Nación mundial

Patrick Boucheron, desde su entrada en el Collège de France, en 2015, se ha convertido en referente de la historiografía francesa. Bajo su dirección, en enero de este año Éditions du Seuil publicó una ‘Histoire mondiale de la France’, desde el 34.000 aC hasta hoy, un volumen de 790 páginas escritas por 123 autores. El propósito del libro, a pesar de la equívoca grandilocuencia del título y del sumario, es cambiar la perspectiva tradicional. Pensar a Francia no tanto desde su contribución al mundo sino desde cómo el mundo ha construido Francia, subrayando aquellas aportaciones provenientes de fuera que han sido determinados en la configuración de la identidad política y cultural francesa. Tanto es así que el libro -que está siendo un éxito editorial impensable en cualquier otro país- ha provocado una dura polémica y ha generado indignación en sectores del nacionalismo más identitario. No sólo un demagogo oportunista como Éric Zemmour se ha lanzado contra esta obra, sino que defensores radicales -y solventes- de la identidad republicana, como Alain Finkielkraut, o historiadores clásicos, como Pierre Nora, han hecho escuchar también su enojo y sus discrepancias.

Y, sin embargo, el libro demuestra que identidad nacional y cosmopolitismo no son incompatibles, en contra de la insistencia obsesiva de algunos ideólogos de la razón patriótica de las naciones con Estado. Es más, explica que la capacidad de una cultura nacional para propagarse va en función del grado de polivalencia en la relación con otras tradiciones del tejido universal. Sólo quien ha recibido y ha sabido hacer sus referencias culturales provenientes de fuera puede proyectarse de verdad en el mundo. El libro recoge una cita de Michel Foucault que da pleno sentido al intento: «Mi moral teórica -dice- es antiestratègica: ser respetuoso cuando una singularidad se eleva, intransigente siempre que el poder viola lo universal». Y así es lógico que, por ejemplo, Aimé Césaire, el poeta de la negritud, sea reconocido como referente de la nación francesa. Una identidad compuesta, por tanto, en mutación permanente: la única manera de ser vivida y pensada universalmente. Contra la Francia del miedo, la Francia mundial.

ARA