8 reflexiones sobre el 21-D

1. La fortaleza del movimiento republicano es espectacular. En un contexto de mucha represión, de prisiones, exilios, campañas con desigualdad de condiciones y el árbitro directamente en contra, mantiene la mayoría absoluta y aún gana votos.

2. Sin encuestas, el resultado habría sido muy diferente en los dos bloques. El efecto reclamo para un voto útil altera la opción de voto convencido de los electores. Se hace más para poder influir que para poner el termómetro.

3. Después de gastarse un pastón en campaña (la que sabemos y la que no sabemos), con todos los medios del Estado haciendo propaganda, con una auténtica operación de Estado, la fiesta de la ‘victoria’ fue muy amarga porque era una derrota.

4. La CUP fue la principal damnificada del voto útil (que resultó inútil). También le perjudica este principio de ir cambiando de caras cada dos años. Entiendo por qué lo hacen, pero quizás han de encontrar otros mecanismos para evitar jugar con desventaja.

5. JxCat y ERC deberán soldar algunas heridas abiertas (quizás inevitables) estos días de disputa por la hegemonía del bloque republicano. No hay alternativa a cerrar filas y retomar el proyecto allí donde lo dejó el golpe de estado español.

6. En este sentido, me preocupó la actitud desafiante entre represaliados que se pudo ver ayer en el programa FAQS de TV3 sobre el retorno de Puigdemont y la ‘comodidad’ de la CUP. He entrevistado y conocido algunos torturados que son de la CUP. No quiero añadir nada más.

7. El proyecto se detuvo (que no retroceder ni deshacer) por tres factores: el golpe de estado (principal), un convencimiento de incapacidad (importante), y un punto de desconfianza y paternalismo hacia la gente (preocupante ).

8. Contra el golpe de estado, hay que ser muy inteligentes y determinados a no tolerar ninguna agresión más. Me temo que después de la victoria 21-D es el momento de plantar cara y no dejar pasar más veces porque el mundo sabe que somos mayoría.

 

 

El camino empinado hacia la investidura de Puigdemont

Pere Cardús

Las elecciones del jueves han vuelto a dar la mayoría absoluta al bloque independentista en el Parlamento de Cataluña. La jornada electoral ha abierto la cuenta atrás hacia el fin automático del 155 aprobado por el senado a propuesta del gobierno español el 27 de octubre. Según el texto aprobado, las medidas del golpe de estado estarán vigentes hasta la toma de posesión del nuevo gobierno que resulte de las elecciones. Por lo tanto, para poner fecha al fin del 155 se necesitan dos cosas: analizar el calendario postelectoral y las posibilidades de formar gobierno teniendo en cuenta la situación extraordinaria actual. La primera fecha que aparece como posible es el 6 de febrero, cuando se podría investir al presidente Puigdemont.

Veamos el calendario. La sesión de constitución del parlamento debe hacerse dentro de los veinte primeros días hábiles posteriores a la jornada electoral. Si se agotan estos días, el pleno se puede hacer el 23 de enero. Entonces, el reglamento del parlamento establece que el pleno de investidura se debe hacer en los diez días hábiles posteriores. Y esto nos lleva al 6 de febrero para un primer debate, que el presidenciable debe superar con mayoría absoluta. Si no supera la votación, se puede someter a una segunda investidura, para la que tan sólo hay que tener el apoyo de una mayoría simple (es decir, más votos afirmativos que negativos). Si el candidato no supera tampoco esta segunda investidura, se abre un período máximo de dos meses para encontrar candidatos alternativos o mayorías diferentes para el mismo candidato. Si esto ocurriera, la fecha límite antes de una nueva convocatoria electoral seria el 6 de abril.

La aritmética parlamentaria, cuando no hay grandes mayorías de un solo partido, obliga a pactar la presidencia de la cámara y la mesa. Y a menudo, esta negociación está vinculada a la formación posterior de una mayoría de gobierno. Así fue como, en 2015, se pactó que la presidencia del parlamento recayera en la candidata de ERC, dentro de Juntos por el Sí, Carme Forcadell, y que la presidencia de la Generalitat fuera para el candidato de Convergencia, Artur Mas, que luego cedió el lugar a Carles Puigdemont por el veto de la CUP. En esta ocasión, habrá que ver si Juntos por Cataluña, ERC y la CUP también pactan un reparto similar y si Carme Forcadell querrá repetir en una posición que le ha llevado a ser el blanco de la represión judicial y los ataques de toda la oposición.

Por tanto, entre los días festivos de Navidad y las primeras semanas de enero, los tres partidos de la mayoría deben buscar acuerdos para poder llegar al pleno del 23 de enero (si deciden agotar los plazos) sin sorpresas. Además, será necesario haber pensado la estrategia política y legal de los exiliados para que puedan participar en la votación constitutiva del parlamento. Si bien las actas de diputado las pueden recoger por intermediación de los representantes legales de las candidaturas, no pueden delegar el voto para elegir la mesa de la cámara. La solución para los tres presos que ya son diputados electos (Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Joaquim Forn) es más previsible. Hay precedentes que hacen pensar que el juez debe permitir excarcelarlos para ir a la sesión parlamentaria y volver a la cárcel. Por lo tanto, son tres votos que difícilmente peligran.

Como el reglamento del parlamento no prevé que diputados en el extranjero puedan delegar el voto, aunque sean porque huyen de la represión del Estado español, la única manera de poder votar es entrar en los Países Catalanes, en el País Vasco, en Galicia o en España, con el riesgo de ser detenidos. Si entran y no son detenidos (todavía la orden de detención está vigente), podrán asistir al pleno del parlamento. Si son detenidos, pasarán a encontrarse en la misma situación que los presos actuales y tendrán los mismos derechos como diputados electos. Habrá que afinar la estrategia para asegurar que su ausencia no haga perder la mayoría que los ciudadanos les han dado a las elecciones. El bloque independentista tiene 70 diputados, por 65 del bloque unionista. El margen ni siquiera da para que puedan fallar cuatro diputados independentistas si quieren garantizar la mayoría en la mesa. Podría volver uno de los miembros del gobierno exiliados o bien podrían pactar con Cataluña en Común-Podemos una abstención técnica o un pacto para una configuración diferente de la mesa.

Sea como sea, si la solución no fuera el retorno del gobierno asumiendo el riesgo de detención, dos semanas más tarde habría que encarar la misma decisión otra vez. No hay ningún artículo del reglamento del parlamento que diga explícitamente que el candidato que se presenta a la investidura tenga que defender presencialmente su programa. Por lo tanto, la posibilidad de hacerlo desde Bruselas es una decisión que recaería en la interpretación que hiciera la mesa del parlamento y la mayoría parlamentaria del reglamento. Con todo, el presidente Puigdemont ya ha dejado claro que, si tiene el apoyo de una mayoría de diputados para ser investido, volverá a Cataluña y estará en el parlamento.

A partir de ahora, buena parte de las reflexiones del bloque independentista estará destinada a encontrar la fórmula para hacer encajar el rompecabezas en cumplimiento del mandato democrático del 21-D. El fin del 155 está a una distancia máxima de cuarenta y cinco días a partir de hoy. En este periodo puede pasar de todo. Desde una solución política hasta una represión aún más fuerte que la actual, pasando por algún intento de mediación internacional. La ciudadanía ha votado y ahora habrá que ver cómo se decantan las fuerzas en juego.

VILAWEB