¿Se intentó reimplantar el Estado de Nabarra durante el primer carlismo?

No fueron pocos los que narraron situaciones de conato independentista dentro de las tropas carlistas vascas, algo que no resulta extraño cuando se habían producido pocos años antes procesos similares en las demás colonias españolas de allende los mares de las que los vascos participaron activamente.

 

El político e historiador mexicano Lucas Alamán (1792-1853), en “Historia de México”, demuestra que la mayoría de los conquistadores de América eran de Extremadura, en concreto de Badajoz y de Medellín, y que los que provocaron la caída del Imperio español fueron vascos: Xavier Mina, Mariano Abasolo, Juan de Aldama, Agustín de Iturbide o José Antonio Etxebarri (México), Nocoechea o Martín de Alzaga (Argentina), Luciano Elhuyar (Colombia) etc. El propio Simón Bolivar se sabía descendiente de vascos, pasó más de un año entre sus parientes y con los miembros ilustrados de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País Vasco antes de partir a luchar por la independencia de América.

 

Es más, tras la derrota en la Primera Guerra Carlista representado con el “Abrazo de Vergara” (31 de agosto de 1839), la mayoría carlista no aceptó el pacto firmado dos días antes en Oñati: 11 batallones aceptaron (3 gipuzkoanos y 8 bizkaínos), otros 22 lo rechazaron y partieron al exilio (los 13 batallones alto navarros, 5 gipuzkoanos y 6 alabeses). Estos batallones siguieron luchando por las libertades en América a donde partieron.

 

Se ha especulado mucho sobre las intenciones reales de la principal figura del primer carlismo vasco Tomás Zumalakarregi (Ormaiztegi 1788-Zegama 1835, Gipuzkoa). Algunos de sus coetáneos como Luciano Bonaparte (príncipe y vascófilo francés) y Agusti Xaho (pensador y político zuberotarra), hablan de él como el caudillo de la independencia vasca.

 

Es probable que tal idea no pasara por su cabeza o al menos no fuera un planteamiento bien formado y que lucha fuera por la defensa foral. A principios del siglo XIX, los diferentes territorios en los que se dividió el reino de Nabarra estaban acomodados a sus Fueros o leyes nabarras aunque fuera bajo un Estado o Imperio ajeno, de ahí el nombre de “estados separados” y después de “provincias exentas” que les dieron.

 

Así lo constató, por ejemplo, el periodista de guerra inglés Lauren: «(Zumalakarregi) No quería otra cosa que defender los derechos y libertades de su patria». Lo que sí se conoce (Mª Cruz Mina), es una carta de Zumalakarregi al pretendiente Carlos, para que tomase la corona de Nabarra de las «provincias vascongadas» (unidas y separadas por tanto de la corona española), pues esta lo merece aunque sea un territorio pequeño, «pero de gente leal  y de héroes».

 

En el libro “Fueros y carlistada” Mikel Sorauren (edit. Nabarralde 2008) señala que fue el General carlista Maroto quien sembró la desconfianza del pretendiente D. Carlos hacia Zumalakarregi, pues creía que miraba más hacia la independencia (tal y como relata el propio Maroto en sus memorias “Vindicación del General Maroto” 1846).

 

En esas memorias, el general carlista Maroto del “Abrazo de Vergara” (considerado un traidor por las tropas vascas), relata que en junio de 1839 las oficialidad del carlismo gipuzkoano ofreció le ofreció finalizar la contienda y proclamarse presidente de una república vasca de cuatro provincias. El general carlista Elio hablaba de “crear un estado carlista vasco-navarro”.

 

Segundo Flórez escribió la biografía autorizada del General Espartero (cabeza el ejército liberal enfrentado a los carlistas), en la que se relata que el general carlista Guerqué estaba con el bando “apostólico” o “los brutos” por la independencia hasta la muerte, pero fue fusilado en Lizarra-Estella por Maroto en febrero de 1839 tras una derrota de aquél en el campo de batalla.

 

Avinarieta, político, espía español y liberal que participó activamente en la contienda dijo: “Zumalakarregi era un instrumento secreto del gobierno francés, que supo lisonjear su ambición con la promesa de colocarla al frente de la federación de aquella provincias”

 

El historiador Pirala en el año 1835 dijo en Baiona: “no se sabe cuales fueron las miras de Zumalakarregi, aunque hay barruntos para creer que se trataba de declarar la independencia de las provincias”.

 

Había quienes querían darle la corona de Nabarra a Zumalakarregi, que reinaría como Tomás I de Nabarra. Desde la Diputaciones vascas salió tal pretensión a la vista de ciertas connivencias internacionales, se le pide que acepte ser nombrado “rey de los vascos”.

 

Hubo también otros muchos actores secundarios de aquella contienda y alguno principal que hablaron sobre la independencia vasca fuera a parte de las intenciones de Zumalakarregi. El virrey impuesto a Alta Navarra, llegó a decir en 1834: “la guerra en (Alta) Navarra es un el día para aquellos habitantes una guerra nacional, y con corta diferencia lo es igualmente en las tres provincias exentas” (“Mapas para una nación” José María Esparza edit. Txalaparta 2011).

 

Debecout en 1836 en París: “los vascos podrán decir en su día: defendimos la independencia de Euscaria contra los españoles”.

 

Charles Dembouski que viajó por España entre 1838 y 1840 dijo: “Es evidente que la lucha ya no se sostiene sino gracias a la admirable tenacidad que caracteriza a los navarros y a los vascongados, ya su odio innato a los españoles que consideran como dominadores extranjeros”.

 

Augusto Von Goeben (1841), militar prusiano luchador carlista en su obra “Cuatro años en España”: “Los vascos están orgullosos de su origen, de su independencia y de sus prerrogativas, miran a los demás españoles como extraños y los desprecian como a tales”.

