La vieja política

Una de las principales hipotecas con las que tiene que cargar el proceso consiste en confiar el cambio de régimen a la clase política que ocupa el sistema institucional del autonomismo. La paradoja la estamos constatando con cierto estupor estos días de campaña electoral para elegir los concejales de nuestros municipios. Aunque supuestamente nos encontramos a punto de consumar los pasos definitivos hacia la independencia nacional, las próximas elecciones del 24 de mayo no se han planteado en ningún momento como un aval democrático hacia el nuevo marco político. El contexto es muy diferente, por ejemplo, al de las elecciones municipales de abril de 1931 que pusieron fin al régimen de la restauración borbónica, propiciaron la II República española con previo gesto de ruptura del presidente Macià proclamando la República catalana en un acto de audacia del que ha vivido el autogobierno catalán hasta la actualidad. Las municipales del próximo domingo podrían haber adquirido un carácter similar, un carácter «plebiscitario» para decirlo en la terminología de moda en el catalanismo, pero no ha sido así, y no lo ha sido deliberadamente por la voluntad de los partidos soberanistas que han protagonizado el periodo autonómico los cuales siguen haciendo como siempre: pedir el voto para ellos para colocar el máximo de personal político en las instituciones locales articuladas bajo el sistema constitucional español de 1978 (municipios, consejos comarcales y, no lo olvidemos, diputaciones provinciales). Itaca está muy bien pero cuanto más se pueda disfrutar de la cuota de poder del régimen vigente, mejor. Aquellos que reclamaban tanto «la lista de país» en otoño del año pasado ¿han hecho algún tipo de esfuerzo para forjar «listas de país» municipales que permitieran calibrar el apoyo electoral al proceso? La izquierda independentista ¿ha trabajado para centrar el debate electoral en el eje nacional o se ha entregado a atizar el eje social en connivencia con la izquierda unionista?

El caso más hiriente por su relevancia es sin duda el de Barcelona. En la campaña de Trias, en mi opinión, se ha podido observar una buena dosis de esta actitud casi esquizofrénica: por un lado amortiguar el debate sobre la independencia para atraer votos de barceloneses unionistas y por otro coaccionar al independentismo con el argumento de que si Trias no conserva la alcaldía de la capital el proceso sufrirá un descalabro. Me parece que no se puede acusar a Colau de representar una carga en profundidad contra la independencia por parte de un señor, Trias, que no consiguió que Barcelona se integrara en la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), que se ha declarado no independentista (aunque asegura que sí votaría por la libertad de Cataluña) y que, ya en campaña, afirmó que creía «infantil» firmar el manifiesto de la ANC de «Ayuntamientos por la independencia» aunque finalmente apoyó un documento descafeinado. Aquellos que tal vez podrían tener más legitimidad para cuestionar el soberanismo de Colau, como Alfred Bosch (ERC) o María José Lecha (CUP) no sólo, como decimos, se han sumado al relato de la polarización social que Barcelona en Común ha sabido protagonizar y que tiene todas las posibilidades de minorizar tanto ERC como la CUP, sino que están perfectamente dispuestos a permitir que Colau gobierne con los votos de sus concejales. Volver al discurso del «gobierno de izquierdas» bajo el régimen autonómico español como ocurrió durante el tripartito no está tan lejos del presente universo de posibilidades.

Desgraciadamente la dinámica de Barcelona está muy extendida por buena parte del territorio, sobre todo en las grandes ciudades. El aguachinado del reto nacional a cuatro meses de unas elecciones al Parlamento supuestamente decisivas para propiciar la ruptura del sistema constitucional español hacen temer demasiado hipótesis pesimistas. Si no ha habido un mensaje claro el 24-M, ¿será el 27-S? ¿O cuando tengamos que discutir sobre la independencia acabaremos también priorizando el debate sobre los desahucios, sobre los recortes en la sanidad o, en definitiva, sobre qué se hace o qué se ha dejado de hacer en una autonomía de régimen común?

EL PUNT – AVUI