El proceso, hace 25 siglos

 

Gracias a los dioses, todavía hay pequeñas alegrías que ayudan a desempolvar el día a día ruinoso y gris oceánico de la literatura del tiempo de las prisas. Recuerdo el asombro con que en el año 2011 comenzaba la lectura del ‘Breviario de los políticos’, del Cardenal Mazzarino, una obra capital para ver la política cara a cara, despojada de valores, desnuda de retórica. Sin crueldad no hay fiesta, dijo Nietzsche. Y esta, precisamente, era el tipo de fiesta a la que nos invitaba el cardenal. Editado (en catalán) por Ediciones de la Ela Geminada, la obra es un laberinto de intrigas, de sutiles seducciones y de la más descarnada falta de escrúpulos. Mazzarino deja a Maquiavelo como un monaguillo y a Fouché como un corazón tierno y generoso. El efecto que le produce es de un vacío moral absoluto, pero, en cambio, ofrece una estrategia implacable de eficacia política. En palabras de Ramon Alcoberro -autor de la traducción (al catalán) y de la introducción-, «es el modelo casi perfecto del político profesional». Al terminarlo, se llega a la conclusión de que en Cataluña hemos sido desde siempre mazzarinistas de toda la vida. «Deja a los demás la fama y la gloria, tú busca la realidad del poder». Definitivo.

Un par de años después era nada menos que Plutarco, con Adesiara (editorial) de intermediario, quien llamaba a la puerta, como quien no quiere la cosa. El autor de las famosas ‘Vidas paralelas’, monumental modelo para cualquier biógrafo amateur que pretenda explicar la vida de alguien, lo es también de los extraordinarios ‘Consejos sobre política’ (que incluye ‘A un gobernante incompetente’), traducido de manera excelente (al catalán) por Montserrat Nogueras. Sólo por esta frase valía la pena comprar el libro: «Las estrategias de amansamiento de las masas no se diferencian en nada de capturar animales irracionales y llevarlos a pastar». Es sencillamente perfecta, y de una contemporaneidad espeluznante. Vean esta otra: «El pueblo está más dispuesto a aceptar a los que comienzan, en la medida que está cansado y aburrido de ver a los de siempre, al igual que les ocurre a los espectadores con un nuevo actor».

Y he aquí que este año, en casa del editor hay novedad. Vicenç Pedret me había hablado hacía mucho tiempo de su tesis doctoral sobre Tucídides, Hobbes y Maquiavelo. En muchas de las reuniones conspiratorias de ‘El Matí’ -con los nulos resultados habituales-, Pedret solía llegar tarde y la excusa habitual era la tesis. Químico y empresario de profesión, ha dedicado años al estudio de los clásicos, combinando la Bernat Metge (Asociación de escritores en lengua catalana) con todo lo que le cayera en las manos y le llevara a Tucídides. Fascinado por la lectura de la guerra del Peloponeso escrita por el ateniense hace veinticinco siglos, ‘Las lecciones de la historia’ es el libro tributo en el que se plasma el resultado de tantos años del «placer de leer a Tucídides».

Una pregunta sobrevuela el libro: ¿podemos extraer leyes de la historia? Para el Dr. Jordi Sales, que ha escrito el prólogo del libro, «la forma en que las ciudades afrontan las dificultades es lo importante, lo esencial del relato de Tucídides». Y Pedret lo resalta: «Para seguir manteniendo la propia identidad diferenciada, es necesario que resistan por todos los medios para poder transmitir su legado a sus descendientes».

Naturalmente, Pedret se horrorizaría de hacer una lectura «procesista», 2.500 años después. Pero para mí es irresistible. ¿Y si hiciéramos entrar a Tucídides en campaña? Prueben esto. Les dejo con estas «reglas de la política» según Tucídides recopiladas por Vicenç Pedret: «Para poder recurrir a un arbitraje es necesario que haya una posición de igualdad entre las partes»; «No hay que angustiarse con los peligros de la guerra cuando se defiende con coraje la libertad»; «Las opiniones deben ser juzgadas no por su belleza, sino por su utilidad»; «La suerte es peligrosa porque induce a arriesgarse»; «Produce más temor la victoria de los pueblos sometidos que la victoria de los pueblos que imperan sobre los otros»; «Hay que confiar en los propios aciertos más que en los errores del adversario»; «Hay que anticiparse a las actuaciones del enemigo»; «La máxima esperanza proporciona a menudo el máximo coraje»; «La defensa de la libertad es legítima»; «Una vez tomada una decisión hay que actuar». Y así, hasta 221 normas en total. El 1-O pasará, pero siempre nos quedará Tucídides.

EL PUNT-AVUI