El amo y el esclavo

Este año, la víspera de Thanksgiving, la fiesta que celebramos los americanos con la única excepción de los descendientes de los pueblos autóctonos, se ha realizado una encuesta sobre la división política a las familias. Casi la mitad de los encuestados respondieron que evitarían que hablar de política durante la tradicional cena familiar. Sí, la sociedad americana está polarizada, como lo está toda sociedad donde la política es un factor social; o sea, como toda sociedad democrática. En las dictaduras -Franco recomendaba de no inmiscuirse en política-, la opinión es secuestrada. Que el unionismo acuse el independentismo de dividir las familias es un signo diáfano de la clase de sociedad al que aspiran la mayoría de los españoles. Donde no se puede opinar, no hay división de opiniones. Por ello, estos días el desmemoriado senador Montilla ha justificado la intervención de la Generalitat acusando el independentismo de romper la sociedad catalana y ha olvidado que él mismo, antes de presidir la máxima institución de gobierno del país por obra y milagro de una estafa (legal, sí, legítima, no) al electorado, ya había atacado el catalanismo porque no representaba la Cataluña real. Así es como un ex-presidente indigno aplaude el asalto a la institución a la que había jurado fidelidad y niega la realidad de una mayoría que nunca le ha confiado, ni a él ni a su partido, el mandato imprescindible para gobernar -la. ya había atacado el catalanismo porque no representaba la Cataluña real. Así es como un ex-presidente indigno aplaude el asalto a la institución a la que había jurado fidelidad y niega la realidad de una mayoría que nunca le ha confiado, ni a él ni a su partido, el mandato imprescindible para gobernar -la. ya había atacado el catalanismo porque no representaba la Cataluña real. Así es como un ex-presidente indigno aplaude el asalto a la institución a la que había jurado fidelidad y niega la realidad de una mayoría que nunca le ha confiado, ni a él ni a su partido, el mandato imprescindible para gobernar -la.

Todo cambia en un instante
Sin embargo, la realidad es que, hoy por hoy, el estado ha ganado el pulso al independentismo y, incapaz de administrar la victoria, el unionismo encuentra oportuno de humillar la parte posiblemente más grande e indudablemente más organizada y más viva del país. La parte que ha sido capaz de superar la prisión discursiva del franquismo constitucional y sustraerse al inconsciente servil que atenazaba un país secularmente perdedor. Mientras dos millones largos de catalanes provocaban la primera gran crisis de legitimidad de un estado podrido en sus estructuras, los que ahora piden fuego y azufre contra los ilusos y los engañados se cobija bajo el ala del poder como la carcoma el corazón de la madera picada. Con un cinismo a prueba de espejo, calculaban el provecho de su complicidad con la opresión y con el odio que brota de la entraña española como el chorro de una fuente después de una tormenta. En estas reacciones podemos ver, como en un film de época, lo que sucedió al final de la guerra civil, y que en realidad sucede después de cada guerra. El cálculo de intereses según la victoria o la derrota; la recolocación de los actores; las nuevas complicidades y alianzas. Cuando se desvanece la ambigüedad de la pugna, la claridad de los gestos y las palabras resulta brutal, casi pornográfica; es la claridad de un espectáculo éticamente no apto para menores. la recolocación de los actores; las nuevas complicidades y alianzas. Cuando se desvanece la ambigüedad de la pugna, la claridad de los gestos y las palabras resulta brutal, casi pornográfica; es la claridad de un espectáculo éticamente no apto para menores. la recolocación de los actores; las nuevas complicidades y alianzas. Cuando se desvanece la ambigüedad de la pugna, la claridad de los gestos y las palabras resulta brutal, casi pornográfica; es la claridad de un espectáculo éticamente no apto para menores.

