África continental no sólo fue de naturaleza militar, política y económica; también lo fue moral, filosófica y religiosa, por cuanto dicha dominación tenía que ser  justificada y legitimada para que pudiera ser eficaz y aceptada por la sociedad europea. A los pensadores europeos (Voltaire, Hume, Kant, Hegel…) se unieron otros científicos (Cuvier, Maupertuis,…) que proclamaron la inferioridad intelectual del Negro. En 1925 se creó el Instituto de Etnología de Francia con el fin de divulgar la tesis del antropólogo Lévy-Bruhl, según la cual las sociedades no-europeas son sociedades inferiores con una mentalidad primitiva de marcado carácter “místico y prelógico”. La visión de un África ahistórico y atemporal cuyos habitantes negros no habrían sido nunca responsables de un solo hecho civilizatorio, se imponía en los escritos y se afianzaba en las conciencias. La intelligentsia europea, indudablemente, elaboró una genuina teoría racista, en la que por medio de una correlación imaginaria entre el color de la piel y las capacidades intelectuales, estableció un sistema de jerarquización de razas resultando el Negro un ser cosificado, negado en cuanto persona humana.

La filosofía hegeliana fue trama principal en la construcción de una Idea Europea del África negra. Si África (salvo Egipto y Cartago), habitada por negros, por no-humanos, era tierra despoblada de humanos, quedaba fuera de la historia y sus riquezas estaban a libre disposición, conclusión que unió a los depredadores coloniales y  a los apologistas socialistas de la II Internacional del XIX (sirva de ejemplo el holandés Henri van Kol, el alemán Bernstein, el francés Jaurès y el belga Vandervelde, quienes defendieron una política colonial para una sociedad europea en expansión). En esa dirección coincidían tanto la etnografía y ciencias sociales, que acuñaron la categoría de “Gente sin historia”, como los imaginarios de viajeros, naturalistas y escritores de novelas “de aventuras”, que reconocían un pasado plano y continuo de los Negros, una mera recta cronológica extendida hacia un tiempo cero. Además, la historiografía colonial minimizó la iniciativa africana, atribuyendo sistemáticamente a factores externos cualquier cambio o innovación significativos.

En este contexto histórico e ideológico discurrió la vida y obra del senegalés Cheikh Anta Diop (1923-1986): filósofo, antropólogo, físico nuclear, sociólogo, lingüista y político panafricanista,  fue el más importante historiador africano contemporáneo. Desde el punto de vista de la filosofía, la importancia de su obra radica en su desafío radical al eurocentrismo, teorizado por Hegel en su Filosofía de la Historia.

Al inicio de sus investigaciones históricas, coincidente con la caída de los imperios coloniales europeos tras la II Guerra Mundial, el África negra no constituía un campo histórico inteligible. Diop intuyó que una mirada histórica condicionaría en ese pasado “plano” la visualización de discontinuidades, novedades y transiciones de fase cualitativas inherentes a la temporalidad histórica. Negando el esquema hegeliano de la lectura de la historia, se dedicó a buscar una inteligibilidad que posibilitara analizar la evolución de los pueblos negros en el tiempo y en el espacio. A tal fin, describe las trayectorias temporales complejas e independientes de las comunidades humanas del África negra. En “L´Afrique noire precoloniale”, Diop hace un análisis comparativo del desarrollo histórico europeo y africano-subsahariano, señalando analogías e independencia de su evolución. De este modo expone el desarrollo urbano de una ciudad como Kumbi Saleh (capital del imperio de Ghana), que con sus 30.000 habitantes en el siglo X era una de las poblaciones más pobladas del planeta. Por otra parte, al comparar la constitución del pueblo Mossi (actual Burkina Faso) con la situación de la Europa rural del siglo XIV, concluye que para él resulta ventajosa la de la nación negra. Y remata este estudio comparativo, señalando la existencia de instituciones de educación superior (universidades) análogas a las existentes en la Europa medieval, en las que se enseñaban las Siete artes, el Trivium y el Cuadrivium. Evidentemente, una vez recuperada la historicidad de los pueblos negro-africanos con la aplicación de estas categorías (desarrollo urbano, sistema constitucional, universidad), Hegel queda impugnado y refutado, y su visión de la Historia, claramente dañada y desacreditada.

