Julià de Jòdar: ‘Gobierno de concentración nacional y movilización popular, he aquí la fórmula para arrancar’

Entrevista al ex diputado de la CUP, dramaturgo y novelista.

Julià de Jòdar (1942), tiene el diploma de ingeniero físico-químico, pero se acabó decantando por las humanidades. Se licenció en historia, se hizo dramaturgo y sobre todo novelista. Y últimamente, muy implicado en la política, fue uno de los diez diputados de la CUP en la pasada legislatura. Ahora contempla la actualidad con un punto de distancia y la comenta en Twitter, donde tiene una cuenta muy activa. El badalonés De Jòdar recibe a VilaWeb en su casa, en el Eixample barcelonés. En esta entrevista trata de explicar qué vías de salida tiene la situación actual.

– Actualidad obliga: ¿cómo valora el segundo paso a un lado de Artur Mas?

– Una madeja difícil con piezas difíciles de encajar: su problema personal, el caso Palau, el futuro del PDECat-JuntsxCat, la presidencia de la Generalitat… El primer hilo de donde tirar es el caso Palau, que confirma las razones de la CUP para impedir su investidura hace dos años. En última instancia, Mas deja paso al nuevo poder presidencialista de Puigdemont (por otra parte, el principal en todo el PDECat, confirmado por la victoria de la lista encabezada por él) pensando en volver dentro de un tiempo con una formación ‘ad hoc’ a partir de la evolución de JxCat. (Una lástima que no se hubiera confeccionado una lista 1-O, que pudo reflejar un poder popular vivo y en crudo, tras las idas y venidas de un octubre desaprovechado por las miserias intrapartidistas).

– ¿Y cómo avanzaríamos políticamente ahora? Le leemos en Twitter que dice que tener un gobierno no es suficiente. Que se necesitan otras vías. ¿Qué otras vías?

– Siendo fiel a los dos millones largos de personas que han votado por la independencia -que quede claro-: por la independencia, y no para volver a la autonomía, como quieren los unionistas perdedores y acólitos. Lo que significa mantener el pulso por el poder propio frente al Estado, con instrumentos creados ‘ad hoc’ para la movilización popular, y atendiendo, siempre, a las relaciones de fuerza de cada momento. Por ahora, la lucha antirrepresiva me parece un combate político del más alto nivel contra todos los aparatos aunados del Estado y sus esbirros políticos. Ningún gobierno independentista, leal a sus votantes, puede volver al lecho de Procusto de la constitución española y al poder delegado desde esta constitución, como recomiendan voces ligadas a todos los conglomerados de los poderes dominantes. Y quien no esté dispuesto, que no entre, o que no forme gobierno. La llamada ‘estabilidad’ o los proyectos de ‘gobiernos de técnicos’ son rodeos sin futuro: el poder del Estado nos quiere cautivos y desarmados, no nos permitirá acumular fuerzas desde una Generalitat intervenida directa o indirectamente, vía control económico, recursos al TC, querellas sin tregua, condenas de imputados, actualización del 155 para poner palos en las ruedas, etcétera. Los mecanismos represivos en todos los niveles son la estrategia política española; y la debemos derrotar en todos los frentes, no limitándonos a la defensa de las instituciones autonómicas -el marco deseado por los que olvidan demasiado fácilmente la lucha real de la gente en estos años-.

– ¿Cómo solucionaríamos la investidura de Puigdemont desde un punto de vista práctico? ¿Debe volver? ¿Se debe hacer caer nombres de las listas, y dejar que suban nuevos diputados? O todo el gobierno debe ir a trabajar allí (idea de Xavier Roig)?

– La investidura de Puigdemont, lamentablemente, es una de las muchas escaramuzas que nos tocará abordar si nos quedamos empantanados en el nuevo orden mental creado por la represión del Estado. La cuestión previa es: presidente, ¿para hacer qué? Si entiendo bien la posición de Puigdemont, a partir de la doble legitimado que acarrea (todavía es el presidente de Cataluña contra la usurpación del Estado y, además, el independentismo ha ganado en campo contrario), parece que no está dispuesto de ninguna manera a volver a la fase autonomista. Por lo tanto, todos los pactos, rodeos, legalismos y otras argucias que se pongan sobre la mesa deben tener presente que un gobierno leal a sus votantes (desde el 1-O hasta el 21-D) no puede sino recomenzar la guerra allí donde la habíamos dejado en la disputa del poder en el stado; contrariamente, tanto valdría poner un presidente técnico, o de compromiso, o de transición, o un títere, etcétera, que sólo representaría una nueva sumisión, con promesas a largo plazo, es decir, aceptando disimuladamente el orden represivo constitucional. Nos dirán que esto es desafiar de nuevo al Estado, que la represión será mucho más dura, etcétera, pero, claro, no podemos invocar mandatos democráticos y, al mismo tiempo, negar su contenido: la nueva mayoría independentista en trámite de formarse es eso: independentista. Y no autonomista, que para eso ya estaban los unionistas perdedores. Y ha sido votada, la mayoría independentista, para volver y no para resignarse. Contrariamente, admitiría que el 155 y el 21-D eran para volver al redil constitucional. Gobierno de concentración nacional y movilización popular, he aquí la fórmula para arrancar.

– ¿Hace críticas a la gestión post 1 de octubre? ¿Qué habría hecho diferente? ¿Y tiene elogios para la gestión post 1 de octubre? ¿Qué se hizo bien hecho?

