La ‘Nación de naciones’ de Pedro Sánchez

En estos días, Pedro Sánchez, ex secretario general del PSOE y ahora militante de base, ha hecho unas declaraciones a través de la cuales espera que Cataluña le ayude a tomar de nuevo las riendas del partido y poder llegar a ser, si es posible, alternativa a Mariano Rajoy en unas próximas elecciones españolas. Sabe que el PSOE no tiene futuro sin los votos catalanes, y, para conseguirlos, no tiene escrúpulos en mentir, como Zapatero, y en caer en contradicciones flagrantes con relación a lo que había dicho antes. Es el rasgo definitorio del Partido Socialista: hacer justo al contrario de lo que dice que hará.

En el caso particular de Pedro Sánchez, de quien Cataluña Radio ha reproducido últimamente declaraciones anteriores que lo ponen en evidencia, encontramos un hombre que, al ser preguntado por Mònica Terribas con relación a los derechos nacionales de Cataluña, se reía falsamente, como si le hubieran explicado un chiste malo, y, burlándose del proceso catalán, se situaba en un plano de superioridad moral diciendo: «A los socialistas nos va más la igualdad que la identidad». Era una frase para enmarcar, viniendo de un nacionalista español como él, pero bastante concordante con aquella otra, también suya, que decía que Cataluña es una nación, pero sin derecho a decidir. Todo un demócrata, el ínclito señor Sánchez. Y es que, después de todo, estamos hablando del hombre que el pasado mes de junio, en Telecinco, fue abatido dialécticamente por un niño de diez años; un niño que le tumbó todos los argumentos con réplicas inteligentes y reprochándole que pretenda imponer la nación española a los catalanes. Sánchez, sabiéndose en falso, despreció al niño, no le dejó hablar más y dio el tema por cerrado. Es decir, escurrió el bulto. Quizás le viene de ahí la obsesión que le ha cogido por hacer kilómetros.

Ahora, sin embargo, el horizonte del señor Sánchez se ha ensombrecido y no tiene más remedio que decir cosas que, como mínimo, no hundan aún más el PSC. Cosas como esta: «España es una nación de naciones, y Cataluña es una nación dentro de la nación española». Es una frase muy rancia que suena bien a oídos de los socialistas catalanes, porque es como esas copas de cava de las casas de artículos de broma, que parece que estén llenas y que cuando te las acercas los labios das cuenta de que están vacías. En cualquier caso vamos a analizarla. De entrada, sorprende bastante que alguien que, al hablar de Cataluña, dice estar «más a favor de la igualdad que de la identidad», se muestre, al hablar de España, más a favor de la identidad que de la igualdad. Lo digo porque si Pedro Sánchez, Miquel Iceta, Meritxell Batet y todo el PSC en bloque son tan partidarios de la igualdad, nada les hará más felices que ver que Cataluña goza de los mismos derechos que España, ¿no? Igualdad como estados independientes, igualdad de voz y voto en la Unión Europea y las Naciones Unidas, igualdad en embajadas, igualdad en selecciones nacionales, igualdad en política internacional…

De lo que se trata, ya se entiende, es que Cataluña pueda llamarse nación siempre que no ejerza. Si se arrodilla y promete solemnemente por escrito que nunca ejercerá ni pretenderá ejercer los derechos propios de toda nación, el PSOE y su delegación catalana, en un acto de impagable generosidad, estarían dispuestos a concederle el titulillo de ‘nación’. Con ‘n’ minúscula, naturalmente. La mayúscula está reservada sólo para España. Se trata, pues, de repetir la cantinela intentando convencer a los militantes del partido que no tengan miedo, porque Cataluña quedaría atada y bien atada. Es la ciega arrogancia de una gente que piensa que la Cataluña de hoy es la misma que la de antes del Proceso y que picará el anzuelo. Ni siquiera los fortísimos y sucesivos batacazos del PSC en cada contienda electoral no les dicen absolutamente nada.

La arrogancia, sin embargo, tiende al autoengaño y hace que el señor Sánchez piense que basta con proclamarse ‘Nación de naciones’ para serlo. Su razonamiento es éste: «Yo soy ‘la Nación’, y dentro de mí tengo unas nacioncitas que me hacen cosquillas» Es el gran proyecto político de un jacobino, un proyecto identitario e imperial español dentro del cual Cataluña sólo tiene sentido subordinada a España y a la idea de que ‘ser catalán no es más que una manera de ser español’. Quizás una manera un tanto extraña, curiosa, peculiar, pintoresca, sí, pero española, española, española.

Tanta soberbia hace bostezar, francamente. Sobre todo cuando esta soberbia empaña el cerebro y, como en el caso de Pedro Sánchez y de sus acólitos, no les permite asumir que España es España, y Cataluña es Cataluña. Hace falta una cierta inteligencia para admitir esto, ya lo sabemos, pero sería necesario que hicieran el esfuerzo. Cataluña no es ni puede ser nunca «una nación dentro de la nación española», porque ninguna nación puede ser nunca periferia de ninguna otra nación, a menos que forme parte de ella; y si forma parte, ya no es una nación, es un pedazo de la otra nación. Justo lo mismo, en otro contexto, que el PSC dentro del PSOE.

EL MÓN