Cuatro fases y cuatro condiciones para evitar el fracaso

Definitivamente, hemos entrado en la fase decisiva. El camino que conduce a la independencia empieza a presentar la subida y hay que administrar bien los esfuerzos y las atenciones. En resumen, ante nosotros hay una ruta con cuatro fases: demostración de fuerza y dignidad el 9-N; autodeterminación por la vía de elecciones plebiscitarias; creación de las condiciones para dar el salto; y proclamación de independencia. Veámoslas muy brevemente:

9-N . Desgraciadamente, el Estado español no nos ha permitido hacer un referéndum de independencia como en los países civilizados y democráticos. Hemos intentado hacer una consulta con una serie de condiciones que podían garantizar un recuento y un resultado vinculante políticamente. Hemos terminado convocando un proceso participativo que tiene muchas similitudes con la consulta que queríamos hacer. Pero parece que no quieren que hagamos ni eso. El día 9 de noviembre legitima aún más la vía unilateral hacia la independencia y certificar la defunción definitiva de la democracia española.

Elecciones plebiscitarias. La única alternativa al referéndum vinculante son unas elecciones que tengan el carácter de plebiscito. Para hacer la independencia, es necesario haber certificado más allá de las encuestas que hay una mayoría que la quiere. En unas elecciones con carácter plebiscitario deberán contar los votos totales que hayan recibido las candidaturas que lleven la declaración de independencia en el programa.

Creación de condiciones para saltar. Una vez certificada la mayoría favorable a la independencia -¡que no nos lo asegura nadie!-, hay que garantizar las condiciones imprescindibles para declarar la independencia por la vía unilateral si el Estado se niega a negociar la separación, como es previsible. Si hay una mayoría favorable a la independencia expresada en las urnas, el gobierno podrá poner toda la maquinaria de la administración catalana al servicio del gran salto. Hacienda, seguridad, diplomacia internacional, control energético… Seis meses serán suficientes para tenerlo todo a punto.

Proclamación. El momento mágico en el que confluirán todos los esfuerzos y las ilusiones acumuladas de muchos años. El momento fundacional del nuevo Estado. Abrirá un período brillante de debate sobre el futuro y las bases de la nueva realidad política. Proceso constituyente… referéndum de ratificación… nuevos partidos y nuevos liderazgos…

A grandes trazos, estas son las cuatro fases que encaramos de manera inmediata. Son como una cadena y un eslabón lleva al siguiente. No es posible saltarse ninguno. Para hacerlo sin estrellarse, hay unas cuantas condiciones y actitudes que hay que tener bien aprendidas. Esto que hacemos no es ningún juego de niños y hay que actuar con inteligencia y habilidad. Os propongo cuatro elementos o condiciones a tener en cuenta si queremos llegar a salvo al final del camino:

La trampa. Quién marca las reglas de juego en un combate tiene media partida ganada. El proceso hacia la independencia es nuestro y somos nosotros, los catalanes, quienes tenemos que definir cómo queremos llegar, cuándo y por dónde. El 9-N no se hará con el formato ni las condiciones que hubiéramos querido. Se ha tenido que esquivar el ataque de España como se ha podido. Lo haremos bajo amenaza grave y con persecución. Por tanto, no caigamos en la trampa de aceptar que lo que vale es la participación. Sí queremos una participación lo más alta posible, pero no tenemos que aceptar que nos contaremos para extraer conclusiones definitivas. ¿Alguno de vosotros aceptaría hacer una carrera de 100 metros a la pata coja y con la exigencia de hacerla en menos de 10 segundos? ¿Verdad que sería más inteligente el utilizar la carrera para demostrar a los árbitros internacionales que nos han atado la pierna y no nos dejan correr de la manera estipulada? Pues eso: no caigamos en trampas y, aún menos, no nos las pongamos nosotros mismos. El 9-N debe ser una demostración de fuerza, de voluntad popular y de dignidad nacional.

Un gesto sencillo, pero poderoso. ‘Somos una nación. Nosotros decidimos’, decía el eslogan de la manifestación de julio de 2010, días después de la sentencia contra el estatuto. Desde entonces hemos ido dando todos los pasos que nos llevaban justamente a decidir. Y una mayoría rotunda de nuestros representantes políticos decidieron que el momento de hacerlo sería el 9 de noviembre de 2014, dentro de diez días exactos. El Estado que nos ha castigado sistemáticamente desde hace tres siglos ha dicho que nosotros no votaríamos el día 9 de noviembre. Y también ha hecho y hará todo lo posible para que no lo consigamos. ¿Y qué haremos nosotros el 9-N? Sencillamente, votar. Poner papeletas dentro urnas. Todo lo que no sea poner papeletas dentro urnas será una derrota. No nos lo podemos permitir. Recordemos la cadena: un eslabón lleva al siguiente. Votar es un gesto sencillo, pero poderoso.

Es el poder. Desde hace años, los independentistas no hemos parado de aportar argumentos. Y en estos últimos tiempos se han publicado decenas de estudios sobre la viabilidad económica, legal, energética, etc. de la Cataluña independiente. Y está muy bien que estén porque dan seguridad y apuntan los caminos mejores para llegar a buen puerto. Pero hay una cosa que hay que ver clara en el momento de la verdad: la viabilidad de la independencia, en el fondo, no la determinan ni la economía ni las leyes, sino la firmeza en el ejercicio del poder. El combate por la libertad es un combate de poder. Y me parece que los catalanes, que estos últimos tres siglos nos hemos forjado como pueblo contra el poder, tenemos que empezar a aceptar el ejercicio del poder como un elemento cotidiano y normal. Con todos los contrapoderes y equilibrios necesarios. Pero sin un ejercicio convencido del poder no habrá independencia.

Carrera de resistencia y de obstáculos. Tal como describía de manera muy esquemática en las cuatro fases, la creación del nuevo Estado catalán -el segundo después de Andorra- no es cosa de cuatro días. Tampoco es un guiso de jabalí, que necesita una buena marinada y una cocción larga y a fuego lento. Pero seguro que no se cuece en el microondas. Si alguien piensa que la independencia será una realidad en febrero de 2015, se equivoca. En febrero podemos estar en una situación muy diferente de la actual, con un parlamento elegido para hacer la independencia. Pero lo que vendrá después de las elecciones será aún más complicado que no lo habremos hecho para llegar. Por eso, hay que estar determinados a una movilización larga y constante. Si alguien llega al convencimiento de que esto es una carrera de velocidad, no tendrá fuerzas para la carrera de resistencia y de obstáculos que vendrá a continuación. Por suerte, tampoco será una maratón ni una tontería de esas que hace Kilian Jornet.

Tener claras estas cuatro fases y ser conscientes de las cuatro condiciones puede ser útil para llegar al final con opciones de victoria. Y aún hay una última idea que da sentido a todas las anteriores: la independencia es posible porque depende sólo de nosotros. Como dijo Nelson Mandela: ‘Siempre parece imposible hasta que se hace’.

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