– Desde los hechos del parlamento del 6 y el 7 de septiembre, los bloques en presencia ya estaban en posición de combate; entre la Diada y los hechos ante la conselleria de Economía, la temperatura política de la calle tenía que haber hecho ver al poder instituido de la Generalitat que aquello iba en serio, que la movilización popular era de verdad. Y, claro, la República estuvo en las calles entre el 1-O y el 3-O, traida por la voluntad irrenunciable e incorruptible de la gente autoorganizada, más allá de las instituciones y más acá de pactos de conveniencia entre maestrillos del poder, aún esclavo de la lógica autonomista y de la política de despachos. El día 10 de octubre ya fue catastrófico, porque otorgó la iniciativa al Estado, grogui desde el 1-O. Y, sin embargo, la proclamación de la República se tenía que hacer petase quien petase. Recuerde el Delacroix de ‘La Libertad guiando al pueblo’: ¿dónde se ha dicho que teníamos que pasar el día cantando ‘las niñas bonitas por la mañana…’? Las estructuras de Estado eran un constructo jurídico-político necesario, sin duda, pero el paso ‘de la ley a la ley’ era un imaginario que dejaba cojas las instituciones de nueva planta, porque despreciaba, o negligía, el momento de la fuerza. De la fuerza contenida en la gente misma, ¡eh! El día de la proclamación de la República había que tener cientos de miles de personas ocupando Barcelona. Dirán que podía haber habido muertos. Pero sólo una banalización de la historia, y, al mismo tiempo, del sacrificio de la gente, hace que los pedantes y paternalistas digan, a posteriori, quée había que hacer o qué no había que hacer. Pero lo cierto es que estábamos donde la gente quería que estuviéramos; y no se puede ignorar que este país, en nombre de su libertad, ha dejado miles, de muertos, aunque mal enterrados anónimamente. Y que los hay que, si se hubieran quedado en casa, no habrían perdido un ojo el 1-O. Sólo los ‘sofá-pensadores’ razonan en estos términos, porque, a la hora de la verdad, la gente encuentra en la propia solidaridad las maneras de resistir y vencer.

– ¿La derecha catalana es más rupturista que la izquierda española?

– En cuanto a la cuestión del Estado, sí, porque, llevada por la dinámica histórica, se ha visto obligada a poner en riesgo su control del poder y abrir paso, al mismo tiempo, a posibilidades de cambio social que no controla. Y es una pena que la izquierda catalana -o lo que quede de ella- no sepa aprovechar el corredor abierto para facilitar el protagonismo de las masas populares en el poder en este momento histórico. Por el lado de la izquierda española, si, ‘por fas o por nefas’, se mantiene dentro de la carcasa del Estado y el régimen del 78, tampoco parece que pueda hacer muchas rupturas sociales, ¿verdad?

– ¿Carles Puigdemont es derecha catalana?

– En estas circunstancias, la cuestión de clase debe matizarse. Es evidente que, por militancia, historia política como alcalde, y talante personal, Puigdemont es un hombre de la derecha catalana inquieta por la cuestión nacional, pero no me parece representativo, por ejemplo, del sector negocios que ha manejado durante años Convergencia. Pero la historia, y sus decisiones personales, la han colocado en un punto de confluencia entre la evolución de las instituciones hacia una nueva legitimación, una vez el poder autonómico se ha roto, y el poder popular se ha expresado con una nueva conciencia nacional y, se quiera o no, social. De ahí, el papel algo cesarista, y aun Tarradellista, De su posición actual, que sobrevuela, reivindicando su legitimidad, los intereses de clase y de partido que pueda acarrear. Si el proceso hubiera estado acompañado de un trastorno social profundo, Puigdemont no habría servido a los intereses de la derecha catalana y le habrían defenestrado desde su propio partido. Como esto no ha tenido lugar, ha hecho de soldadura entre su gente y la calle, con una mezcla de populismo civilizado y de honradez personal que les ha permitido ganar el pulso a ERC y garantizar la permanencia del proyecto  PDeCat/JuntsxCat.

– ERC y la CUP suman más diputados que PSC y comunes. También en la demarcación de Barcelona. ¿Cómo lo valora?

– La mezcla ERC-CUP es equívoca: en materia social, ERC ha ido tirando a lo largo de la pasada legislatura, como prueba el presupuesto que la CUP quiso mejorar, dejándose uñas y cejas por el camino, a fin de poder hacer el referéndum -cuyas migajas han ido a parar a Puigdemont el 21-D como ‘voto útil’-. De modo que, si pensamos en transformaciones sociales, la socialdemocracia liberal de ERC no liga mucho con los presupuestos y las prácticas anticapitalistas de la CUP. Y, de hecho, considero que ERC aún podía haber mejorado sus resultados sin esta timidez social.

– ¿Por qué ERC tiene mucho más voto que la CUP en el área metropolitana de Barcelona?

– La CUP ha ‘sufrido’ el efecto Puigdemont en el exilio y el efecto Junqueras en prisión; y ha ‘sufrido’, igualmente, por su exigencia de hacer frente sin rodeos a la represión del Estado, como han demostrado sus concejales y alcaldesas. Una exigencia que no tiene réditos electorales inmediatos. Los hay que piensan que, si se hubiera desmarcado mucho antes del bloque de gobierno no habría sufrido tanta pérdida de votos: son los mismos que ignoran que el 1-O se hizo gracias a la CUP. Y que los engranajes sutiles entre cuestión nacional y transformación social no están al alcance sólo de la política organizada, sino en las conciencias surgidas de prácticas reales, con lo que a menudo las realidades nos cogen con el pis en la tripa.

VILAWEB