Para hacer una tortilla hay que romper los huevos

Estas palabras textuales, las del título, dichas metafóricamente por Joan Coma, concejal de Vic, para expresar la idea de que si Cataluña quiere la libertad tarde o temprano tendrá que saltar el muro que le aprisiona, son constitutivas de delito en la España. Quien las pronuncie se expone a penas de ocho años de prisión. Nos lo dice la Audiencia Nacional española, que es un organismo de raíces franquistas e impropio de un Estado de derecho, nos lo dice también uno de sus jueces, Ismael Moreno, antiguo inspector de la policía franquista, y nos lo dice igualmente un código penal que, en virtud de sus artículos 472 a 484 y 544 a 549, sitúa la frase citada en el marco de los delitos de Rebelión y Sedición, delitos que, a su vez, de acuerdo con el ordenamiento franquista de 1973, están tipificados como «delitos contra la forma de gobierno». Es decir, los mismos principios de Franco o del régimen de Erdogan en Turquía.

Joan Coma, en declaraciones a Catalunya Radio, dijo haberse quedado sorprendido por la escena esperpéntica que vivió en la Audiencia durante el interrogatorio, al ser instado a explicar cómo hace las tortillas y qué fuerza emplea en ello. Lo detuvieron, lo esposaron y lo llevaron a Madrid para que respondiera a esto. Parece un despropósito, por supuesto, pero es mucho más grave. Es una violación de la libertad de expresión, es un acto de violencia de un Estado que secuestra a un ciudadano, le acusa de delitos alucinantes, la amenaza con ocho años de prisión, le despojo de derechos civiles básicos y limita su libertad privándole de pasaporte. Sin mebargo, esta violencia contra quienes no profesan la religión nacionalista española es una praxis habitual del Estado. Recordemos el caso de Eric Bertran, que a la edad de catorce años, en 2004, bajo el gobierno de Zapatero, fue acusado de terrorismo por pedir a Supermercados Día que etiquetaran sus productos en catalán, y fue amenazado por la juez de la Audiencia con esta frase dicha a gritos y repetida varias veces ante la negativa del niño a responder afirmativamente: «¡Di que eres español o té encierro!».

Cabe decir que no es fácil entrar en el cerebro pleistocènico de esta gente para entender cuáles son sus parámetros mentales. Hay que ver también los referentes machistas que rigen su concepción del mundo para comprender la asociación de ideas que hacen entre la palabra «huevos» y el término «cojones». Es decir, en la línea de aquellas inolvidables palabras de 2011: «El Plan Hidrológico sale por cojones, va a ser un paseo militar; el presidente ha dicho en el Consejo de Ministros que esto salía por huevos». No es extraño que una mentalidad y una actitud ante la vida como éstas ordenaran que Joan Coma, como si fuera un peligrosísimo terrorista sanguinario, saliera de la Audiencia rodeado de veinticinco policías (¡25!). Ni el fascista Comité de Actividades Antiamericanas, de Joseph McCarthy y Parnell Thomas, osó llegar a este extremo con los acusados que citaba a declarar.

Sin embargo, todo en la vida tiene una parte positiva. Y la parte positiva de todo esto no es únicamente que deben estar muy faltos de fondo de armario para verse obligados a recurrir a un viejo franquista como Josep Anglada, en clave de denunciante, a fin de poder iniciar el proceso contra Joan Coma; también demuestran estar bastante faltos de inteligencia al hacer un ridículo tan espantoso ante el mundo y mostrarse como un Estado que quiere competir con Turquía por la violación de determinados derechos humanos. La judicialización de la discrepancia en el Estado español, la criminalización de las urnas, el acoso a la libertad de expresión y el establecimiento de tribunales políticos para perseguir a personas desafectas al Régimen, son medidas de un Estado sin fundamentos democráticos y tan cerca del paroxismo -sobre todo al ver el tono sereno e impasible con que lo mira el independentismo-, que terminará como las cintas magnetofónicas de la serie televisiva Misión imposible. Es decir, autodestruyéndose.

EL MÓN