¿Cuál es la palabra escrita en euskera más antigua?

Un bronce hallado en una tumba en Roma en el año 1908 conservada en el museo Capitolino y que data del 89 a.C., habla de jinetes de la “Tvrma Sallvtana” (“u” y “v” se leen igual) que participan en las legiones romanas a los que se les concede la ciudadanía por haber ayudado a Cneo Pompeyo el Magno en la toma de la ciudad italiana Ascoli o Ásculo, por lo que es conocido como “El bronce de Ascoli”. Estos jinetes eran legionarios de Cesaraugusta-Zaragoza (Salduba) y su comarca hasta Segia (Ejea de los Caballeros), pero del pueblo o gentes baskonas-suesetanas, además de otras poblaciones río arriba del Ebro como los libenses de Libia, municipio actual de Herremelluri-Leiva que eran berones (-Oliva- en La Rioja sobre el río Tirón). En el listado hay nombres euskéricos -sobre todo entre los padres mientras que los hijos aparecen romanizados- y otros íberos o de influencia íbera; significativamente también, ninguno celta. Los soldados berones de Libia son: “Umarillun, Adimels, Tarbantu y Bastugitas”, los primeros claramente euskaros, lo que haría difícil o imposible una vez más la hipótesis de una “baskonización tardía”, tal y como hemos ido viendo (ttp://lehoinabarra.blogspot.com.es/2016/01/las-primeras-palabras-en-euskera.html).

Según el historiador nabarro Manex Goyhenetche (1942-2004), en su libro “Historia General de País Vasco”, están en euskera: Cacusin chadar, Sosinaden sosinasae, Sosimilud sosinasae, Urgidar Luspanar, Gurtano Bituro, Elandus Enneges, Agirhes Bennables, Nalbeaden Agerdo, Arranes Arbiscar, Umargibas Luspangig, Beles Umarbeles y Balciadin Balcibil. La deformación o adaptación al latín de los nombres indígenas es también manifiesta. Tenemos un “Enneges” y “Ennegensis” por ejemplo (raíz Eneko), nombre que reaparecerá como Ennecus entre los primeros reyes baskones del reino de Pamplona-Nabarra en el siglo IX (romanzado después como Iñigo).

Tanto el filólogo gipuzkoano Koldo Mitxelena (1915-1987) como el antropólogo español Julio Caro Baroja (1914-1995), señalan que muchos nombres entre los baskones son íberos (lo cual es extensible a los bardulos y karietas de la actual llanada alabesa), bien por moda o bien por bilingüismo. En el libro “La lengua vasca” lo explicaba el lingüista gipuzkoano Koldo Mitxelena al hablar sobre la debilidad de la hipótesis de una “baskonización tardía”: “Los argumentos con que se ha apoyado esta teoría no tienen fuerza bastante. Si se dejan a un lado los textos, que nada dicen de lo que se les ha querido hacer decir, está en primer lugar la onomástica personal, de carácter indoeuropeo, señalada por Gómez-Moreno (se refiere al que fuera arqueólogo granadino inventor de esta hipótesis). No obstante, la prueba es incompleta, porque nada dice de Guipúzcoa y muy poco de Vizcaya, además de ser excesiva, ya que en parte de (Alta) Navarra se descubren los mismos nombres que en la llanada alavesa. No hay que olvidar tampoco que la onomástica personal está demasiado sujeta a modas”. Serían los nombres de persona (antropónimos) más antiguos escritos en euskera, pero no las primeras palabras escritas en euskera.