Como se amansa un elefante
Cataluña está dividida, efectivamente, porque siempre lo había sido. Ni podría ser de otro modo en un país ocupado una y otra para ejércitos foráneos. En los países expropiados, aquellos que podríamos llamar países rehenes, la paz social es sinónimo de miedo. Un miedo que será más eficaz cuanto más escondida esté. Sabéis cómo se doma un elefante? Es sometido a una tortura cruel durante horas, hasta romper-le la voluntad. Una vez el animal se haya resignado, será siempre más una bestia obediente que se dejará conducir por criaturas. Y no será necesario repetir la experiencia, para que la memoria de la bestia será el mejor vigilancia, como si siempre tuviera el torturador junto.

No tenemos miedo
El día 27 de octubre el estado dobló la voluntad de los políticos y descabezar el proceso. Dos meses antes, cientos de miles de catalanes se habían manifestado contra el terrorismo gritando ‘No tenemos miedo’, un grito ambivalente que sin duda tenía un sentido en el contexto internacional y otro ante los representantes del estado. Quien quisiera hacerlo, podía detectar un eco del histórico ‘No pasarán’. Dos meses después, amenazando con desatar la violencia, el estado tuvo bastante para detener la ola histórica que venía de cinco años atrás. Ni siquiera le hizo falta desplegarla. Los hechos del 1 de octubre sólo se explican como una advertencia. Si se consideran como medida para impedir el referéndum, eran innecesarios e incluso contraproducentes. Para desvirtuar el referéndum del estado tenía suficiente con los ataques cibernéticos; el resto podía confiarlo a la propaganda sobre la participación y la ejecutoria de ilegalidad. Y en última instancia, ya contaba con el apoyo de la Unión Europea. Por qué crearse problemas con una brutalidad policíaca perfectamente calculada? La única respuesta razonable es que el estado había sopesado el coste en imagen contra la conveniencia de cortar de raíz la amenaza independentista. Y, en vista de los hechos posteriores, es indiscutible que la brutalidad de la policía resultó altamente eficaz. Por qué crearse problemas con una brutalidad policíaca perfectamente calculada? La única respuesta razonable es que el estado había sopesado el coste en imagen contra la conveniencia de cortar de raíz la amenaza independentista. Y, en vista de los hechos posteriores, es indiscutible que la brutalidad de la policía resultó altamente eficaz. Por qué crearse problemas con una brutalidad policíaca perfectamente calculada? La única respuesta razonable es que el estado había sopesado el coste en imagen contra la conveniencia de cortar de raíz la amenaza independentista. Y, en vista de los hechos posteriores, es indiscutible que la brutalidad de la policía resultó altamente eficaz.

De cómo el pueblo fue protegido de su propio coraje
Contra pronóstico, el independentismo obtuvo el 1 de octubre una victoria sin precedentes: puso urnas y papeletas, abrió los colegios electorales, votó y defendió pacíficamente las urnas con un coraje ejemplar. Haciendo bueno el lema de la manifestación del 26 de agosto, el pueblo catalán llegó a poner el estado contra las cuerdas. Pero, inesperadamente, ante el estupor general, Puigdemont movió pieza, ‘suspendiendo los efectos’ de la declaración a que obligaban a las urnas. Si en un primer momento la incredulidad y la falta de información hicieron posible interpretar aquella indecisa decisión, aquel poner y quitar con un mismo gesto, como una maniobra controlada, ahora ya sabemos que respondió a un ataque de pánico abonado por varias personas en el núcleo del partido. No voy a entrar a discutir si el gobierno había previsto o no la posibilidad de una reacción violenta del estado. Se hace difícil de admitir una ingenuidad tan colosal en personas que tenían que conocer el talante del adversario. Pero la alternativa a este relato es demasiado cruel para insistir a hurgar en la herida. Sea como sea, la decisión era tomada cuando el día 27, atrapado entre la amenaza del estado y el descrédito ante el pueblo que sí había resistido el embate de la violencia, el núcleo del gobierno acordó de hacer una declaración ‘ simbólica ‘definitivamente sin efectos. Un gesto exclusivamente retórico, porque ni siquiera se bajó la bandera española del parlamento ni se publicó la declaración de la república en el boletín oficial del parlamento, como si nunca hubiera tenido lugar el nacimiento civil de una república abortada al momento de nacer . Quién iba a ser el padrino de la nueva república, el propio presidente del gobierno, renunció a pronunciar el discurso históricamente prescrito para estas ocasiones. Tanto él como los consejeros ya pensaban en su defensa ante los juicios inminentes. El acatamiento del 155 era un hecho y los segadores no eran un toque de alerta sino de repliegue.

