Presidente, convoque elecciones

El vuelco histórico del catalanismo hacia el independentismo, la eclosión social favorable a la construcción de un Estado soberano para Cataluña, la reconversión de un sentimiento etéreo en una voluntad política, se han producido en un tiempo brevísimo.

Como resultado de la velocidad vertiginosa a la que avanza el proceso, hay demasiados aspectos que no han tenido aún la madurez deseable para el proyecto nacional más ambicioso que puede tener cualquier nación a lo largo de la historia: su independencia. Como resultado de esta anomalía, el lenguaje cotidiano entre muchos independentistas refleja aún el estado mental tradicional («aquí en España», «el resto de España», «toda España», etc.) o bien las incertidumbres, las dudas y el miedo que expresan la transición hacia una toma de posición definitiva y se sitúan, todavía, en la ambigüedad, como si no osaran formularse desacomplejadamente, o bien como si intentaran suavizar la fuerza irreversible de la realidad, escondiendo, disimulándose o aguando sus intenciones verdaderas.

Es el caso del ‘derecho a decidir’, expresión edulcorada e incomprensible en política internacional, donde todo el mundo se refiere al derecho a la autodeterminación, la famosa y fracasada ‘consulta’, para no decir lo que en todo el mundo se conoce como ‘referéndum’ y, finalmente, el recurso a la Estado propio para evitar la palabra independencia que, por cierto, todavía no hemos oído de la boca de quien ya hace tiempo que lo habría tenido que pronunciar.

En realidad, no se trata nada más que de la precipitación y la improvisación con que han tenido que tomarse determinadas decisiones. Pero la independencia de un país no se improvisa nunca y requiere una planificación mínima, para que pueda resultar exitosa. Para gobernar, se necesitan varios departamentos. Para ir decididamente hacia la independencia, con dos basta o, por lo menos, debe haber al menos estos dos: Exteriores e Interior. No hay Departamento de Exteriores, no sabemos quién es nuestro ministro de Asuntos Exteriores ante el mundo. De Interior… Mientras tanto, España vuelve a ser miembro del Consejo Permanente de la ONU, desde donde las posiciones catalanas serán defendidas (*) con más fuerza y autoridad y la guardia civil y la policía nacional se visualizan más que nunca, en los últimos años, en nuestras calles, con acciones de propaganda mediática.

Los textos bíblicos aseguran, hace ya siglos, que «no se puede servir a dos señores». Y parece que esto es lo que se intenta hacer todavía hasta ahora mismo, sirviendo a dos legalidades que, a la hora de la verdad, necesariamente deberán bifurcarse para optar por caminos diferentes. En un momento concreto, la legalidad catalana será nuestra primera legalidad y la española dejará de serlo: primera y legalidad. Todo el revuelo por el cambio de estrategia a propósito del 9-N es, en definitiva, el intento hasta el último momento de intentar hacer equilibrios legales, equilibrios que, a la postre, han acabado siendo muy difíciles de comprender, con precisión, para la mayoría de ciudadanos.

Ahora se trata de pasar de la mejor manera posible, la más numerosa y exitosa, los hitos movilizadoras previstos hasta el mismo 9-N. Pero no podemos aplazar por más tiempo la única salida legal, política y real que existe, la mejor que tenemos y, a día de hoy, la única que será entendida por la comunidad internacional: la convocatoria de elecciones para integrar un nuevo Parlamento que, en la práctica, deberá ser un Parlamento constituyente. 135 escaños que tendrán el futuro del país en sus manos, gracias al mandato que el pueblo les habrá otorgado en las urnas.

No podemos esperar por más tiempo hasta saber lo que, sinceramente, creo que ya se debería haber dicho, sin vacilaciones, y tal vez nos habríamos ahorrado el desconcierto actual: la fecha de las próximas elecciones al Parlamento. Unas elecciones en las que el deseo de independencia será creíble si las fuerzas que representan justo todo lo contrario, la dependencia, quedan relegadas a las últimas posiciones de la confianza del electorado.

Con un panorama así, el gobierno del PP no tendrá legitimidad para impedir, ante la opinión pública internacional, que el nuevo gobierno de mayoría sólida tome las decisiones que considere más oportunas, una vez conseguida una mayoría democrática en las urnas, impecable e incuestionable. Para que este día llegue pronto, Presidente, ¡convoque elecciones!

(*) Nota del traductor.

Carod-Rovira afirma textualmente: «Mentrestant, Espanya torna a ser membre del Consell Permanent de l’ONU, des d’on les posicions catalanes seran defensades amb més força i autoritat». Parece una clara errata y que quiere decir que «las posiciones catalanas serán atacadas…» o que «las posiciones españolas serán defendidas…»

TRIBUNA CATALANA