¿Qué pasó entre el 20 de septiembre y el 3 de octubre en Cataluña?

¿Quién salió a la calle el 20 de septiembre? ¿Quién se quedó a dormir en las escuelas y las defendió el 1 de octubre? ¿Quién participó en la gran huelga y paro de país del 3 de octubre? ¿Y qué pasó? ¿Cómo nos ha cambiado? ¿Quién ganó? ¿En dónde nos ha situado?

Del 20 de septiembre al 3 de octubre del 2017 asistimos, y protagonizamos, la articulación y estallido del sujeto político emancipador. En palabras de David Fernández, queriendo ser república, aprendimos a ser pueblo. En lenguaje de Zizek, hemos visto el desbordamiento del sujeto político colectivo fuera de sí mismo. La multitud en la historia, más la multitud disruptiva, etérea y en red del antagonismo de Negri que la de las revueltas populares clásicas de Rudé. La construcción del pueblo y de la hegemonía popular, de Laclau, a través de los nudos articuladores del relato político colectivo.

Los que nos formamos en la universidad de los 80, donde todavía se explicaba las bases económicas y de clase de los hechos nacionales, siguiendo a Pierre Vilar, debemos asumir que, lejos de lo que aseguraban taumaturgos insignes que las daban por muertas, las clases y las naciones del siglo XXI existirán, y las viviremos, pero no cabrán ni en el determinismo económico ni en la causalidad mecanicista del marxismo académico. Ni en los viejos conceptos de clase y nación de la política moderna que habíamos usado hasta hace pocos años. Tomo prestada la frase: el concepto de nación y Estado que utilizan España y Francia es decimonónico; nuestro proceso de autodeterminación culminado el 1 de octubre, es una adaptación, hay que decir que bastante exitosa, de un concepto clásico del siglo XX, y la propuesta de nación cívica y social que hace la ciudadanía catalana en 2017 va mucho más allá, es la primera gran experiencia colectiva de nación e identidad para después de la ruptura y quiebra de la modernidad.

Aquí me gusta citar y mirar el proceso catalán desde el debate Laclau-Zizek sobre las nuevas subjetividades políticas: ideológicamente me siento más cercano a Laclau, desgraciadamente el desbordamiento de los sujetos políticos colectivos no genera de por sí un sujeto anticapitalista, como pretende Zizek, a nosotros mismos me refiero; aún así me siento apasionado y absolutamente atraído por el potencial del «descontrol» de los sujetos e identidades políticas de Zizek, que Laclau acusa de ser casi «marcianas». Nos abre infinitas posibilidades de ser colectivamente como pueblo y nación.

Es evidente que el otoño catalán de 2017 será motivo de análisis profundo, como proceso social. Mi amigo Roger Buch, dice que es una revuelta democrática y popular, liderada por las clases medias. Se lo amplío: a mí me parece una alianza y confluencia de intereses entre sectores populares, clases medias y pequeños empresarios, que han sido los sectores sociales básicamente castigados por la dependencia con España. Y también es un movimiento absolutamente plural: hay extrema izquierda independentista, socialdemocracia, centro y derecha. Y ha habido un liderazgo plural y compartido. A veces la presidencia ha sido de un claro sector, más de orden. Otras han impuesto sus tesis los sectores más de izquierdas, generaciones crecidas ya en la precariedad laboral y social postcrisis económica. Y finalmente parece que el segmento mayoritario ha sido y es el de las clases medias y trabajadoras.

Sociológicamente y dentro de esta amplitud hay dos segmentos sociales que no han cogiendo el tren: parte de la gran empresa, la ligada al Puente Aéreo con Madrid y que se ha enriquecido con el sistema la dependencia y el ‘status-quo’ actuales. Y aquellos sectores populares menos formados académica e ideológicamente. Es en este sentido que el 1 de octubre, en un movimiento iniciado el día 20 de septiembre, muchos de los que defendieron las escuelas en los barrios de Barcelona y de las ciudades metropolitanas, eran antiguos militantes de barrios obreros y sectores populares, que sin ser claramente independentistas, ni la mayoría de ellos haber participado en las grandes movilizaciones de los últimos años, la contundente acción represiva del Estado, el ataque a los derechos fundamentales, los hizo salir a la calle, permanecer en las escuelas hasta las 11 de la noche del día del referéndum y participar masivamente en el paro de país del día 3. Esto mismo pasó con los estudiantes y las universidades.