Pero Cheikh Anta Diop, no contento con este logro, va más allá, busca desarrollar una historiografía del África negra. Al concentrarse en esa recuperación de la historia africana, analiza su proceso de ocultación anterior y, tras descartar que fuese un efecto colateral y espontáneo debido a la ignorancia y desinterés de los poderosos hacia los débiles, lo tacha de falsificación científica consciente. Cuestiona la honestidad y el rigor de la ciencia institucionalizada y, adelantándose a Kuhn y Lakatos, la hace dependiente de la sociedad de su época. Pero, además, al buscar las razones profundas de esa estafa, no sólo desmiente la universalidad de la inferioridad africana, sino que postula una supremacía negra original, fundacional: la «verdad ocultada» es que los egipcios eran negros africanos que habían constituido la primera civilización y habían fecundado a Grecia. Es, pues, África, y no Europa, el lugar de origen de nuestra civilización. Prometeo, el dios castigado por robar el conocimiento a los dioses y entregárselo a los hombres no era un dios europeo sino africano, no era blanco sino negro. Parafraseando su pensamiento, Diop pone a Hegel “cabeza abajo”, invertido: si Hegel decía que África era la naturaleza, ahora Diop afirma que la dialéctica y el Espíritu Absoluto (núcleos de la filosofía hegeliana) tienen origen africano. Nace el afrocentrismo, movimiento filosófico-cultural de enormes consecuencias en la  construcción de identidades político-culturales en las poblaciones negras del África y de la diáspora.

El desarrollo de su proyecto consiste en, por una parte, demostrar mediante un método multidisciplinar que los egipcios antiguos eran inequívocamente negros,  y que su origen histórico, establecidas ya relaciones culturales y lingüísticas entre Egipto y el resto del África Negra, se encontraba en la Baja Etiopía. A este respecto, Diop aporta pruebas contundentes, testimonios de contemporáneos de los egipcios antiguos (Heródoto, Aristóteles, Diodoro, Estrabón…), falsificaciones vergonzosas de la egiptología moderna…. Los egiptólogos tradicionalistas contraatacaron vivamente exponiendo sus tesis clásicas sobre el Egipto blanco, y el tema se enconó. La UNESCO propició un encuentro en El Cairo (1974) donde tras presentar ambas partes sus pruebas, quedó en evidencia que las aportadas por Diop eran de mucho mayor valor científico, lo que supuso un apoyo tácito a la teoría del Egipto negro. No obstante, hoy en día a pesar de las abrumadoras evidencias, hay quien se resiste a aceptar un Kemet (Antiguo Egipto)  negro. Por qué?  Martin Bernal dio con la respuesta al publicar “Atenea negra”, donde explica cómo los griegos admitían que habían sido civilizados por los fenicios, pero sobre todo por los egipcios a quienes reconocían como Negros. Esta visión de la cultura griega es para Bernal el “modelo antiguo” de representación de Grecia y Egipto. Sin embargo, con el auge de las teorías racistas (siglo XIX), los arqueólogos se decantarían por un “modelo ario” en el que los griegos habrían sido civilizados desde el centro de Europa. Para los propagadores de este modelo los egipcios no podían ser negros, puesto que contradecía sus teorías sobre la superioridad racial blanca.

Por otra parte, Diop indaga en el carácter central del pasado histórico del África negra respecto al núcleo comúnmente aceptado (mesoriental-mediterráneo) de la Historia Universal. La presencia de indicios innegables de un fenotipo negro entre la antigua población egipcia, insta a mirar hacia el sur para entender la cultura del Antiguo Egipto. El material comparativo sobre el estilo de vida, las concepciones del mundo, las evoluciones sociales,… todo apunta con firmeza en una misma dirección: la autonomía de la cultura egipcia respecto a Medio Oriente, su originalidad y su vinculación con las sociedades, ya no simplemente africanas, sino negro-africanas. Así, pues, va concibiendo Africa Negra como un continuo histórico incluyendo al Antiguo Egipto, lo que como corolario inevitable, le llevará en último término a asumir la maternidad egipcia (luego africana y negra) respecto al mundo griego. Diop afirma que “así como la tecnología y ciencia moderna se originan en Europa, del mismo modo en la Antigüedad el conocimiento universal surge del Valle del Nilo hacia el resto del mundo, particularmente a Grecia, que servirá como enlace…Por lo tanto, Egipto es la madre remota de la ciencia y cultura occidental…”, “…todo lo que la filosofía griega le debe al pensamiento egipcio de los habitantes negros del  Valle del Nilo: la teoría de los opuestos de Heráclito, la dialéctica de Aristóteles, las diversas cosmogonías de los presocráticos…”. Así que, habiendo sido de origen negro-africano la ciencia y filosofía propias de las civilizaciones del arco mesoriental-mediterráneo, Diop concluirá de manera rotunda que cuando la ciencia y la filosofía europea llegan a África, vuelven a su casa natal.

