El grito «catalán de mierda»

Es muy positivo el eco mediático que ha tenido la brutal agresión sufrida por cadaquense Rafael Martín en Valencia, a manos de la policía española, durante la final de Copa del 16 de abril. Es positivo, porque ayuda a crear conciencia entre muchos catalanes de buena fe de la barbaridad que supone la pertenencia a España. «Yo creía que me moría, pero de verdad», decía Martín al relatar la avalancha de golpes y patadas que recibió por el solo hecho de llevar una bandera estelada. Alto como es, 1,91 cm, lo tiraron al suelo y lo pisotearon con las botas policiales gritando: «¡Te vas a enterar, catalán de mierda!» Luego, lo tuvieron cinco horas esposado y finalmente, después de que pidiera un médico, le dejaron marchar sin cargos.

La agresión, mira por donde, es idéntica a la que sufrió el joven Jordi Mascort en el estadio Vicente Calderón de Madrid, durante la final de Copa, el 25 de mayo de 2012. Mascort también llevaba una bandera estelada y también fue agredido brutalmente por la policía española hasta dejarle la cara desfigurada mientras le gritaban esto: «¡Catalán de mierda! ¡No aprendéis nunca!» Como vemos, los agentes son diferentes pero el móvil es el mismo: la catalanofobia. No hay dimisiones, a pesar de todo. Ni del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, ni del director general de la policía, Ignacio Cosidó. Como hacía el franquismo, se niega la agresión, se incrimina a la víctima, se le acusa de resistencia a la autoridad y tal día hará un año. La única diferencia es que antes el agredido saltaba misteriosamente por la ventana y ahora sólo le ponen una cara nueva. La democracia franquista es así de contemporizadora.

Los hechos, sin embargo, resultan coherentes, dado que un Estado que da medallas a nazis, como hace España, ya está diciendo al mundo que los principios fascistas y quienes los proclaman están bajo su protección. Lo vimos de manera diáfana el mismo día de la agresión a Rafael Martín. Mientras la policía lo golpeaba y le decía «catalán de mierda» por llevar una bandera absolutamente legal, la zona ocupada por la afición madridista estaba presidida por una bandera nazi del Tercer Reich. Una bandera, además, prohibida por la Ley del deporte. Por otra parte, durante el partido, y ante la mirada indiferente de la policía, muchos seguidores españoles exhibían banderas franquistas y símbolos nazis y quemaban una bandera catalana.

Llegados aquí, es importante que estos hechos se difundan en Europa para que todos puedan ver a qué extremos llega la institucionalización del fascismo y de la catalanofobia en España, pero también deben servir para que quede claro entre nosotros que el grito policial «¡catalán de mierda!» es tan ferozmente racista como el grito «¡negro de mierda!». Es el grito que explica la razón por la que las instituciones españolas se burlan de nuestro Parlamento, de nuestras instituciones, de nuestros derechos, de nuestros símbolos, de nuestra lengua y de nuestra voluntad de votar. Esta, tengámoslo bien presente, es otra manera de decirnos «catalanas de mierda».

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