¿Éramos hispanos o galos?

La /v/ y la /b/ se pronunciaban de la misma manera en Hispania, por lo que el futuro emperador romano Julio César exclamó: «Beati Hispani quibus vivere bibere est» (Afortunados los hispanos para los que vivir es beber).

Los romanos no respetaban los límites de los Pueblos y Estados que invadían y preferían imponer otros más geográficos como grandes ríos o cadenas montañosas, lo cual ayudaba a su proceso de asimilación y era militarmente mucho más interesante. Parece que éste es el caso de la península ibérica. Al referirse a las provincias de “Las Galias” y de “Las Hispanias”, los romanos usaban el plural, pues nunca fueron una unidad administrativa (menos étnica o cultural), sino tan solo un accidente geográfico con varias provincias romanas de nuevo cuño, cuyos límites fueron cambiando según les convenía a los emperadores romanos en función de las circunstancias políticas del momento.

Las Galias

Los romanos distinguían en su descripción geográfica del imperio que iban construyendo la Galia Transalpina (o Ulterior, comarca de los Alpes luego integrada en la Galia Narbonense), la Galia Cisalpina (o Citerior, también llamada Togata, con el sur de los Alpes itálicos) y la Galia propiamente dicha que con el tiempo se llamará Galia Comata o “melenuda”, debido a que sus habitantes se dejaban una larga melena, aunque otros autores interpretan el término como “frondosa” en relación a su paisaje boscoso.

Será el gran Julio César entre los años 51 al 58 a. C. el que empiece su biografía sobre la Galia tras conquistarla (en referencia a la Galia Comata), dividiéndola de Norte a Sur en tres, de la que los galos propiamente dichos serían los de origen celta, pero que extendieron su nombre a los otros dos Pueblos, lo dice así el emperador romano en su libro De Bello Gallico: “El conjunto de la Galia está dividido en tres partes: una está habitada por los belgas, otra por los aquitanos, la tercera por el pueblo que, en su propia lengua, se llama celta, y en la nuestra, galo”. La Galia por tanto eran las tierras de los actuales Estados de Francia, Bélgica, Luxemburgo, oeste de Suiza y Holanda al sur del Rin y las actualmente conquistadas Bretaña y Baskonia-Nabarra. El nombre de “galo” parece que viene de “galli” (plural “gallus”), gallo, adoptado como emblema nacional por los actuales franceses.

También describe Julio César en ese libro De Bello Gallico las fronteras de Aquitania: “La Aquitania entre Poniente y Norte por el río Garona se extiende hasta los montes Pirineos, y aquella parte del Océano que baña a Hispania” (…) y añade: «los aquitanos, eran de parecido físico, lengua y costumbres iguales que la provincia vecina, la Hispania Citerior». La palabra “aquitano” según Julio Caro Baroja viene de “ausko” donde su plural “auski”  y el gentilicio “-tano” y eran de parecido físico, lengua y costumbres iguales a los “uasco(nes)” o basko(nes).

Pocos años después en el año 27 a. C, César Augusto, el hijo adoptivo de Julio César, separó la mediterránea Galia Narbonensis (o Bracata) del resto de la Galia. La Galia Aquitana, con capital de Burdeos, se dividió a su vez en tres: Aquitania I (Macizo central y Berry), Aquitania II (Burdeos, Charentes y Poitou) y el sur del río Loira donde estaba la Aquitania primigenia llamada también Novempopulania (al sur del río Garona, por las nueve ciudades euskaras que la componía y que finalmente fueron doce, la Baskonia continental de la Alta Edad Media).

Casi un siglo después, el historiador gaditano Mela (44 d.C.) describió someramente cada parte del Imperio romano y habló por primera vez de una Galia a la que llama “Comata”, la descripción coincide con las Galias de Julio César: “Toda la tierra que ocupan es la Galia Comata, tres de los pueblos son famosos, y están separados por grandes ríos. En efecto, desde el Pirineo hasta el Garona se extienden los aquitanos, desde éste al Sena los celtas y desde allí al Rin, los belgas. Los más conocidos entre los aquitanos son los ausco (ausci) (…)”. Poco después también usaría el término “Comata” Plinio el Viejo en una descripción igual a las vistas.