Diop ha tenido fuertes detractores que le han achacado la construcción del afrocentrismo como una imagen especular del eurocentrismo. Pero es un hecho incontrovertible que adoptó una metodología de investigación basada en estudios diacrónicos, comparatismo crítico y una amplia pluridisciplinariedad (arqueología, lingüística, toponimia, sociología…). Gracias a un enfoque analítico y sintético valida sus tesis sobre la reconstitución científica del pasado de África y abre la posibilidad de una restauración de la conciencia histórica, al margen de la etno-filosofía y de los prejuicios racistas que, tan frecuentemente, envuelven a la ciencia en Occidente. En todo caso, qué argumentario pueden contraponer los defensores de un eurocentrismo basado en tantos infundios racistas, xenófobos…que propiciaron (y propician) un colonialismo e imperialismo devastador e inhumano en África y Tercer Mundo?

La originalidad y  novedad de la problemática histórica africana, abierta y desarrollada por Diop, consiste en una lectura humana de la historia mostrando la inteligibilidad en la evolución histórica de los pueblos negros, en el tiempo y en el espacio. La comprensión del hecho cultural e histórico africano hace que los diferentes pueblos aparezcan como pueblos históricos con su Estado: Egipto, Nubia, Ghana, Mali, Zimbawe, Kongo, Benin…su espíritu, su arte, su ciencia, factores sustanciales de la unidad cultural africana. Diop, al visibilizar la historia africana, no sólo aumentó la autoestima de las sociedades africanas, sino que las dotó de un futuro y de un presente político. Al compartir una memoria e historia común, los africanos pueden ser autónomos, organizarse en una nación, en una sociedad civil con voz y decisión propia sobre su futuro.

En 1961 Diop emprendió la creación en Dakar de un laboratorio de Carbono 14, usó esta técnica para determinar el contenido de melanina de las momias egipcias y benefició a otros ámbitos de la ciencia (arqueología, historia, geología, climatología…). Harto significativa y de alto valor simbólico es la foto en que, enfundado en su bata blanca en el laboratorio, su figura parece exhortarnos a la conquista desde África de una ciencia libre, a la consecución de teorías más ponderadas y contrastables que las que se conciben en Occidente, frecuentemente mediatizadas y distorsionadas por elementos espúreos y fraudulentos.

El 9 de Enero de 1960 Diop expuso su tesis doctoral en la Sorbona; seis años antes tuvo que renunciar a su primera defensa porque sus opiniones chocaban frontalmente con las del mundo académico dominante. La presentación de la tesis, donde argumenta que el Antiguo Egipto había sido una cultura negra, fue todo un acontecimiento. Todos los estudiantes militantes y progresistas que se encontraban en Francia estaban allí, porque sabían que las opiniones de Cheikh desafiaban a la todopoderosa institución universitaria francesa. La masiva audiencia que llenaba la sala Louis Liard de la Sorbona expresaba sonoramente sus opiniones favorables al rebelde candidato. La mención “honorable” que se le atribuyó a su trabajo equivalió a una prohibición para ejercer en la enseñanza. El presidente Senghor no dudará en referirse a esa sentencia del tribunal de la Sorbona para impedirle ejercer cualquier función docente en la Universidad de Dakar. Ironías de la historia, en la actualidad esta Universidad lleva su nombre, así como el Instituto de investigación donde instaló un laboratorio de C14, y también la más larga avenida de Dakar que pasa cerca de la Universidad.

Pero más allá de estos homenajes póstumos, queda su extraordinario legado que debería ser guía para la juventud africana, y estrategia para la liberación del continente africano.