 

Louis Viardot (1800-1883), periodista francés de la época e historiador hispanista: “Si se reconoce de una que Navarra y las provincias vascas no luchan por otra cosa que su independencia, y no por la causa carlista, la cuestión se simplifica (…) ¿Por qué no hacer de las provincias vascas y Navarra una confederación independiente neutral, una Suiza de los Pirineos? (…) Ellas no se consideraron jamás como formando parte de España, han conservado siempre su nacionalidad”.

 

El escritor e historiador hispanista francés Prosper Mérimeé  (1807-1870), habla también de que sería conveniente erigir el País Vasco en un “Estado independiente”.

 

El zuberotarra A. Xaho en su libro «Viaje por Navarra durante la sublevación de los vascos» de 1835 relata la situación política con frases tan contundentes como:

 

“La independencia de la Federación Vasca se proclamará sin combate”.

 

«La envidia de los castellanos fue el primer motivo de esta guerra. No podían sufrir que las provincias vascas se administraran por sí mismas, en completa independencia, mientras que muchos empleos civiles y militares eran desempeñados en Castilla por vascos».

 

“Si el Gobierno francés, interviniendo contra Zumalakarregi, declarara la guerra de exterminación de nuestra raza, tengo razón de creer que los vascos de Francia, en vez de marchar contra sus hermanos, no dudarían ni un momento en tomar una resolución dictada por los intereses de su gloria y libertad (…). El misterioso lazo de unión de la lengua nacional había sido suficiente para establecer entre nosotros desde el principio la misma confianza y familiaridad que si nos hubiésemos conocido desde hace largos años”.

 

“Los navarros  dan  a  los  constitucionales  el mote de negros, y comparan la revolución española con la sublevación de los negros: comprenden muy bien la emancipación de los castellanos, pero se niegan a asociarse a ella, y rechazan una comunidad social que traería para los montañeros, la pérdida de su independencia nacional y su libertad social”.

 

En el año 1838 un Proyecto de Bases redactado por la Diputación del que todavía se llamaba oficialmente “reino de Navarra”, proponía actualizar los Fueros, dejando la relación con España únicamente a través del monarca, como el Imperio austrohúngaro por ejemplo, es decir, como había sido hasta entonces. Los carlistas propusieron a Don Carlos tal y como queda recogido en el Boletín oficial de Navarra del 27 de mayo de 1838 bajo el título «Bases bajo las cuales Navarra y las Provincias Vascongadas seguirán adheridas a la monarquía de Carlos V»:

1. Navarra y las provincias vascongadas formarán otras tantas repúblicas independientes, federativas de la monarquía española.

2. Cada una de las provincias de Álava, Guipúzcoa y Señorío de Vizcaya se gobernarán también según sus antiguos.

3. Navarra se gobernará también según sus fueros en el estado que tenían cuando se agregó a la Corona de Castilla en el año 1512 (sic).

 

En el año 1839 el Síndico de las Cortes de Navarra Ángel Sagaseta de Ilurdoz, hizo una propuesta similar, pero los carlistas iban perdiendo batalla tras batalla.

 

Incluso hubo un motín para reimplantar plenamente el reino de Nabarra, curiosamente entre los liberales, encabezados por el coronel León Iriarte y de Pablo Barricart (1837) -junto con otros muchos soldados liberales- a las afueras de Pamplona-Iruña, cuya sentencia de muerte decía: “(…) considerando asimismo por las declaraciones testificales que se comprometió bajo su firma a seguir y llevar a efecto la conspiración que tenía por objeto la independencia de Navarra, cuyo documento confesó el mismo Iriarte haber firmado (…)”.

 

Incluso en la Segunda Guerra Carlista, se dijeron cosas como:

El Correo Vascongado de corte liberal el 19-04-1873 se hizo eco de las negociaciones entre carlistas y liberales y señalaba que se ha llegado a “un acuerdo en todos los puntos, a excepción hecha de la independencia absoluta de las provincias vascas y Navarra que parece ser la única dificultad que aún resta por vencer”.

 

El noticiero “La Bandera Carlista” el 19-09-1875: “El país vasco-navarro antes que someterse a D. Alfonso (el pretendiente liberal), se proclamaría independiente”.

 

Elissé Reclus (1830-1905), revolucionario anarquista francés en “Nueva geografía universal”: “Cuando los habitantes del País Vasco de España tenían Fueros, constituían un Estado dentro de un Estado”.

 

El conocido historiador español Manuel Tuñón de Lara en su libro “Historia de España en el siglo XIX” (1974) añade otro aspecto de las Guerras Carlistas: “Por encima de hechos aislados anecdóticos, el rasgo esencial y original que tienen la guerra carlista en Euskalerria es su dimensión popular que viene a ser, ni más ni menos, el primer signo de formación de una conciencia nacional”. No cabe duda de que de aquellos lodos dieron lugar al nacionalismo vasco, pero no cabe duda de que aquellos lodos eran imposibles sin tener ya esa conciencia nacional que habría que buscarla en los 1.000 años del Estado de Baskonia-Nabarra (años 600-1620).

 

En su libro “Los vascos en la historia a través de Garibay”, el antropólogo español Julio Caro Baroja dice que el historiador gipuzkoano Esteban Garibay (s. XVI) tenía “la idea de que las libertades forales suponían la existencia de “un Estado dentro del Estado”, cosa que se pensaba y decía ya en tiempos de Carlos IV (s. XVIII-XIX)”.

 

R. Rofríguez Garraza, en 1839, al estudiar la Primera Carlistada, se preguntaba: “¿será posible transformar el reino más antiguo de la península de reino de por sí en mera provincia?”. Esta pregunta aún nos la hacemos los nabarros.

 

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua