Los borbones no son reyes de Nabarra ni príncipes de Biana

Jon Oria Oses (Lizarra-Estella 1931) es historiador por las universidades inglesas de Nottingham, Cambridge y Londres, ha escrito 20 libros sobre el Estado de Nabarra y es experto en la Nabarra renacentista. Asevera sobre los borbones en una entrevista reciente del 4 de junio de este año en el programa independiente Hordago Nabarra, ante la visita del futuro Felipe VI de España al monasterio de Leire para entregar el premio llamado “Príncipe de Biana”: «Son unos embusteros y ladrones, como digan que tienen el título de rey de Nabarra y príncipe de Biana los llevaremos a los Tribunales Internacionales (…) los nabarros tenemos que levantarnos».


Juana III de Nabarra (Pau 1549-1572) era hija de Margarita de Nabarra y Enrique II “el sangüesino”, el último rey de Alta Navarra invadida entre 1512-24. Juana III era de la familia Albert-Labrit y fue la 38º reina de Nabarra, vizcondesa del Bearne y Foix. Uno de sus primeros actos públicos como reina consistió en la jura de los Fueros de Nabarra y la petición de la restitución plena del reino. Juana III negoció con Felipe II de España la devolución de la Nabarra peninsular mediante un matrimonio. Felipe no era rey de Nabarra, pero España tenía ocupadas militarmente todas las tierras baskonas del sur pirenaico.

 

El primer intento tuvo lugar en 1540 y contaba con el apoyo de los beaumonteses, en las negociaciones se pedía la devolución de la integridad territorial de Nabarra ratificada en varios Tratados Internacionales (de los años 1016, 1127 ó 1177), lo que incluía: Alaba, Bizkaia, Gizpuzkoa, La Rioja, incluida la Riojilla y los montes de Oca o Auca, hasta el olmo de Burgos (Atapuerca), además del pago de una indemnización por la usurpación del reino, así como la restitución de los entonces recientemente eliminados escudos de Nabarra en los monumentos de Logroño. En 1561 recorrió Pamplona la noticia de la existencia de una carta del Papa Pío IV que exhortaba a Felipe II de España a restituir Nabarra a sus legítimos reyes: Juana III de Nabarra de la familia Albert-Labrit y su marido Antonio de Bourbon, conde francés de Vendome y aspirante lejano a la corona francesa, pero la rápida reacción de la corona española evitó que el hecho pasara a más.

 

El testamento del hijo de Juana III de Nabarra y Antonio de Bourbon está en los archivos de Versalles. Se trata de Enrique III de Nabarra “el bearnés” (Pau 1553-Paris 1610), el cual se convirtió en una época convulsa en rey de Francia, subiendo al trono como Enrique IV, apodado en reino galo “el Grande”, “el buen rey” y “el nabarro”. En su testamento, el bearnés deja bien claro que el reino de Nabarra es de sus mayores por vía materna, yendo la sucesión legítima a Isabel de Albret y Foix, hermana del euskaldún Enrique II “el sangüesino” (Información facilitada por Valentín Ciaurriz).

 

Manifiesto del rey Enrique III de Nabarra y IV de Francia en el año 1607, según un documento del Parlament de Paris. A.N. Registre X1A-8646 Fº 43:

“(…) por nuestras cartas patentes del 13 de abril de 1590 hemos ordenado que nuestro dominio antiguo tanto de nuestro reino de Nabarra, soberanía de Bearne y de Donezan, país bajo de Flandes que nuestros ducados, condados, vizcondados, tierras y señorías enclavadas en este reino fuese y PERMANECIESE DESUNIDO, distraído y separado de nuestra corona de Francia sin poder entrar comprendido ni mezclado si no es ordenado más tarde, o que Dios nos haya hecho esta gracia de darnos linaje y quisiéramos poder y a este fin para no cambiar el orden y formas observadas en la conducta y mantenimiento de nuestro dominio habíamos declarado nuestra intención que fuese llevado y administrado por personas distintas, así que como había estado antes de nuestro advenimiento a la Corona. Y sobre las dificultades que nuestra corte del Parlamento de París hacía de proceder a la verificación de dichas cartas.”

 

El día 19 de septiembre del año 1610, Louis de Bourbon (Luis XIII de Francia, hijo Enrique III “el bearnés”), educado en la Corte francesa por el cardenal Richelieu, efectuó públicamente en los parlamentos de Nabarra y Bearne, su negativa incuestionable e irrefutable, de aceptar el rango de príncipe de Biana. Dicho acto, le hizo perder a él y sus descendientes, el derecho a posterior de ser monarcas de Nabarra.

 

Así es como el llamado Edicto de Unión fue emitido por Luis XIII y aplicado de facto en 1620 por la fuerza de su ejército: “(…) por este Edicto, perpetuo e irrevocable, unimos e incorporamos dicha corona y país de Nabarra y nuestro país y soberanía de Bearne, Andorra y Donezan, y tierras que de ellos dependen y que han acostumbrado de pertenecer en nuestra corona y dominio de Francia (…)”. El 15 de Octubre de 1620 Luis XIII, rey de Francia, ayudado por el cardenal Berulle, entró con una tropa en Pau, para proclamar la unión a la corona francesa de la corona nabarra y del vizcondado de Bearne.