Hay un cierto consenso en que esta es una de las primeras grandes revueltas cívicas de sectores sociales y en un lugar donde no hay una crisis grave de subsistencia. El pensamiento crítico actual, posmarxista todo él, defiende que el contexto y las condiciones económicas son importantes, pero no son la causa determinante (en el sentido del determinismo materialista) y hace hincapié no en los procesos, a veces en el inconsciente político, el relato y la generación de hegemonías sociales y culturales. En Cataluña ha habido un proceso de construcción hegemónica del relato donde, en el paraguas o nudo articulador de la libertad nacional de Cataluña, confluyen diversas y plurales demandas sociales. Una respuesta a la indignación, una demanda de derechos que ya creíamos consolidados. Una demanda de dignidad. Una suma de demanda de más redistribución, reconocimiento y dignidad. O de dignidad igualitaria.

Más claves: un movimiento de ciclo largo, que dura años de movilizaciones sostenidas, casi una década (en comparación con movimientos de gran impacto, pero ciclo más corto, como en mayo del 68 o las primaveras árabes…); Una revuelta nacional en uno de los lugares más cosmopolitas y abiertos del planeta. Se ha dicho: la nación que propone la revuelta catalana es una «enmienda a la totalidad» a los viejos y decimonónicos conceptos de nación y de Estado actuales de Europa.

Estamos reelaborando bien el debate sobre el concepto de nación. El de autodeterminación ha sido reformulado de manera muy potente. El referéndum del 3 de octubre, con el Estado en contra y reprimiendo, y el pueblo autorganizándose, y haciendo de Estado y actuando como república, ha sido sin duda de las experiencias más fuertes que hemos vivido como pueblo y como personas. Casi nadie, ni los unionistas ni Europa, niegan la legitimidad del 1 de octubre.

Seguramente sin embargo, no terminamos de asumir la acción y el debate sobre la conquista, ejercicio y construcción del poder. El debate que nos falta es en torno al concepto de «poder». El referéndum nos legitima democráticamente, pero no nos da el poder de manera automática. De hecho, ningún proceso social conquista el poder con un día. Aquí se nos evocan antiguos conceptos: «¿qué es y dónde está el poder?», «el contrapoder popular», y un debate abierto de cómo se construye y ejerce la República, que está legítimamente proclamada por el Parlamento de Cataluña el pasado 27 de octubre. En algún momento hemos pensado que controlando fronteras e infraestructuras podíamos afirmar la República. Que teníamos el poder. Hoy pero el poder es algo mucho más extenso, disperso, etéreo. Los zapatistas fueron los primeros en hacer una conquista del poder sin ocuparlo. Es falso que con la toma del Palacio de invierno los bolcheviques o la toma de la Bastilla los revolucionarios franceses, construyeran sus proyectos políticos. A sus acciones simbólicas les siguió una etapa larga de convulsiones sociales y políticas. Este debate en torno al poder -¿te lo da el reconocimiento internacional?, ¿se afirma por el monopolio estatal de la violencia?, ¿es una construcción popular?- es muy necesario en Cataluña, pues venimos de una cultura política muy antiautoritaria y muy poco estatista. Cataluña ha sido durante 300 años un punto de fuga del poder, de sociedad sin Estado (propio) o con el Estado directamente en contra. Y esta mochila tiene muchos elementos positivos a la hora de construir la nueva república pero también provoca chirridos donde hace falta poner aceite.

Si me preguntan en dónde estamos, seguramente la respuesta más prudente sería decir que todavía no tenemos suficiente perspectiva histórica para verlo, pero de seguro que estamos vivos, reforzados, con un experiencia social acumulada brutal que servirá para generaciones, internamente sumando fuerzas y con un entorno internacional que justo nos empieza a conocer y entender. Con una ola represiva y agresiva del Estado, alejada de entornos de diálogos. Pero somos bastantes allí donde seguramente deberíamos estar. La historia es contingente, y ¡ay!, quizás hemos sido demasiado prisioneros de apriorismos y teleologismos nacidos con las múltiples hojas de ruta. Estamos firmes, en pie, que dicen aquellos, avanzando paso a paso, con fuerza y ​​más sabios, listos para seguir haciendo historia. Convencidos de que la democracia siempre gana.

RACÓ CATALÀ