La independencia sería catastrófica… para España

«Para España sería una catástrofe». Con esta sinceridad y rotundidad se expresó ayer el exministro socialista Josep Borrell en un debate en el Colegio de Economistas sobre la viabilidad económica de una Cataluña independiente. La afirmación provocó un denso silencio entre el auditorio, que hasta el momento se había limitado a aplaudir los argumentos a favor y en contra con deportividad inglesa. Y es que por espacio de dos horas el sueño británico de una consulta acordada y un debate civilizado se hizo realidad. Y lo fue gracias a la Fundación Foro de Foros, que en su primer acto en Barcelona se atrevió a tratar de manera desacomplejada las consecuencias de una eventual independencia de Cataluña con primeras espadas como el mismo Borrell; el exdirector de la Bolsa de Barcelona y actual defensor del cliente de Endesa, José Luis Oller Ariño; el economista (y articulista del ARA) Miquel Puig, y la decana de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona, Elisenda Paluzie. La plataforma Fundación Foro de Foros está presidida por Manuel Rodríguez Casanueva, que mostró olfato diplomático al pedir a los ponentes que hicieran el debate en catalán.

La discusión fue ágil y combinó el contraste de datos con golpes de efecto, y fue ganada por los puntos por Miquel Puig, que reclamó de manera insistente sin éxito a Borrell y Oller que hicieran una propuesta en positivo para convencer a los catalanes que se han de quedar en una España que calificó de «siniestra». Y con este objetivo tuvo como aliado valiosísimo a Ortega y Gasset, a quien citó en dos ocasiones. «Mientras la clase dirigente española no sea capaz de construir un proyecto para todos los españoles, España continuará perdiendo territorios», recitó Puig con un punto de fruición. A Borrell se le levantaron las cejas y contraatacó con un poco de geopolítica: «Cuba tenía detrás a los Estados Unidos, y no me consta que haya ninguna potencia extranjera detrás de Cataluña», espetó a su oponente socialista.

Elisenda Paluzie y José Luis Oller se enfrentaron por el reparto de activos entre Cataluña y España y por el volumen de deuda que debería asumir cada uno. Y aquí ambos fueron víctimas de lo que podríamos llamar paradoja de la españolidad. Este fenómeno hace que los partidarios de la unión dibujen una España rencorosa e incluso violenta en caso de secesión, mientras que los independentistas apelan al sentido común de los españoles y a su buena voluntad para predecir que no habrá consecuencias negativas. ¿Quién tiene razón? No lo sabemos, pero no deja de ser curioso que quien prefiere España es quien más teme su posible comportamiento y alerta de las represalias que podría haber. No en vano Oller hizo referencia varias veces al 31 y al 36.

También Borrell insistió que sus malos augurios sobre una Cataluña independiente («A la valiente no nos reconocerá nadie») no eran ninguna «amenaza» y que el resto era «wishful thinking». Puig se mostró convencido de que la independencia tendría como efecto inmediato una respuesta europea que minimizaría los costes de transición porque todo el mundo querría cobrar (en euros). «Estaríamos intervenidos, que es lo contrario de estar aislados», concluyó. Y el aplausómetro lo coronó.

ARA