Pequeña recopilación de sentencias españolistas frustradas

Si tuviéramos que hacer una recopilación de todas las veces que los partidos nacionalistas españoles han dicho que el proceso catalán estaba muerto, ya haría bastante tiempo que lo habríamos enterrado. Lo dijeron a raíz de la consulta que se celebró el 9 de noviembre de 2014, y fueron espectacularmente derrotados con un 81% de votos favorables a la independencia. Lo repitieron a raíz de las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015, y volvieron a ser espectacularmente derrotados, al obtener el independentismo la mayoría absoluta con 72 escaños. Y ahora, a raíz de las elecciones españolas del 26 de junio, las de su país, lo han repetido de nuevo. Hagamos esta pequeña memoria:

30/12/2014, Enric Millo (PP): «El proceso está en vía muerta.»
28/01/2015, Alicia Sánchez-Camacho (PP): «El proceso está tocado de muerte.»
28/02/2015, Alicia Sánchez-Camacho (PP):» El proceso está en vía muerta».
08/03/2015, Jordi Cañas (Ciudadanos):» El proceso independentista ha muerto».
08/12/2015, Albert Rivera (Ciudadanos): «Diremos adiós al proceso».
17/12/2015, Juan Carlos Girauta (Ciudadanos): «Si ganamos en Cataluña el proceso queda muerto».
01/17/2016, Miquel Iceta (PSC-PSOE) : «El proceso es inviable.»
08/06/2016, Alicia Sánchez-Camacho (PP): «El proceso está tocado y hundido».
08/06/2016, Inés Arrimadas (Ciudadanos): «Crónica de una muerte anunciada».
09/06/2016, Xavier García Albiol (PP):» El proceso ha muerto».
06/17/2016, Juan Carlos Girauta (Ciudadanos):» El proceso soberanista está muerto».

Son muy curiosas las contradicciones en que incurren una y otra vez todos estos personajes que, desgraciadamente para ellos, no se han parado a pensar en el penoso papel que les reserva la historia como colaboradores del sometimiento de su pueblo a un Estado que se le declara superior. Primero dan por muerto el proceso, a continuación dicen que «está tocado de muerte», luego vuelven a decir que está muerto. Más tarde se lo repiensan y dicen que «dirán adiós al proceso». A continuación dicen que el proceso va a morir si ganan ellos. Pero pierden y salen escaldados. Más adelante dicen que es «inviable». ¿Inviable? ¿Es que no habíamos quedado que estaba muerto? Y un tiempo después vuelven a insistir en que el proceso está muerto, muerto, muerto… Muerto y enterrado, muerto y enterrado, muerto y enterrado…

Son contradicciones ridículas, no hay duda, pero perfectamente lógicas, porque están motivadas por un deseo que se ve reiteradamente frustrado y que empuja a esta gente tan ufana y tan soberbia a creer que, a fuerza de dar por hecho el deseo, éste se convertirá en realidad. Hacen como el niño atemorizado que se dice a sí mismo «no tengo miedo», «no tengo miedo», «no tengo miedo», con la esperanza de que cuanto más lo diga más ahuyentará el miedo. Pero el miedo no se va, y la consecuencia de esto es una dificultad añadida: ahora, además del miedo, hay que sumar la frustración. Me temo, sin embargo, que carecen de otros recursos intelectuales, políticos y jurídicos, los nacionalistas españoles están condenados a convivir con su miedo y con su frustración, porque el proceso de independencia de Cataluña continuará adelante inexorablemente hasta la consecución de un Estado. Entonces, aunque demasiado tarde, entenderán estas sabias palabras de Francesc Pujols: «El pensamiento catalán rebrota siempre y sobrevive a sus ilusos enterradores.»

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