El sitio de 1714. Una resistencia por dignidad

La resistencia catalana: Barcelona, 1713-1714

El Tricentenario 1714-2014 ha favorecido la publicación de una buena cantidad de libros sobre la Guerra de Sucesión, y más concretamente sobre los hechos del fatídico del Once de Septiembre, en la que las tropas borbónicas entraron en Barcelona después de un sitio de catorce meses. Nos falta una película, ciertamente, pero los costes de producción cinematográfica son muy superiores a los de producción literaria y de momento no ha sido posible. Lo que si hay, como digo, son libros. Y muchos. Por eso hay que saber elegir. Un libro muy didáctico en este sentido, muy bien escrito y que rezuma un gran cuidado por parte del autor en el intento -exitoso por completo- de evitar que el lector se pueda perder abrumado por una avalancha de nombres, es ‘La resistencia catalana: Barcelona, 1713-1714’ (Eumo, 2014), de Eduard Puig. Este libro, aunque nos habla del Pacto de Génova y de las gestiones diplomáticas de los embajadores catalanes en Londres y Viena, se centra en los entresijos del asedio. Es decir, en los hechos dramáticos que ocurren entre el 25 de julio de 1713, fecha en que el ejército borbónico, comandado por el duque de Pópuli, llega a L’Hospitalet, y el 11 de septiembre de 1714, fecha de la batalla final y de la claudicación catalana.

A lo largo de sus páginas, el libro de Eduard Puig aborda los enardecidos debates sobre la resistencia, el adiós de los aliados, la presión fiscal en la Cataluña interior, el liderazgo del Consell de Cent, la llegada del duque de Berwick tras el fracaso de Pópuli, la desproporción entre los dos bandos -ocho soldados borbónicos por cada catalán resistente-, el bloqueo naval, las deserciones, el hambre, la oferta de rendición, la respuesta catalana de luchar hasta la muerte, el liderazgo de Villarroel y su trágico final, los últimos combates, la capitulación, la ocupación de Barcelona, la represión posterior, el asesinato de jefes militares y la construcción de la ciudadela.

Son especialmente desgarradoras las atrocidades que cometieron los invasores, con degüello de civiles, niños incluidos, violación de mujeres, saqueos y quemas de pueblos enteros. El caso de la villa de Sant Quintí de Mediona, con sólo ciento cuarenta casas, es paradigmático, ya que fue rodeada por 2.500 borbónicos comandados por el sanguinario brigadier Diego González y todos sus habitantes -unos ochocientos- fueron asesinados. Pópuli le felicitó, porque, según él, «la reincidente perfidia de estos naturales se ha Hecho ya indigna de toda piedad y conmiseración, y precisa usar el hierro y el fuego para cauterizar a miembros tan dañados». Sant Hilari Sacalm, Sant Hipòlit de Voltregà, Moià, Sallent, Viladrau, la Pobla de Claramunt y muchísimas otras villas también fueron arrasadas. Detengámonos en estos puntos de la narración, que he dividido en seis pequeños fragmentos:

– Los bombardeos: «Al cabo de dos o tres semanas de bombardeo los proyectiles que habían caído sobre la plaza ya se contaban por miles (parece que más de 11.000 a mediados de junio). Escombros de las casas destruidas llenaba las calles y un tercio los edificios de la ciudad había sido destruido».

– El hambre: «El hambre se hizo cada vez más evidente, tal como lo atestigua el hecho de que pronto desaparecieron todo tipo de animales dentro de las murallas. No sólo los de consumo, sino también los domésticos como gatos y perros».

– A vida o muerte: «También se previó la posibilidad de establecer un combate casa por casa en caso de que los borbónicos superaran el perímetro defensivo de los resistentes. Ciertamente, esta última medida era de una gran radicalidad, porque, habitualmente, cuando una ciudad perdía las murallas y las tropas enemigas las penetraban, se acostumbraba a pedir la rendición para evitar la total destrucción de la población. Este hecho nos indica el grado de desesperación de los catalanes, pero también su inquebrantable voluntad de luchar por su ciudad».

– Las mujeres: «El papel de las mujeres, aunque mucho menos conocido, fue importante a lo largo de todo el sitio y también en otros momentos de la guerra. […] Ya el día 2 de octubre de 1713, cuando el coronel Amill pudo entrar en la ciudad con más de 300 fusileros, entre los muertos había cinco mujeres. Iban vestidas con ropa de hombre, con las armas en las manos y con una daga en la boca».

– Victorias esperanzadoras: «A pesar de la inmensa superioridad borbónica, el ataque del temible cuerpo de asalto tuvo que detener su avance gracias a la oposición feroz de los resistentes. Lo intentaron en cuatro oleadas sucesivas y fueron deshechos por los catalanes, que perdieron un buen número de hombres. La artillería de los resistentes, aunque no muy numerosa, hacía estragos entre los soldados enemigos, los cuales formaban una masa compacta tan grande que los cañones de los defensores no tenían ningún tipo de dificultad para apuntar allí y diezmar a placer».

– El valor: «Las noticias de la desesperada situación de aquella zona habían llegado a los hospitales barceloneses y más de 500 heridos leves se levantaron y se dirigieron al Pla de Palau para volver a tomar las armas. Con ellos vinieron mujeres y otra gente del pueblo que querían contribuir a cerrar el paso al enemigo».

Eduard Puig ha construido un libro que se lee como una novela épica, pero con la descripción rigurosa de unos acontecimientos que fueron tristemente reales. Contiene momentos para el desencanto, con desolación, traiciones, ambiciones y maniobras inconfesables, y momentos para la esperanza, con lealtades, heroicidades, generosidad y victorias milagrosas, pero, por encima de todo, contiene muchísima dignidad. Cataluña, antes de 1714, diga lo que diga el actual negacionismo español, era un Estado plenamente independiente que se regía por sus propias Constituciones, con unas atribuciones muy superiores a las de las Cortes de Castilla, a las de Francia y a las de muchos otros estados.

Uno de los episodios más interesantes vinculados a la resistencia catalana es el de la muerte de la reina Ana de Gran Bretaña -reina muy anodina, por cierto- y la esperanza de que su sucesor, Jorge I, más favorable a los catalanes, cumpliera el Pacto de Génova. Ya se habían oído voces en el Parlamento británico denunciando que aquel incumplimiento era una mancha imborrable en el honor inglés. Desgraciadamente, las noticias viajaban a menor velocidad que ahora y cuando, por fin, la flota atracada en Maó estaba dispuesta a intervenir, Barcelona hacía una semana que había caído sin que ni siquiera los embajadores catalanes se hubieran enterado. Una semana más y la historia de Cataluña habría cambiado. El libro de Eduard Puig nos permite ver que la resistencia del siglo XVIII y la resistencia del siglo XXI están unidas por una misma causa: la defensa de la dignidad.

BLOG DE VÍCTOR ALEXANDRE

Lletras , núm. 63, abril-mayo 2014

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