El historiador ronkalés Bernardo Estornés Lasa en la Enciclopedia Auñamendi (Pirineo en euskera), aporta el documento tardo romano «Dimensuratio Provinciarum», el cual delimita así este territorio: «Galia Comata: está limitada al oriente por el río Rin, al occidente por el Salty Pyrenaeo, al norte por el Océano, al sur por el río Ródano y los montes Cebénicos». La cuestión es saber dónde acababa exactamente la Galia Comata por el “occidente”, el “Salty Pyrenaeo”, para dividir los términos geográficos de la Galia y de Hispania. Mientras que los Pirineos por el Este están bien delimitados e Hispania empezaba en la planicie bajo el Pirineo (en el pre Pirineo), esta cadena montañosa no tiene una terminación geológica clara por el Oeste, donde tampoco está clara la delimitación fronteriza entre los “ausco” o aquitanos y los “uasco” o baskones.

Las Hispanias

La península ibérica fue llamada así por primera vez por el griego Piteas en el 330 a. C., pero no toda ella pues Polibio en el siglo II a. C. comenta que: “Se llama Iberia a la parte que cae sobre Nuestro Mar (el Mediterráneo), a partir de las columnas Heracleas. Mas la parte que cae hacia el Gran Mar o Mar Exterior (el Cantábrico), no tiene nombre común a toda ella, a causa de haber sido reconocida recientemente”. Sobre la diferencia entre “Iberia” e “Hispania” el griego Estrabón (64 a. C. 24 d. C) clarifica: “Hoy algunos le asignan como límite el monte Pirineo (a Iberia) y la convierten en sinónimo de Hispania, mientras que otros sólo denominan Hispania al país situado a este lado del Ebro”. Por tanto quedaron igualados los términos geográficos.

Sobre la creación de las diferentes provincias romanas de las Hispanias y su evolución, el historiador del arte, arqueólogo y miembro de la Real Academia de la Historia española, el castellano Antonio García Bellido (1903-1972), en su libro “La Península ibérica en los comienzos de su historia”, comenta que a la Hispania Citerior y la Ulterior les separaba el Ebro en el siglo II a.C., es decir, eran la zona romana y zona púnica o cartaginesa.

Sobre los Pueblos que habitaban las Hispanias Estrabón dejó escrito: «en el Norte habitan gallegos, astures, cántabros y baskones hasta los Pirineos». Esta definición de los Pueblos del norte de Hispania, tomada por errónea por los historiadores pues faltarían otros Pueblos euskaros (autrigones, bárdulos y karistios), no parece tan equivocada si indagamos dónde consideraban los romanos que comenzaban los Pirineos. Estrabón III, 4, 20: «Un estuario formado por el Océano sirve de frontera entre los astures y cántabros. La región que viene a continuación, al pie de los Pirineos (por tanto donde empezaban los autrigones, en el río Asón, actualmente Santoña-Laredo), está gobernada por el segundo de los legados, con la legión restante. El tercer legado ejerce su vigilancia sobre el interior y protege los intereses de los llamados ya togados, lo que equivale a decir que son pacíficos, que han adoptado costumbres civilizadas y un género de vida modelado sobre el itálico, con su vestidura te toga. Se trata de los celtíberos (por tanto, ya nos vamos a la cuenca del Ebro y a los Pueblos que fueron conquistados antes y ya estaban plenamente romanizados)….”.

La palabra “Hispania” es de origen cartaginés y su significado es “Tierra de conejos” (Enciclopedia Larousse de Historia). Antonio García Bellido, asegura también el origen cartaginés de la palabra “Hispania”, que la podrían haber tomado de los fenicios asentados en la Península Ibérica y que fundaron Cartago sobre el siglo II a.C., en cuyo idioma significaba “Costa o isla de conejos”. Todavía con el emperador hispano Adriano en el s. II d.C., el símbolo de Hispania era el conejo. Por tanto la palabra “hispano” haría mención, simplemente, a los “conejos” peninsulares.

