Fueros y ciudadanía

Todo indica, que el contexto social en que nos encontramos para la mayor parte de la ciudadanía de a pie, es insoportable. Y aunque guarda silencio, todo parece indicar, que las entrañas de este silencio se envenenan… Quizás sea el miedo, la cobardía, o la tensa espera de algún “Deus ex machina”.

Probablemente esto sea así, porque el concepto de ciudadano con sus derechos y obligaciones todavía no se ha encarnado en una parte muy significativa de la sociedad. Como si los derechos ciudadanos, no pasaran de la mera aspiración.

Esto explica que toleremos que la organización, incluso el monopolio de lo público permanezca en manos corruptas. Que aceptemos las pautas de cerebros tan diabólicos o sibilinos como Cristina Legarde, Juncker, Merkel o de ineptos, tipo marianico… (¿Quién produce el verdadero miedo, Syryza, podemos, Bildu, o el FMI…?)

Y luego nos tragamos la desfachatez e inmoralidad de algunos jueces que con su “ingeniería jurídica”, gratifican al de su bando y enchironan al del ajeno, por políticamente incorrecto.

Que ahí andan un buen puñado de ellos tapando sus vergüenzas con sus togas, como dominguillos de la “casta”… Y así nos va…

El concepto de ciudadano parece sustanciarse con la revolución francesa. Un gran logro del enciclopedismo, que sin duda no se hubiera conseguido sin el advenimiento del individuo renacentista.

En Navarra y en general en toda Vasconia, de alguna forma ya se habían manifestado muchos de los elementos que constituyen el ser ciudadano. Es lo que hizo posible que el sistema foral predominara sobre las propuestas o arbitrariedades de la realeza. Una de las virtudes de nuestro derecho pirenaico.

En otras latitudes, por ejemplo España, los fueros eran privilegios concedidos por el rey, a su “santo” arbitrio. Unas veces como premio a la fidelidad de sus gentes, otras –como en la llamada reconquista- para incitar al poblamiento, etc…

En tierra de vascos, el fuero era ley. Usos y costumbres emanados del pueblo, que se constituían en normas de obligado cumplimiento, tanto para gobernantes, incluidos el rey, como para gobernados…

Así pues, leyes, instituciones –jurídicas, ejecutivas y legislativas-, secularmente fueron exclusivamente navarras.

Por eso el eslogan ese de “¡que vienen los vascos!”, los que siempre estuvimos aquí, me produce mas que sorna, cabreo. Lo que un navarro de verdad, a poco que fuera mínimamente consciente debiera temer es el “¡que vienen los españoles!”.

Y ya vinieron. Y nos dejaron nuestras instituciones, nuestra cultura y nuestras finanzas como están ahora, como unos zorros. Como las dejaron en Latinoamérica, en países bajos, en Filipinas…

Ya es hora de que los vascos, sin ningún tipo de complejos, ante la debacle unionista, presentemos nuestra candidatura. La expresión de nuestra voluntad política como ciudadanos, es un derecho universal.

¿Qué o quien impide este ejercicio de restauración y “agiornamiento” de nuestras leyes, fueros si se quiere.

Es admirable, la capacidad de nuestro pueblo para montar una “manifa” a favor de la cercanía de los presos, en contra de los corruptos o en contra un pantano, por ej… Nada que objetar. Pero eso, a la casta de la corte, no parece suponerle excesivo desgaste y preocupación.

El día que seamos independientes, nuestros presos estarán aquí o en casa, la corrupción de existir, la tendremos cerca de nuestro control etc…

Por eso creo que nuestra mayor manifestación, nuestra constante y gran manifestación como ciudadanos de Vasconia, no puede ser otra que por la reintegración foral.

-¿Para que valen los fueros –me preguntaba un decepcionado y hastiado coleguilla?-

– Hoy –le repuse-, tal como están, para poco o para nada. Y menos valdrán, si su desarrollo y protección, sigue en manos de los mismos.

Es decir “argi eta garbi”, que no pasan del puro y vergonzante testimonio del que quiere –o incluso no quiere-y no puede. Triste parodia de lo que un día fue Navarra.

Al menos si los que amamos esta tierra, como ciudadanos navarros, no lo remediamos, sin esperar a que venga Pepiño o la Cospe…