Iconoclastía navarra (arte, política y sociedad en Nafarroa)

La desaparición de un mural que representaba un arrano beltza con la inscripción Independentzia en Altsasu, por parte de la guardia civil, el pasado 15 de octubre, motiva la presente reflexión. Si bien la pulsión del poder político por la destrucción de las imágenes en navarra es de larga data, los hechos de Altsasua corresponden a un proceso cultural más cercano en el tiempo, que tienen origen en la dictadura genocida de Franco y sus negativas consecuencias culturales. En esas difíciles circunstancias se producen nuevas narrativas visuales que se caracterizan por el desarrollo de prácticas artísticas orientadas a la sociopolítica y la historia y que ofrecen una  mirada desde la identidad vasca de los antiguos territorios nabarros. Ejemplo de estas representaciones es la resignificación y difusión del arrano beltza desarrollada durante la segunda mitad del siglo XX. Uno de los iniciadores de esta resignificación fue el político y escritor Telésforo de Monzón (1904-1981). La reinterpretación del símbolo regio tenía que ver con la autoafirmación de lo étnico y el fortalecimiento visual del sentimiento independentista. Esta resignificación debía ser entendida como simbología identitaria y representación visual del tiempo en que los territorios nabarros estaban unidos bajo su propia soberanía. Para explicar la resignificación que simboliza el arrano beltza reproducimos las palabras del propio Monzón: Nafarroa comienza en las playas del Cantábrico, nuestra lengua es la lengua navarrorum, el arrano beltza da sombra a todos los vascos. La toma de conciencia de la opresión sufrida durante el franquismo fortaleció el desarrollo de prácticas culturales específicas y determinados acontecimientos visuales se convirtieron en representaciones icónicas de identidad caracterizadas por su potencialidad simbólica y su capacidad de convocar la unidad política y cultural del antiguo Estado de Nabarra, como refugio de la militancia independentista y espacio de resistencia cultural.

Durante la década de 1970 el destacado músico y compositor alsasuarra Agustín González Acilu llevó al arte de los sonidos estas representaciones identitarias en su obra cumbre, la cantata coral Arrano Beltza. La idea de hacer una obra coral con textos en euskera surge tras unas conversaciones de Acilu con el escritor José Antonio Artze “Hartzabal” y como consecuencia del interés que habían suscitado en el alsasuarra los versos del poeta, en particular el poema Arrano Beltza que pertenece al libro Laino Guztien Aspitik del año 1973 y escrito en colaboración con el pintor José Luis Zumeta. La investigación lingüística de la fonética éuskara y la capacidad de conmover de que aportan los sonidos hacen de esta obra una notable producción artística. El contenido del texto es bien significativo, y podría decirse que anticipa al “Paradigma nabarro”, resume en acertada crónica las fechas clave de la historia de Nabarra: La pérdida territorial del año 1200; la conquista castellana de 1512 y la pérdida de la independencia, etc. El estreno de la obra el 23 de enero de 1977 en la sala de la Caja Municipal de Iruñea fue un verdadero éxito. Podemos afirmar que el Arrano Beltza, representado a través del lenguaje musical, literario y visual constituye un importante patrimonio de Altsasu.

Lamentablemente también debemos afirmar que la mayoría de las veces estas representaciones visuales son interpretadas por quienes detentan el poder político en Navarra como enaltecimiento al terrorismo y por lo tanto merecedoras de censuras y prohibiciones por los gobiernos afines al Estado español, continuando las prácticas franquistas de censura e iconoclastía. Esta condena política del arte contemporáneo navarro, que recuerda a la concepción nazi de “arte degenerado”, constituye una violación al derecho a la cultura y al desarrollo artístico de la sociedad negando la investigación, conservación y democratización del patrimonio cultural. De este modo se impide la institucionalización del arte popular al imposibilitar jurídicamente a los museos de arte contemporáneo de navarra la exposición de ese patrimonio. Estas prácticas iconoclastas se sustentan en la tristemente célebre “Ley de símbolos” y dejan en claro que la dominación se legitima en la superestructura. Debemos comprender que vivir en una ciudad es una experiencia múltiple que no se limita al trazado urbanístico, ni al encuentro diario con el resto de los habitantes, que los sonidos y los aromas son parte de su naturaleza, pero también las imágenes que nos asaltan a cada paso… Los hechos ocurridos en Altsasua ponen en evidencia la incapacidad del gobierno de dotar de sentido a la experiencia humana.