 

Los Estados de Nabarra (las Cortes) que se reunían en Donapaleu en Baja Navarra, rechazaron el Edicto, pero fueron incapaces de hacer frente al poderoso ejército francés. En 1621 en el debate de los Estados de Bearne, se acordó por unanimidad declarar “traidores a la patria” a todos los que aceptarán el Edicto de Unión con Francia. Por tanto, ningún nabarro ni bearnés tienen a los borbones como reyes, pues este es un acto de alta traición al Estado baskón de Nabarra, según dictó nuestra jefatura de Estado.

 

Como señaló el historiador ronkalés Tomás Urzainqui en una intervención ante la Comisión de Autogobierno del parlamento español de la C.A.V. en la Nabarra Occidental en mayo del 2002: “En los siglos XVI y XVII, en España y Francia el absolutismo y la contrarreforma triunfan y se consolidan. Para las Cortes y Estados Generales de Navarra-Bearne, la “unión” a España o a Francia significaba el fin de las libertades garantizadas en sus Constituciones y la introducción de prácticas absolutistas, autoritarias y neofeudales; así se amortigua la brasa que desde 1512 y hasta 1620 se había mantenido encendida al Norte de los Pirineos después de la ocupación del Sur. Pero la libertad y la soberanía no se extinguen ni prescriben”.

 

Las renuncias de los Borbones a una posible reclamación al título de rey de Nabarra y príncipe de Biana son varios, incluso ante escritura pública internacional. El llamado “Tratado de Paz de los Pirineos” se produjo después de 24 conferencias llevadas a cabo entre Luis de Haro (familia de felones a Nabarra que coadyuvaron en la invasión de la Nabarra Occidental) y el Cardenal italiano Mazarino en 1659 (que era la persona que realmente mandaba esos años en Francia, la primera potencia mundial para entonces); el Tratado fue ratificado por el compromiso matrimonial contraído entre el rey Luis XIV de Francia (Versalles 1638-1715), “el rey Sol” (nieto de Enrique III “el bearnés”), y la infanta española Mª Teresa hija del rey Felipe IV de España (primo-hermano suyo por doble línea).

 

Fue el obispo Monseñor de Olce quien ofició la boda en la iglesia de Donibane Lohitzune o San Juan de Luz -en poder de Francia-, cuya puerta de salida se tapió para que nadie más pasara por ella. Para sellar el pacto-boda, se celebró por poderes en la Iglesia de Hondarribia -en poder de España- una segunda ceremonia. En el mismo Tratado, el rey de Francia, renunció a sus derechos sobre el viejo reino baskón y aceptó la actual frontera pirenaica, pero siguió usando el título de manera ilegítima de “rey de Francia y Nabarra” hasta casi la Revolución Francesa. Los Estados Generales de Nabarra pidieron constantemente la restauración de su libertad y en 1683 declararon: “Los reinos de Nabarra y Francia son diversos, diferentes, el uno del otro, cada uno de ellos debe ser gobernado por sus leyes fundamentales sin que las de uno estén sujetas a las del otro”.

 

El primer Bourbon en gobernar España, el francés Philippe o Felipe V de Anjou (Versalles 1683-Madrid 1746), nieto de Luis XIV de Francia, tras una lucha por lo corona con la casa Austria, en el Tratado de Utrecht de 1714 que puso fin a la sucesión dinástica, renunció ante su abuelo el rey Luis XIV de Francia a sus posibles derechos sobre las coronas de Francia y Nabarra para ser reconocido como rey de “las Españas”, aunque estos supuestos derechos eran inexistentes en el caso de Nabarra, separados ambos reinos por su tatarabuelo Enrique III “el bearnés”, siendo la soberanía francesa como la española sobre territorio nabarro, una simple invasión y colonización, que no les da a sus reyes derecho alguno sobre el título de reyes de Nabarra y de príncipes de Biana, menos aún sobre el Pueblo baskón y sus recursos materiales. Del mismo modo, comenta el historiador Jon Oria Oses en la alocución mencionada, la renuncia a estos títulos baskones, las firmó también su hijo, el futuro Carlos III de las Españas.

 

Tras una demanda impuesta ante la Corte Internacional de la Haya (Holanda) por descendientes de la familia Albert-Labrit contra los Borbones por el intento fraudulento de usar el título de príncipe de Biana y rey de Nabarra donde participó el historiador Jon Oria Oses, hay una sentencia reciente de mayo del 2005, donde en su página 5 se dice que: “(…) Viéndose y cumplido las leyes emanadas por la monarquía Nabarra, el rango de Príncipe de Biana que en la dinastía de los Albret. Es demostrable, que el rango de Príncipe de Biana obtenido por el monarca Enrique III de Nabarra, lo fue por herencia de su madre Juana de Albret, titular de la monarquía Nabarra”. Por tanto, los Borbones NO pueden usar el título de reyes de Nabarra y príncipes de Biana por sentencia firme de un Tribunal Internacional.

 

Jon Oria Oses en su libro “Navarra es una colonia española y francesa” sentencia: “Resulta ridículo y hasta hiriente que después de haber cesado el título de príncipe de Biana, desde hace ya casi 400 años se intente ahora usurparlo para el que es heredero de la corona española, queriéndonos robar la historia después de habernos machacado la cultura (…) La historia de Navarra nos la han manipulado nuestros propios verdugos, los Falsarios españoles, y nos la han colonizado”.