Tú no eres nada

Con el fin de hacernos entender, los ‘indepes’ hemos comparado hasta la extenuación la relación Cataluña-España con un matrimonio fallido, que ya sólo se sustenta en términos de dominio y abuso digamos patriarcal. Podríamos ser más modernos y referirnos a una pareja, pero el detalle de los papeles es importante: en caso de separación, no es suficiente con que una dé un portazo y se lleve las maletas: hay un contrato por medio a invalidar, mucho papeleo para firmar y, total, que puede ocurrir que el cónyuge que no se aviene no quiera comparecer nunca a la cita con el abogado. Pero como somos modernos, ahora sí, todos entendemos que el hecho de que un hombre no quiera el divorcio no es ninguna razón para evitarlo. Más o menos es eso, repetido cien millones de veces.

Un símil tan sencillo, que simplemente va de derechos entre iguales, a los ‘indepes’ nos cuesta entender que no se entienda. Y ahora que nos han suspendido la autonomía, como resulta que nos consideramos iguales con quien nos la ha suspendido, nos vemos metafóricamente atadas a una silla, con la cara llena de manos y el salario secuestrado por quien repite que es por nuestro bien y porque nos ama tanto, pero que debemos ser buenas niñas. Que nos comportemos, que no hagamos más el ridículo, que mira aquel señor que te está mirando, qué pensará, de ti. Màrius Carol nos lo advertía ayer, en una tertulia, con un argumento nuevo: ‘Los atentados sitúan la seguridad ante el yihadismo como una prioridad, es imposible encontrar apoyos en estos momentos’. Estad en casa, no nos mareéis más con vuestras chiquilladas insignificantes.

El unionismo es paternal, no nos sorprende y no hay que irle con comparaciones igualitarias: siempre seremos menores de edad, eternas tutelables. No esperemos ninguna comprensión tampoco ahora, cuando nos encontramos atadas a la silla, con dos vueltas de cuerda en las muñecas, buscando miradas cómplices entre los transeúntes. Porque las buscamos, desesperadamente, y cuidado, quizás ahora que no nos podemos ni mover, que estamos despojadas del control de nuestra autonomía, encontraremos los ojos de los que se querían mantener al margen del conflicto, en cosas de parejas no nos debemos meter. Porque, dicen, entre ellos habrá cómplices, que de hecho ya están, más cerca que lejos, pero que tenemos que ser buenas niñas… porque se trata de sumar, y para sumar debemos de gustar, porque si no, ¿quién será el que nos quiera amar?

No lo sé, señoras. Servidora aún no ha cerrado la boca del siguiente tuit del líder de CSQP: ‘¿Intervienen las cuentas de la Generalitat? Amenazar de «desconexión» sin mandato, apoyo social ni alianzas agrava la situación del pueblo’. Y en la tele, subrayó la sentencia: ‘La fanfarronada de la desconexión tendrá consecuencias’. Debes ser tonto, es eso. Habías llegado a entender que CSQP hicieran oídos sordos a los gritos del piso de arriba, eran disputas de pareja que no les incumbían -ya lo dijeron: ni sí, ni no, ni todo lo contrario-, pero ahora, atada a la silla, te imaginabas que correrían a aflojarte la cuerda y en cambio te encuentras un ¿qué te pensabas?, eres tú la que te lo has buscado. Te pones minifalda y luego pasa lo que pasa. Ay, criatura: ¿es que quizás pensabas que culparían al que te ha atado?

Te desvives con las metáforas sobre iguales porque te crees una igual. Y no. Resulta que no eres una igual ni para los que tienes ideológicamente más cerca. La distancia, aunque corta, tiene una pared en medio: la misma pared que impidió que CSQP votara a favor del plan de rescate social del parlamento, la misma que evitó que votaran a favor los que, de CSQP, querían votar a favor. Quieto, aquí. Un brazo no se rebela contra el cuerpo. Para quien considera que Cataluña no es sujeto político, Cataluña no es nada. Como máximo un brazo, un pie, una pierna, pero nunca el cerebro.

Los hemos de gustar, dicen. Les hemos de agradar, porque no somos lo suficiente. Qué trampa: ¿cuánto es ‘lo suficiente’, para quien no eres nada? Setenta y dos escaños no son suficientes, ni tampoco lo serían cien. Ya puedes ir exigiendo el derecho al propio cuerpo a quien, en ti, sólo ve un brazo, una pierna, un pie. Una pieza estructuralmente minoritaria, ligada por tendones, venas y flujos sanguíneos a una anatomía completa. El cuerpo es uno, y no cincuenta y uno. Cuántas veces no lo habremos oído: ‘Mi brazo no se me puede independizarse del cuerpo’, seguido del entrañable ‘Amo a mi brazo, porque es mío’.

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