El poeta latino Rufo Festo Avieno del s. IV d.C. y natural de Etruria en Italia, en su obra «Ora Marítima» describe la costa europea desde Britania en verso (se conservan tan sólo 713 versos), mezclando diferentes textos antiguos griegos, fenicios y romanos desde el siglo VII al I a.C. Uno de los versos al hablar del Ebro dice: «Quod inquietos uascones proelabiur». Pero se puede datar mejor un texto de Marco Terencio Varrón (116 a.C. al 27 a.C.), el cual sobre el año 50 a. C. habla de «uascos». Varrón fue el director de las primeras bibliotecas públicas de Roma, polígrafo, escritor latino y lugarteniente de Pompeyo el Magno, fundador de Pamplona sobre un asentamiento baskón en el 75 a.C. Unos años después, la palabra “vascon” es utilizada por Tito Livio (59 a. C a14 d. C) en “Historia de Roma” al describir la campaña de Sertorio (78-72 a.C.) por el Ebro hasta “Calagurris” (Calahorra): “per vasconum agrum ducto exercita”. Julio Caro Baroja señala en su libro “Los vascones y sus vecinos” que “vascones” sería el plural de “vascus” (vasco). Pero este nombre en euskera se puede datar 50 años antes a través de la numismática.

Las primeras monedas halladas en el mundo son las del rey Creso, inmensamente rico, que reinó en Asia Menor en el siglo VIII a.C. Las monedas se usaban desde el siglo VI a.C. en Grecia. En península ibérica, se observa una mayor concentración de cecas en aquellas zonas más conflictivas, por lo que se puede considerar que estas acuñaciones surgen como respuesta a una estrategia política de atraerse la fidelidad de los pueblos o de premiar sus servicios. Estas cecas desaparecen con César Augusto (63 a.C.-14 d.C.) para usar las comunes a las del Imperio, aunque con las particularidades de los diferentes talleres imperiales. Con todo, Roma se reservó siempre el derecho de acuñar en metales nobles y sólo algunas ciudades fueron autorizadas a emitir en plata.

Es así como los romanos introdujeron la moneda entre los baskones, se cree que para pagarles por su ayuda en la lucha contra los diferentes pueblos celtas que estaban presionando e intentando hacerse con territorio baskón en la comarca del Ebro medio (especialmente los celtíberos), por lo que los romanos concedieron el privilegio a una serie de ciudades o comunidades de los territorios sometidos para acuñar monedas. Otra serie de monedas y cecas provienen de las luchas por el poder entre los generales Sertorio y Pampeyo (78-72 a.C.) que terminaron de dominar a los pueblos de la depresión del Ebro medio y hasta el Pirineo.

Los ilerdenses y celtíberos apoyaron al Pretor romano Quinto Sertorio que se alzó contra Roma cuando en ésta se impuso una dictadura. Sertorio, contrario a la facción vencedora por el poder romano, se atrincheró con su ejército en Calahorra, Huesca y Lleida. El Senado romano mandó a Cneo Pompeyo el Magno. El mencionado historiador romano Tito Livio de Padua sobre lo ocurrido en los años 75-76 a.C. describe: “Sertorio decide marchar contra los berones y los autrigones, que eran partidarios de Pompeyo, arrasa los territorios de los bursaones (Borja), los cascantinos (Cascante) y graccurritanos (Alfaro, Rioja Baja), llegando hasta Calahorra Nassica, su aliada (todos ellos baskones). Conduce  su ejército a través del territorio de los baskones y llega a la frontera de los berones que estaban ayudados por la caballería de los autrigones (…) Él mismo había determinado marchar contra los berones y autrigones, llegó a Vareia, la más fuerte ciudad de esta región. Aunque era de noche, sus habitantes no fueron cogidos por sorpresa, pues habían llamado en su auxilio a todo la caballería de su país y de los autrigones”.

Por tanto, estos pueblos eran aliados entre sí y ya hemos visto que eran además euskaros (http://lehoinabarra.blogspot.com.es/2016/01/las-primeras-palabras-en-euskera.html). Calahorra fue la última ciudad en caer, fue fiel a Sertorio hasta el final, su habitantes llegaron a comer carne humana para subsistir (de ahí el “hambre calagurritana”); para no ser llevados como esclavos, muchos se suicidaron y los pocos que quedaron fueron degollados por los romanos como ocurriera en Numancia (actual Garray) más de medio siglo antes, ciudad celtíbera de los arévacos hasta su total aniquilación en el 133 a.C.

