El coronel de la Guardia Civil que quería protección

Los días 10 y 11 de este mes de noviembre, en el Auditorio del World Trade Center de Barcelona, se celebró el VII Congreso Internacional sobre Políticas Europeas de Tráfico. Este congreso, que es de periodicidad bienal y que tiene como subtítulo «La lucha contra la inseguridad vial», reúne a un conjunto de expertos europeos en la materia que trabajan con el objetivo de conseguir que el número de víctimas mortales de la año 2020, en el conjunto de la Unión, se reduzca a la mitad de las que hubo el año 2010. Entre los ponentes, además de Cataluña, había representantes de Francia, Reino Unido, País Vasco, España, Suiza, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Finlandia…, que abordaron temas relativos a los colectivos vulnerables, la conducción automatizada, la movilidad y la salud pública, las conductas de riesgo, las campañas de prevención y, entre otros, la psicopatología y violaciones de tráfico en personas que han perdido el permiso de conducir. En definitiva, un encuentro que demuestra que no es mediante la uniformización, sino respetando las diversas políticas nacionales, de acuerdo con la realidad de la idiosincrasia de cada país, como se alcanzan los objetivos comunes.

Hasta aquí, pues, todo correcto. Pero entre bastidores sucedió algo que merece ser contada, porque enlaza con la mentira repugnante que Inés Arrimadas, diputada de Ciudadanos en el Parlamento, dijo el 26 de octubre en 13TV. Recordémosla textualmente: «Soy consciente de la realidad porque la vivo. Vivo en Cataluña, y llevo escolta porque ya sabemos qué pasa en Cataluña…» Y dos días después, sabiéndose en falso, intentó maquillar sus declaraciones cargando las culpas al gobierno catalán con otra mentira. Esta: «Llevar escolta no es una decisión mía, es del departamento de Interior. Si el departamento lo hace será por una cuestión de seguridad».

Con relación a la primera mentira, sólo decir que es la expresión de un deseo frustrado del nacionalismo español: la destrucción de la imagen cívica, pacífica y democrática del independentismo catalán mediante falsedades que hagan creer que en Cataluña reina un clima de violencia y terror en la calle. Tanta falacia, sin embargo, no hace más que demostrar la rabia que provocan en esta gente las manifestaciones independentistas de dos millones de personas en Barcelona sin un solo papel en el suelo. En cuanto a la segunda mentira, sólo decir que es rotundamente falso que el departamento de Interior obligue a la señora Arrimadas a llevar escolta. La escolta es una opción personal de los políticos con relevancia gubernamental o parlamentaria. No se impone a nadie. La decisión de la señora Arrimadas, por tanto, es voluntad suya y sólo suya.

Pero lo que de verdad persigue Ciudadanos no es que los catalanes nos creamos sus mentiras, eso ya saben que es imposible. Lo que pretenden es que se las crean en España para que la catalanofobia se extienda lo más posible. Fue justamente el World Trade Center de Barcelona, durante el congreso internacional mencionado, donde se produjo un hecho en este sentido. Como he dicho, Cataluña era el país anfitrión y, en consecuencia, se hacía cargo del alojamiento de todos los invitados, un alojamiento que por razones de orden práctico se hacía en hoteles próximos al World Trade Center, a fin de que los invitados no tuvieran que caminar más de diez minutos de un lugar a otro. Sin embargo, un coronel de la Guardia Civil exigió que pusieran un coche a su disposición para ir al hotel, ya que no quería ir andando. Ante esto, los anfitriones no tuvieron inconveniente en ofrecerle un taxi. Sería un trayecto muy corto, de cuatro minutos a lo sumo, pero no había ningún problema. El coronel, sin embargo, se negó y dijo: «No quiero un taxi, quiero un coche privado». «¿Pero por qué?», le preguntaron. Y respondió: «De un taxi no me fío. Quiero un coche de seguridad, porque ya sabemos qué pasa en…»

Huelga decir que los anfitriones satisficieron los deseos del coronel, de manera que éste no hizo a pie los cuatro pasos que le separaban del hotel. El hombre temía por su vida, y la idea de andar por Barcelona le aterraba. ¡Caminar por Barcelona! ¡Y ahora! ¡Dios nos libre! Es significativo, sin embargo, que repitiera punto por punto las mismas palabras que Inés Arrimadas había pronunciado quince días antes. Se notaba que había tomado buena nota y que, al verse obligado a viajar a Cataluña, tembló de miedo. O quizás no. Quizás el coronel sabía bien que eran una mentira repugnante y sólo quería adherirse a ella; quizás el coronel, como su musa, la señora Arrimadas, pensaba que basta con creerse las propias mentiras para que estas sean verdad.

Con todo, desde un punto de vista psicológico, el análisis del comportamiento de esta gente resulta bastante aburrido. Son tan transparentes, que se ve a la legua hasta qué punto les gustaría que la realidad catalana fuera como ellos la describen. Por eso no hay que preocuparse. Cataluña será un Estado independiente y ellos continuarán atrapados en su autoengaño. Como esos fans de Michael Jackson, que afirman que no está muerto y que vive en Occitania, también Inés Arrimadas, dicho coronel la Guardia Civil y toda la corte de ‘Ciudadanos’ continuarán afirmando, a pesar de la evidencia, que Cataluña no es libre y que vive en España. Es el problema que tiene convertir a un cantante o a un Estado en una religión: cuando su dios muere, los discípulos se sienten huérfanos y desamparados.

EL MÓN