Una partida de póquer
Quién duda que el estado jugó fuerte? En la guerra de nervios de aquellos días, el miedo decidió la partida. Con la violencia del 1 de octubre, el estado pagó un alto precio en imagen, pero ahorrarse uno mucho más alto, lo que le habría costado la represión necesaria para aplastar una república en rodaje . Irónicamente, el gobierno catalán también podía jugar la carta del día 1, desafiando con suficiente credibilidad del estado a desplegar una vez más la violencia ante las cámaras de todo el mundo. El coste adicional de un baño de sangre, el gobierno español probablemente no podía asumir. En todo caso, habría sido insoportable para la Unión Europea, como lo demuestra la llamada de Donald Tusk del 10 de octubre para pedir a Puigdemont que no hacer nada irreversible. Nada, se entiende, que comprometiera la Unión a hacer lo que no quería hacer: arbitrar en el conflicto y proponer o imponer soluciones negociadas. La UE tiene estándares democráticos mucho más estrictas, pero también una legitimidad más estadizas que España. Si la violencia del 1 de octubre ya le costó de digerir, la incidencia de muertes le habría causado un corte de digestión y un defalt los órganos legitimadores vitales.

Donde no hay sangre, morcillas no se han hecho
La independencia indolora raramente ha sido posible. Cuando alguna vez me he referido al conflicto Cataluña-estado ayudándome de la parábola de Hegel sobre el amo y el esclavo, he curado de decir que la lucha entre ellos es a muerte. Esta es la esencia del conflicto. El dueño depende del esclavo tanto como el esclavo del amo, y el desenlace de la lucha sólo puede ser o bien la destrucción del esclavo como persona o la del amo como amo. Esto es lo que nos dicen todos los que no conciben España sin Cataluña. Este no concebir implica negar la entidad catalana, reduciéndola a una parte subordinada, y en la práctica a una posesión de España. Al igual que el dueño de la parábola, estas personas no escatimarán nada de violencia para forzar el esclavo a renunciar a su condición de hombre libre, y lo rubricarán con una ley que sacralice la propiedad. Exigir la libertad será entonces un acto ilegal y por lo tanto punible. Pero, así como en la dialéctica de Hegel el esclavo termina desarrollando el instrumental de la razón, en todas las luchas de las naciones oprimidas estas han tenido que soportar la violencia antes de invertir la correlación de fuerzas. Y España no es otra cosa sino una correlación de fuerzas. Por ello, quienes niegan la posibilidad de que Cataluña se convierta nunca independiente no hacen filosofía de la historia sino que profieren una amenaza. Y España no es otra cosa sino una correlación de fuerzas. Por ello, quienes niegan la posibilidad de que Cataluña se convierta nunca independiente no hacen filosofía de la historia sino que profieren una amenaza. Y España no es otra cosa sino una correlación de fuerzas. Por ello, quienes niegan la posibilidad de que Cataluña se convierta nunca independiente no hacen filosofía de la historia sino que profieren una amenaza.