Sobre el año cero, Estrabón describe ya una tercera provincia hispana: Lusitania, del río Guadiana (o río Anas) al Duero con capital en Mérida, Emerita Augusta (con tierras de los Estados actuales de Portugal y España). Mientras que Córdoba (Curdoba) era la capital de Hispania Ulterior y Tarragona (Tarraco) de la Citerior. Se creará también en el sur peninsular la provincia romana hispánica de Baética, con tierras de casi toda la Andalucía actual y la zona al Norte de la misma así como Extremadura.

Sobre el año 297 con el emperador Diocleciano se dividió la Tarraconensis y se reestructuraron administraciones, creando las provincias de Cartaginense (centro y mediterráneo peninsular) y Gallaecia (con las actuales Galicia, Asturias, norte de León y Cantabria occidental). Por tanto, la Tarraconensis quedó constituida finalmente con sólo los territorios entre el Ebro y los Pirineos. Además se asignó a las provincias de las Hispanias nuevos territorios que conformaron una sexta provincia llamada Mauritania Tingitana sobre territorio africano (norte de Mauritania). Sobre el 369-85 se creó una séptima provincia de Hispania con las Islas Baleares. Por tanto, existieron siete provincias romanas de las Hispanias: las europeas Baética, Lusitania, Gallaecia, Tarraconensis, Cartataginense, la insular Baleares y la africana Mauritania Tingitana.

Si miramos con detenimiento la provincia que nos interesa, la Tarraconense, esta provincia estaba marcada por la cuenca del río Ebro como hemos visto y tendrá su capital en Tarraco (Tarragona). El historiador y político Salustio Cayo Crispo (86-35 a. C.) en su obra «Ora Marítima» al hablar del Ebro, dice: «Quod inquietos uascones proelabiur». Son los baskones los que dan nombre al río en su idioma desde la raíz “ibar”, cuenca. El baskón kalagurritano Marco Aurelio Prudencio (348-410), el poeta cristiano en latín más grande de todos los tiempos, profesor de retórica y abogado tras estudiar filosofía y teología en Zaragoza (Caesaraugusta) y gobernador de la Tarroconensis, dice del río Ebro “nos uasco hiberus dividit”, por tanto llamaba al Ebro “Uasco Hiberus”: el Ebro vasco. Plinio dice que el Ebro era navegable hasta Varea (castro hallado a las afueras de Logroño) y Tito Livio en el año 75 a.C., al hablar de la Campaña del general romano Sertorio cuando se dirige a Varea, dice: “per vasconum agrum ducto exercita”.

Los romanos distinguían por tanto el “Ager Vasconum” o comarca agraria de los baskones, del “Saltus Vasconum” o zona boscosa. El doctor en Historia Medieval José Luis Orellá Unzué en el libro “Historia de Euskal Herria” define el límite sur del “Saltus Vasconum” y aclara su extensión: “Es el territorio situado al norte de una línea imaginaria que corre desde Jaca a Pamplona, llegando hasta el límite con Álava. Es decir, es el territorio montañoso que discurre al sur y al norte del Pirineo y que viene limitado por ambos prepirineos”.

El “Saltus Vasconum” parece coincidir con el sur de la “Galia Comata”. Si entramos ya en la clave de la delimitación territorial entre las Galias y las Hispanias, “el Salty Pirenaeo” de «Dimensuratio Provinciarum» mencionado como límite entre ambos, nos damos cuenta de que el Pirineo geográfico y geológico parece que también era el político para los romanos. Los Pirineos empiezan en al cabo de Creus y acaban en la Sonsierra de Nabarra (hoy Sierra de Cantabria desde que sobre el año 1800 se lo pusieran los invasores franceses, más recientemente rebautizada como Toloño, en realidad uno de su picos), la cual queda separada de los montes Obarenes que les siguen por el río Ebro en Pancorbo, que a su vez es el río que marca la provincia hispana de la Tarraconense y el primer límite de Hispania. El cambio climático en este punto geográfico es manifiesto, también el cambio de cultivos, pues empiezan las tierras donde los romanos cultivaban la vid.

