Divorcios plurinacionales

A las democracias plurinacionales les pasa algo parecido a los matrimonios. Desde la instauración del divorcio, los matrimonios ya no son lo que eran. Afortunadamente. El divorcio es una condición indispensable para hacer interesantes los matrimonios. A pesar del mantenimiento de factores económicos y culturales que aún dificultan una igualdad práctica, y dicho en términos de Albert Hirschman, el hecho de que exista la posibilidad de salida representa una garantía de que ambas partes dispondrán de más voz práctica, y que desarrollarán un grado de lealtad más profundo mientras la unión perdure.

En las últimas décadas se han ido haciendo patentes los déficits constitucionales de las democracias plurinacionales. Estos déficits han favorecido una nueva agenda política, basada en nuevas preguntas sobre la legitimidad democrática: ¿cómo se han de entender y concretar conceptos tan clásicos como la representación, la participación, la ciudadanía o la soberanía popular en contextos plurinacionales? ¿Los derechos, las instituciones y los procesos de decisión deben ser similares en democracias plurinacionales y uninacionales? A continuación mencionamos una lista (no exhaustiva) de elementos analíticos sobre la legitimidad política destacados en los últimos años.

1) Las libertades culturales y nacionales son componentes importantes para la calidad de la democracia y para la autocomprensión y autoestima de los individuos (‘Human Development Report’, Naciones Unidas, 2004). Casi todas las personas se socializan en contextos nacionales, culturales y lingüísticos específicos. A lo largo de la vida, la mayoría de los seres humanos muestran unas características nacionales y culturales muy arraigadas y estables.

2) Las teorías políticas y el constitucionalismo clásico se concibieron y llevaron a la práctica en contextos sociales mucho más simples y homogéneos que los de las sociedades actuales.

3) El lenguaje universalista desde el que habitualmente se han presentado los valores de libertad, igualdad y pluralismo, en la práctica ha contrastado con la exclusión de voces y la falta de equidad en la regulación de las libertades, igualdades y pluralismos concretos (históricamente, en perjuicio de los no propietarios, las mujeres, los pueblos indígenas, las minorías nacionales, lingüísticas, étnicas y religiosas).

4) En las democracias plurinacionales conviven diversas colectividades que se consideran demos políticos legítimos, en contraste con el habitual demos único estatal reconocido por el constitucionalismo tradicional. Se constata una sorprendente ausencia de teorías del demos legítimo en las teorías clásicas de la democracia (liberales o republicanas).

5) La historia importa. Los estados son el resultado de procesos que habitualmente son fruto de guerras, anexiones territoriales, exterminios, deportaciones masivas, etc., muy alejados de la normatividad liberal-democrática. Estos procesos están a menudo en la base de las luchas por el reconocimiento y la acomodación política en los estados plurinacionales. También se constatan diferentes reconstrucciones de la historia y de la memoria colectiva de los diversos grupos nacionales.

6) Estas luchas por el reconocimiento y la acomodación política de los grupos nacionalmente excluidos o subordinados ha dado lugar a demandas de nuevos derechos y de nuevas formas institucionales -incluyendo el ámbito internacional-. Se constata la insuficiencia de los derechos liberales, democráticos y sociales para la protección y desarrollo de valores y derechos nacionales y culturales.

7) Todos los estados, incluyendo los liberal-democráticos, llevan a cabo políticas de nation-building (construcción nacional). Todos han actuado y siguen actuando como agencias nacionalistas y nacionalizador. Los procesos de nation-building de las democracias han condicionado la evolución práctica de los modelos federales durante el periodo contemporáneo. Empíricamente se constatan limitaciones estructurales en los modelos federales tradicionales en contextos plurinacionales.

8) La mayoría de los estados, incluidos los liberal-democráticos, han tratado las diferencias nacionales internas como «desviaciones particularistas», y han promovido instituciones y políticas de asimilación o marginación nacional, lingüística y cultural de las minorías, a menudo en nombre de concepciones homogeneizadoras de la «ciudadanía» y la «soberanía popular».

9) La afirmación de que las democracias liberales son o pueden ser «culturalmente neutras» se ha revelado un mito del liberalismo tradicional. Las identidades individuales y colectivas no son fijas. Cambian con el tiempo. Sin embargo, la creencia de que las sociedades están formadas por «individuos autónomos» que eligen sus características nacionales, lingüísticas, religiosas, etc. es en gran medida otro mito del liberalismo tradicional. Empíricamente, los individuos eligen a partir de sus características personales, sociales, nacionales y culturales.

10) Se constatan dos actitudes generales en relación al pluralismo nacional: a) una actitud pragmática, que busca gestionar los conflictos de la manera menos costosa posible a menudo sin cuestionar el statu quo, y b) una actitud moral, que aborda la plurinacionalidad como una cuestión de justicia en el establecimiento de derechos y de relaciones institucionales entre los diversos grupos nacionales de una misma democracia. Estas dos actitudes condicionan las actitudes ante las posibles soluciones institucionales (federalismo plurinacional-confederalismo, consociacionalismo, secesión).

En resumen, los análisis de las últimas décadas han constatado la existencia, en diversos grados, de sesgos conceptuales y de deficiencias institucionales tanto en las concepciones clásicas de la democracia como en las prácticas del constitucionalismo tradicional. Como en los matrimonios, en las democracias plurinacionales para mostrar lealtad se debe tener la posibilidad de salida. No basta con tener voz. La separación es legítima. La «constitución» de unas democracias de mayor calidad, también en relación al pluralismo nacional, es uno de los retos políticos más destacados del siglo XXI.

ARA