Un agente doble llamado Ángel Ros

«El problema del señor Ros es que lo que es incompatible con la libertad de Cataluña no es su alcaldía, sino su partido»

Es muy curiosa la trayectoria que ha seguido el alcalde de Lleida en todo el proceso de hundimiento del PSOE de Cataluña. De ser una de las caras más populares del llamado sector catalanista del partido ha pasado a ser su presidente bajo la bendición de Miquel Iceta; de ser (o aparentar ser) un militante díscolo con la dirección se ha convertido en un aliado destacado. Tan destacado, que ha tenido premio. Sin embargo, basta repasar sus declaraciones durante todo el naufragio para ver que nunca ha dicho nada que tuviera contenido o que implicara el más mínimo compromiso personal. Nada de nada. Sólo frases vacías y cambios de tema, que aún mantiene, aduciendo que su única prioridad es la alcaldía de Lleida. Como si la alcaldía de Lleida y el compromiso con la libertad de Cataluña fueran incompatibles.

El problema del señor Ros es que lo que es incompatible con la libertad de Cataluña no es su alcaldía, sino su partido. Es decir, que aquel gran catalanista leridano se ha convertido en presidente de un partido que constituye, junto al PP y Ciudadanos, el tridente nacionalista español del país. Lo hemos visto recientemente en el apoyo presencial que las tres formaciones han dado a la entidad, también nacionalista española, ‘Sociedad Civil Catalana’ diciendo que Cataluña, al querer decidir su destino, «es un país políticamente enfermo».

Ahora, por tanto, ha quedado al descubierto lo que mucha gente ya intuía, que es que Ángel Ros no era más que un agente doble. Era ese tercer elemento que todos los partidos activan para neutralizar las corrientes críticas en forma de tercera vía. Su misión consiste en restar votos a los críticos haciendo creer a los indecisos que un hipotético camino del medio es el ideal entre los dos ‘extremos’. Finalmente, claro, cuando termina la representación y cae el telón se ve que el camino del medio era simplemente un sendero que llevaba al camino oficial, de manera que los críticos se quedan con un palmo de narices. Y a partir de ahí, se abre un proceso en el que el secretario general, en este caso Miquel Iceta, deja entrever que estaría dispuesto a ‘premiar’ el retorno a la sumisión de las ovejas descarriadas.

El señor Ros, pues, ha cumplido la misión, y Miquel Iceta, que es el principal artífice de la deriva socialista y la viva imagen del pasado político de Cataluña, se puede presentar como el gran renovador, como la gran esperanza de futuro de la delegación catalana del PSOE para «combatir el independentismo», según sus propias palabras. Mientras tanto, como es lógico, la diáspora de militantes, simpatizantes y votantes del partido, que saben que el señor Iceta pertenece a la misma dirección que ordenó votar en el Congreso de Madrid en contra de que Cataluña pudiera votar, continúa imparable. Pero que nadie pida explicaciones al señor Ros. Él sólo tiene una prioridad en la vida: la alcaldía de Lleida.

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Víctor Alexandre