La Tarraconense tenía una única cohorte romana de vigilancia (una cohorte suponían 600 hombres y 10 cohortes formaban una legión), un Cónsul y tres Legados, que pertenecería a la prefectura de las Galias. Las ciudades más importantes de la Tarraconense eran Zaragoza (Caesaraugusta) y Tarragona (Tarraco), después estaba Veleia en Iruña de Oka. “Notitia Dignitatum”, de la primera mitad del siglo V, es la única fuente para conocer algo de la organización militar romana, por la cual sabemos que en la fortaleza de Baiona (Lapurdum) había una cohorte (600 hombres) y un tribuno, por el norte el siguiente destacamento era ya en la frontera con los “bárbaros” germánicos en las Galias del norte sobre el río Rhin. El tribuno de la cohorte Primera Gálica de la Tarroconense residía en Veleia (Iruña de Oka) en la parte karistia de la Llanada Alabesa, es decir, la cohorte Primera Gálica y no Hispánica («Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX» Alberto Pérez de Laborda). Aunque la explicación pudiera ser que la prefectura del efímero “Imperio Galo” que se creó separado de Roma con las Galias, las Hispanias, Britania y parte de Germania con el mencionado emperador Diocleciano, con acuñación de moneda separada, ejército y administración propia en el siglo III.

Tras la caída el Imperio Romano Occidental y la llegada de tribus bárbaras (476), el texto franco de “Chron. Caesaraugust” del siglo siguiente (año 541), también marca la frontera de la península de las Hispanias en Pamplona: «En este año, los reyes de los francos, en número de cinco, habiendo entrado a Hispanias (sic) por Pamplona, llegaron a Zaragoza» (Mil años de historia vasca a través de la literatura greco-latina» Santiago Segura Munguía). Es decir, Hispania empezaba en las planicies que rodean Pamplona, aunque hay textos aún más claros.

La estabilidad llegó a la península con los musulmanes. El nombre de “hispano”, tras la conquista musulmana (711-714) de casi toda la península ibérica, se adjudicaba a los musulmanes, habitantes de la mayor parte de Hispania Alto Medieval, cuyos límites por el sur coinciden con el de los bárbaros visigodos, la mencionada Sonsierra de Nabarra con las Conchas de Haro como “puerta de la cristiandad” y la línea Tafalla-Olite, donde se han hallado en el año 2013 nuevos enterramientos de la época de baskones fuertemente armados. La comarca entre Pamplona y Tafalla siempre fue apetecida por visigodos y musulmanes, pero no la pudieron retener, el reyezuelo visigodo Rodil (romanzado como Rodrigo), intentaba invadir Pamplona en el año 711 defendida sus murallas por las tropas de Eudon el Grande, príncipe y rey baskón.

Los Belasko de la Llanada Alabesa y cuenca de Pamplona, son llamados «galos» en las crónicas musulmanas, por ser de la Galia Comata. Los hispano-musulmanes llaman a los baskones independientes con su reino de Pamplona a unos “basquis” -al sur del Ebro- y a otros “galasquiyin” (galos). Por tanto, para los musulmanes, las Galias empezaban también en esa Sonsierra entre Alaba y La Rioja, así como en Pamplona.

La carta de San Eulogio de Córdoba que viajó a las Galias a principios del siglo IX, dice textualmente al referirse a Sancho, mártir alavés: “alabensi oppido Gallia Comatae”. Es decir, “Alaba” está dentro de la Galia bien entrada la Alta Edad Media. El historiador Alberto Pérez de Laborda en su libro “Campesinos vascones” comenta: «Eulogio tampoco puede cruzar los Pirineos por su parte occidental porque la Aquitania pirenaica estaba levantada contra Carlos II (el rey franco) por Sancho Sánchez, conde de Vasconia citerior. En esta ocasión nos habla Eulogio de la Galia Comata de la que precisa que limitaba con Pamplona y con los seburicos (Epistola 1): «la misma Galia Comata que linda con Pamplona y los Seburicos».