Dónde estamos ahora
Las elecciones del 21 de diciembre no volverán el legítimo gobierno de Cataluña en el Parlamento, entre otras razones porque ese gobierno ha aceptado de iurede factoel artículo 155, cuyos efectos van para largo y serán muy profundos. Un nuevo ‘partido del presidente’, incluso si gana las elecciones, no restituirá el gobierno anterior ni reconstituirà el parlamento disuelto. Pero si, aceptando una hipótesis inverosímil, las elecciones devolvieran el mismo parlamento (o una correlación de fuerzas equivalente) de un minuto antes de la declaración del 27 de octubre, entonces qué cambiaría? El gobierno desafiaría esta vuelta la amenaza del estado? Con qué credibilidad? La prueba ya ha sido hecha. La solución nuclear del 155 ya se ha aplicado y el estado tendría suficiente reiterarse la. Además, el estado ahora sabe que el independentismo no está preparado para soportar la violencia y que, con su memoria de elefante, será fácil de inducirlo a acatar todo lo que sea necesario y derivar la frustración hacia la lucha interna por las migajas de poder autonómico. Este es el sentido de las elecciones del día 21, que no representan ningún gran preocupación por el estado. La imagen que delata mejor la nueva situación es el apretón y el vil sonrisa del ex-consejero Vila a Mariano Rajoy.

La declaración había que hacerla
Sin embargo, la declaración del 27 de octubre queda como un monumento a la voluntad del pueblo, un incuestionable lugar de la memoria en un país que los suele tener borrados o impugnados. Porque fue el coraje de la gente y no el trabajo del gobierno -leyes de desconexión, estructuras de estado, contactos diplomáticos, control de los Mossos han resultado inútiles- lo impuso la declaración del día 27. Y esta meta, de la importancia de la que da fe el estallido de odio en toda España, nadie nos la puede arrebatar. Y como tiene el valor inalienable de un hito histórico, también será un referente para el futuro. El 21 de diciembre el independentismo debe recuperar las instituciones para que arranque al estado las competencias robadas. Pero, tanto si gana como si pierde, debe combatir la represión como lo hizo durante el franquismo, denunciándola incansablemente dentro del estado y fuera. La deslegitimación del estado es la única arma al alcance de una nación pacífica. La deslegitimación y la no cooperación o, si se quiere, la rebelión pasiva. Educar España ha sido el espejismo con que se ha sostenido el pacto autonómico durante tres largas décadas. Renovar este espejismo -el objetivo de los comunes- es la verdadera operación de estado, la anestesia de la amputación definitiva. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. La deslegitimación del estado es la única arma al alcance de una nación pacífica. La deslegitimación y la no cooperación o, si se quiere, la rebelión pasiva. Educar España ha sido el espejismo con que se ha sostenido el pacto autonómico durante tres largas décadas. Renovar este espejismo -el objetivo de los comunes- es la verdadera operación de estado, la anestesia de la amputación definitiva. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. La deslegitimación del estado es la única arma al alcance de una nación pacífica. La deslegitimación y la no cooperación o, si se quiere, la rebelión pasiva. Educar España ha sido el espejismo con que se ha sostenido el pacto autonómico durante tres largas décadas. Renovar este espejismo -el objetivo de los comunes- es la verdadera operación de estado, la anestesia de la amputación definitiva. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. la rebelión pasiva. Educar España ha sido el espejismo con que se ha sostenido el pacto autonómico durante tres largas décadas. Renovar este espejismo -el objetivo de los comunes- es la verdadera operación de estado, la anestesia de la amputación definitiva. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. la rebelión pasiva. Educar España ha sido el espejismo con que se ha sostenido el pacto autonómico durante tres largas décadas. Renovar este espejismo -el objetivo de los comunes- es la verdadera operación de estado, la anestesia de la amputación definitiva. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles. La vía independentista consiste, al contrario, a aplicar la receta de ‘L’estaca’, empujando el estado hacia el lado por donde debe caer, es decir, estimulando su euforia represiva. Este camino no tiene mucho recorrido en Europa, pero España le seguirá por poco que sea invitada a hacerlo. En la lucha con el dueño es crucial que el esclavo aplique la astucia de los débiles.

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