Estas monedas realizadas en estas cecas baskonas tienen varias peculiaridades. En el libro “El Euskera arcaico” (2002) Luis Nuñez Astrain comentaba al respecto: “Entre los 103 lugares de Hispania que el lingüista alemán Jürgen Untermann catalogó como emisores de moneda en escritura paleohispánica, unos 70 pertenecen al área ibérica, unos 24 al área celtibérica y el resto, unos 10, de los siglos II y I a.C., pertenecen al norte del Ebro, en concreto a (Alta) Navarra y Alto Aragón (territorios de los baskones y baskones-jacetanos por tanto). Sus características de todo tipo como monedas son bastante peculiares y su lengua puede ser alguna de las dos anteriores (ibérico o el celtibérico), con algún rasgo vascoide; si la leyenda de alguna de las monedas fuese euskera arcaico, entonces serían probablemente las únicas palabras vascas conservadas escritas en caracteres distintos de los latinos, concretamente en caracteres paleohispánicos: Arsakoson, Arsaos cerca de Pamplona; Ba(r)skunes también cerca de Pamplona, cuya posible etimología ha hecho correr ríos de tinta; Bentian Bolskan en latín Osca, en castellano Huesca; Iaka: en latín Iaca, en castellano Jaca (provincia de Huesca); Olkairun para Tovar (se refiere  al filólogo vallisoletano Antonio Tovar 1911-1985), Olka sería celta e Irun el nombre vasco de ciudad, pero esto último es poco probable, ya que en aquellas fechas esta palabra tendría que ser todavía -ilun, por no haberse producido aún el paso posterior l > r (como en Pompailu(n)-Pompaelo hoy Pamplona); Ontikes Sekia en latín Segia, en castellano Ejea de los Caballeros (provincia de Zaragoza), palabra indoeuropea que traduce la idea de «victoria» Sesars Tirsos Umbanbaate”.

La primera ceca o centro de acuñación de monedas de “barskunes” (al estar en grafía íbera es sólo una transcripción al alfabeto latino -ver la foto del artículo-) data de los años 140-80 a.C. y hay otra ceca diferente de “baskunes” de los años 120-80 a.C. La ceca de “benkota” es del 120-80 a.C. y la de “olkairum” de 120-40 a.C. Todas ellas son cecas dentro del territorio baskón que nos señalan la época de conquista del territorio por los romanos.

Unos años después, dentro de las “Guerras Sertorianas”, aparecen monedas del año 74 a.C. de la mayor ceca del norte peninsular sita en Pamplona o cercanías, tanto denarios como ases en alfabeto ibérico. En todas estas monedas tenemos la leyenda “Ba(r)skunes” o “Barsonnes” y en los anversos “Bengoda” con algunas variantes. El que fuera catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Deusto y de Historia del Derecho en la UPV, J.L. Orellá Unzué (Pamplona 1935), en su libro “Historia de Euskal Herria” concreta la procedencia de las monedas: “Barscunes ceca de Pamplona o Biana. Bentian a orillas de Arga, además de Cascaita, Olcarium y Otices. La ceca del jinete ibérico, la más numerosa de la península, es de Kalakorikos (Calahorra, Rioja Baja), han aparecido en el nordeste, levante y sur peninsular, son leíbles pero no se saben interpretar. Las cecas del jinete ibérico estaban sobre todo en Calahorra, pero también en Alagón, Huesca, Borja, Jaca, Ejea, Tarazona y Zaragoza. Estaría acuñadas entre el 120 y el 20 a.C.”.

No puede ser que haya dudas sobre que sean baskonas y no celtíberas viendo la procedencia de las cecas en territorio baskón (la frontera estaba en Alagón-Alaone a 15 Km. de Zaragoza-Caesaragusta), el uso del alfabeto ibérico y con palabras en este idioma, la historia conocida y que hemos relatado, el mantenimiento de su acuñación en el tiempo hasta los años 20 a.C. cuando ya los celtíberos y demás pueblos celtas estaría muy romanizados o desaparecidos de la historia tras las tres Guerras Celtíberas (181-133 a.C.) o por su apoyo a Sertorio (78-72 a.C.), pero sobre todo, por las palabras aparecidas en euskera en todo o en parte de algunas de ellas, aunque no conozcamos probablemente más que aproximadamente el 25% del euskera prerromano. Son por tanto cecas baskonas en alfabeto íbero, pueblo del cual los baskones aprendieron la escritura ya que los íberos habitaban el mediterráneo, desde donde probablemente les llegó la misma (habitaban la comarca entre el río Narbona a Játiva y la cuenca del río Jalón de forma resumida).