El doctor en historia y ex catedrático de Deusto, José Luis Orella Unzué, en su libro “Historia de Euskal Herria. Tomo I” sobre este término dice: “Entre francos y visigodos están situados la Galia Conmata y la Gascuña (sic, en referencia a la Uuasconia continental como realmente aparecía escrito entonces)”. Después, al hablar sobre la Alaba altomedieval añade: “al territorio al que nos referimos se le puede denominar Galia Conmata” y al hablar sobre Gipuzkoa en la Edad Media concluye que: “Durante estos siglos sabemos que la tierra de Guipuzcoa viene denominada a veces como Galia Conmata”.

Finalmente, Bernardo Estornés Lasa en la Enciclopedia Auñamendi nos aclara esta cuestión (http://www.euskomedia.org/aunamendi/55784): “El nombre Galia ha sufrido diversas vicisitudes históricas con la ocupación romana y la germánica visigoda y franca. (…) Pero la Galia se divide en dos, la Togata y la Comata. Sabemos por San Eulogio que los alaveses pertenecían a la Galia Comata: …ex alabensi, oppido Galliae Comatae…. Dice, además, que dicha «Galia Comata» limita con los siburicos y que el conde Sancho Sánchez la tenía sublevada: es la Vasconia.

Guarda relación con este estado de cosas la denominación que recibe Velasco, gobernador de Pamplona, al que llaman los musulmanes Al-Galaskhi, el Galo, y no el Gascón como se había supuesto precipitadamente. En repetidas ocasiones los musulmanes dicen haber penetrado en el país de los francos -refiriéndose a las tierras de Álava y al Kilé (los castillos)- que vemos también incluidas en la Galia Comata, denominación que se daba a toda la Galia transalpina, bélgica, céltica y aquitánica, exceptuando la narbonense que era bracata. Etimológicamente, «comata» parece significar frondosa, boscosa. Al Makkari dice que Al Hakam envió un ejército contra los francos, lo mismo que Ibn Hayyan pero con una variante. Ibn Hayyan especifica que la expedición iba dirigida contra el enemigo de Alah, Velasco Al-Galashki (el Galo), señor de Pamplona. (…).

Si San Eulogio de Córdoba hace limitar la Galia Comata con la comarca de Pamplona y los Seburicos es que dicha denominación era vieja ya entonces. Este texto testimonia que el oppido Albense era Galia Comata, y se refiere indudablemente a Albizu, despoblado junto a Salvatierra de Álava, en lo que se hallan conformes casi la totalidad de nuestros medievalistas. Y si Álava era Galia Comata, indudablemente lo eran también Guipúzcoa y los valles atlánticos de Navarra como continuidad de la serie de valles pirenaicos que desembocan en el Adur y el Garona”.

Tres siglos después, entre los viajeros de Camino de Santiago por la vía francesa, estuvo el monje franco Aymeric Picaud (año 1134), el cual describe en su “Codex Calixtinus” en el capítulo V “Liber Peregrinationis” los Pueblos que jalonan el Camino de Santiago, libro tras el cual estaba el propio papa de Roma. El resumen de las fronteras del reino baskón de Pamplona-Nabarra que deja escrito Aymeric Picaud es el siguiente: “desde la ciudad de Barcelona hasta Zaragoza y desde la ciudad de Bayona hasta los montes de Oca”. Después aclara: “Más allá de sus tierras, y pasados los montes de Oca, es decir en la dirección de Burgos, continúa el territorio de los hispanos, es decir Castilla”. El texto es esclarecedor de donde empieza Hispania en la Edad Media. El Codex Calixtinus sitúa en Atapuerca o Atapuerta “Hispania” (probablemente “Ata=Puerta” en euskera, donde su olmo nos recuerda la frontera hispano-nabarra).

La actual frontera española-francesa, totalmente artificial, se fijó por el Oeste en el año 1659 en el «Tratado de los Pirineos» en la isla de los Faisanes sobre el río Bidasoa (que no sobre el Pirineo), copropiedad durante 6 meses de Irun y Hendaia, Lapurdi-Gipuzkoa, isla llamada «Konpantzia» en euskara. Por tanto, los Pirineos no son la frontera actual entre España y Francia por el lado oeste sino el río Bidasoa, donde habitamos los irreductibles galos hasta el baskoniko Ebro.