La independencia nacional como a priori de la democracia


La independencia nacional no se debe confundir con el concepto del siglo XIX. Entonces la nación se identificaba con el Estado sin tener en cuenta las antiguas comunidades nacionales subsumidas dentro del Estado moderno. El concepto jacobino de Estado-Nación tiene un sentido positivista. Si nos limitamos a la observación empírica las nuevas naciones son naciones y las antiguas lo fueron. El concepto de «nación sin Estado» no es una observación empírica, es un juicio de valor, diría un positivista. Ya sabemos que para los positivistas los juicios de valor están muy mal vistos. Efectivamente los juicios de valor no son hechos en el mundo, sino lo que puede acontecer como un hecho en el mundo. «Nación sin Estado» no es una hecho en el mundo. Como hecho en el mundo implicaría un contrasentido. La nación tiene al estado como instrumento de su vertebración nacional. Una nación sin Estado no realiza sus funciones como nación. Por lo tanto el enunciado «nación sin Estado» implica no el ser, sino el deber ser (cosa tan detestada por los positivistas). Implica que tiene que tener un Estado, para realizar sus derechos legítimos como nación. La independencia nacional desde esta perspectiva es un principio ético. Un deber ser que un día esperamos sea ser (hecho en el mundo) a través de la lucha política.

Un positivismo muy grosero reduce toda la política a facticidad, como si el sujeto histórico no fuera nada. Tal cosa es imposible. La política no es equiparable a la física o la química. La política es la cristalización de determinadas concepciones del mundo y el juicio sobre la realidad política sólo es posible desde una determinada conceptualización previa. Lo que estoy diciendo no es una forma de idealismo, como me podría acusar un marxista ortodoxo. El concepto a priori es la condición necesaria de todo juicio político, pero su realización histórica depende de la interacción entre el sujeto histórico y las condiciones objetivas de posibilidad. La independencia nacional en el sentido del independentismo identitario es un concepto a priori y un juicio de valor. Lo que se entiende por democracia es un concepto que se ha ido elaborando históricamente. Un análisis meramente empírico es imposible. Hay que ordenar conceptualmente los hechos políticos que observamos.

Un positivista ortodoxo definiría la independencia nacional como los Estados fácticamente reconocidos como sujetos de derecho internacional y la democracia es la forma procedimental de lograr el poder político dentro de estos estados reconocidos por la comunidad internacional. El positivista ortodoxo tiende al conservadurismo político. En cambio nosotros no nos podemos permitir el conservadurismo político porque vamos contra corriente. Además filosóficamente el cambio histórico cualitativo se puede entender como dialéctica de la totalidad marxista o como metafísica inmanente del sujeto, nunca como empirismo lógico. Como buen postmarxista prefiero la metafísica inmanente del sujeto.

Mi definición de independencia nacional como a priori de la democracia no se fundamenta en la observación empírica de hechos en el mundo. La independencia nacional se fundamenta de acuerdo con mi interpretación del independentismo identitario en la noción metafísica de sujeto moral (una tierra, una lengua). Por lo tanto la independencia nacional es un principio regulativo que rige la política con un fundamento metafísico que es el sujeto histórico (el pueblo oprimido) que lo tiene que cristalizar históricamente. El concepto de democracia lleva implícito como a priori la igual dignidad de todos los pueblos. Ningún demócrata dirá que hay pueblos superiores que tienen que someter a pueblos inferiores. Ahora bien, esta idea que existe históricamente como tal idea, no es un factum político. La democracia política real no se adecua a su propio concepto en el terreno nacional. La independencia nacional como a priori de la democracia quiere decir que no hay democracia donde hay una nación sin Estado. La idea jacobina de Estado-Nación ha creado históricamente la base del procedimentalismo democrático, pero sobre la base de un concepto de pueblo claramente nazifascista. Evidentemente que los nazis son posteriores, pero el concepto de pueblo de la democracia contemporánea ya lleva a la creencia de pueblos superiores.

La paradoja de la democracia contemporánea es que el procedimentalismo si que es democrático, lo que no es nada democrático es el sujeto histórico. El procedimentalismo es correcto aplicado a un sujeto histórico espurio y esto afecta la noción de voluntad general. La independencia nacional es intrínseca a la democracia porque si no acaba distorsionando el procedimentalismo y la voluntad general.

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