En Gipuzkoa han aparecido estas monedas en Usategi (Ataun) y en el caso de Bizkaia en el monte Lejartza en Larrabetzu, donde en el año 1767 se descubrió un tesoro de ciento veintiún denarios y joyas de plata. Las cecas llevaban el nombre de “arekopata, sekobirikes, baskunes, benkota, turiasa, arsaos y bolskan”. Las piezas más numerosas pertenecen a la emisión de baskunes relacionadas con las lucha entre Pompeyo y Sertorio. Cuando menos “baskunes” o “turiasa” parecen estar en euskera (probablemente alguna más). Fuera de territorio baskón, las monedas con la inscripción “baskunes” han aparecido en Palencia, Córdoba (Molino de Marrubial), Jaén (denarios) o en Fuenmayor (La Rioja Media, berones). Pero no son las palabras más antiguas escritas en euskera.

Entre estas monedas tenemos las mencionadas de la ceca de Kalakorikos (Calahorra), que es una de las ciudades mejor documentadas de la provincia Tarraconense. Sabemos que fue el municipio donde se aplicó de forma más temprana el derecho romano en el interior de la Península y que Augusto ejerció un efectivo patronazgo sobre él; éste emperador romano incluso tuvo escoltas baskones procedentes probablemente de esta población. La ciudadanía y el rango municipal que recibieron los calagurritanos a la altura del 31 ó 30 a.C., era un efectivo privilegio otorgado por entonces de modo muy selectivo; nombrada por primera vez durante el proconsulado de L. Manlio Acidino Belarra, emitía monedas en su ceca con el nombre de Kalakorikos en el año 171 a.C.. El nombre vendría de “cala” roca (interpretación posible) y “gorri” roja o pelada (más fundamentada). Pero sería la tercera palabra en euskera conocida hasta el momento.

Es más que probable que los topónimos prerromano y romano de su vecina Alfaro (Rioja Baja) estén en euskera. Reconocida por los historiadores grecolatinos como “ciudad baskona”, fue fundada en el año 179 a.C. en honor a su conquistador Tiberio Sempronio Gracco, por lo que fue rebautizada como “Graccurris” pero se asentó sobre la población indígena “Ilurcis”, ruinas encontradas cerca de esta población en el río Alhama. Ambos topónimos tienen el término “ili/uri” ciudad en su variedad dialectal según Julio Caro Baroja, sería el primer topónimo en euskera y estaba en territorio de los baskones. Pero puede que haya palabras en euskera anteriores a estos nombres que nos da la numismática.

Se encontró en Liria (actual Valencia) un vaso de alfarería donde, a modo de caricatura, dos personajes desde dos barcas diferentes están combatiendo y otro desde tierra amenaza con una lanza. En este vaso aparece escrito con caracteres ibéricos «gudua deitzdea», traducible como “llamada a la guerra” y está datado también del s. II a.C. (ver la foto que ilustra este artículo).

Es probable que las diferentes inscripciones en íbero escondan nuevas palabras en euskera, más si vemos la fuerte influencia técnica, en la onomástica personal, cultural e idiomática que éstos ejercieron sobre los pueblos euskaros colindantes y de la Llanada alabesa, así como la existencia de unas aparentemente mejores relaciones que con los diferentes pueblos celtas. La relación areal, bilingüismo o influencia del íbero sobre el euskera y viceversa (por qué no) parece clara, como en los numerales. Así en íbero, aunque no sabemos su correspondencia, existen los numerales: ban, bi/bin, irur, laur, borste/bors, sei, sisbi, sorse…abar u orkei; en euskera el orden de los numerales es: bat, bi, hiru, lau, bost, sei, zazpi, zortzi…hamar u hogei.