Urnas, rehenes y pensamiento mágico

El 21 de diciembre los independentistas logramos una victoria en las peores condiciones posibles y con una participación extraordinaria, rompiendo el mito de la mayoría silenciosa contraria que el unionismo había esgrimido repetidas veces en el pasado. Hoy disponemos de una base electoral de más de dos millones de votantes que nos legitima para continuar el proceso de emancipación nacional. Un resultado que impide al bloque del 155 ocupar nuestras instituciones por la vía democrática. Y poco más.

El resultado no nos ha devuelto a la República que aprobamos el uno de octubre y que el Gobierno catalán no hizo efectiva ante la amenaza indisimulada de una violencia desmedida por parte del Estado. Y no nos lo ha devuelto porque esta nunca se puso en marcha. De hecho, ni siquiera nos han devuelto las instituciones que debían hacer posible, dada la intervención de Rajoy vía artículo 155 de la Constitución. Así que, apenas recuperaremos las instituciones cuando hagamos efectiva la mayoría de escaños independentistas.

Durante los últimos meses hemos sufrido desánimo y abatimiento al ver nuestros líderes injustamente encarcelados o en el exilio bajo acusaciones inverosímiles de una violencia inexistente. Y hemos desplegado una campaña antirepressiva que ha llenado de amarillo las plazas y las calles, protagonizando movilizaciones durante las fiestas de Navidad que no detendremos hasta ver en libertad los Jordis, Quim y Oriol, así como el regreso de Bruselas del presidente Puigdemont y el resto de los miembros del Gobierno legítimo.

Pero el Gobierno español no tiene ningún incentivo para soltar a sus rehenes, pues es esta la condición de nuestros presos políticos en el marco del conflicto actual. Porque a pesar de perder las elecciones convocadas bajo la presión internacional, el gobierno español puede sobrevivir en esta situación durante meses y años. Quién está obligado a buscar una salida para aprovechar la mayoría lograda el 21-D es el soberanismo. Creer que el independentismo ya tiene en situación de jaque al Estado es pensamiento mágico.

Porque si algo ha aprendido el gobierno español es que mediante la represión nos puede condicionar la agenda y también la estrategia. Y lo seguirá haciendo mientras no desterremos el pensamiento mágico de un proceso que vamos ganando, aunque no siempre lo parezca. Y el hecho de que a pocos días de la constitución del Parlamento que nos debe permitir retomar la iniciativa aún estemos discutiendo cómo debe ser la mesa o quién debe presidir el Gobierno porque los principales implicados están en el exilio, en prisión o están encausados, es su prueba evidente.

Durante la última campaña electoral hemos basado las propuestas del bloque republicano en tres objetivos que no estaban a nuestro alcance: la liberación de los presos políticos, la retirada del artículo 155 y la recuperación de nuestras instituciones. Esto hoy está en manos del Estado español. En cambio hemos olvidado rápidamente lo que hemos logrado con un esfuerzo que no podemos abaratar: una ciudadanía que no se ha plegado a la campaña del miedo y una mayoría de escaños que permite recuperar un Parlamento y un gobierno soberanistas.

Y es aquí donde hay que hacer la reflexión: no disponemos de República pero disponemos de una mayoría que tenemos que utilizar, y no nos podemos permitir el lujo de que el Estado nos bloquee esta mayoría mediante sus rehenes en la cárcel o en el exilio. Y creer que si utilizamos la mayoría de escaños en el Parlamento para bloquear la elección de un Gobierno si no vuelve el presidente legítimo pone más presión a Rajoy, es hacerse trampas al solitario y volver a ofrecer en bandeja la iniciativa al Estado español.

Debemos hacer todos los esfuerzos legales y todas las movilizaciones que estén a nuestro alcance para sacar a los rehenes de la prisión y facilitar que los miembros del Gobierno vuelvan del exilio lo antes posible, y reforzar su liderazgo político y social. Pero no podemos detener el proceso ‘sine die’ hasta que logremos este objetivo, sino que tenemos que hacerlo compatible con el resto de frentes abiertos. Frentes que necesitan de nuestra reflexión y de nuestra participación.

En la medida en que recordemos al Estado que ya no dispone de la capacidad de bloquearnos, los independentistas retomaremos la iniciativa y podremos encarar esta nueva fase de un proceso de emancipación que vamos ganando, pero que va para largo. Y eso pasa por separar la necesaria lucha antirrepresiva de los objetivos políticos, encarar la conformación de un Gobierno independentista sin el condicionante de los rehenes, y abrir un debate sobre la nueva hoja de ruta.

Y lo que es más importante, necesitamos recuperar la iniciativa en la calle. Un movimiento de emancipación que surgió en la calle, mediante las consultas populares no puede quedar parado por un debate sobre la conformación de un Gobierno que apenas podrá administrar lo que le permita el 155 o el código penal. Hace falta una nueva estrategia, compartida entre todos los actores soberanistas, para encarar esta nueva etapa y preparar el nuevo embate.

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