La ‘nueva ruta de la seda’: el plan Marshall chino que cambiará el mundo en diez años

China se ha abocado a una carrera para dominar la economía mundial, que consiste en facilitar el comercio con la construcción de grandes infraestructuras

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Ingenieros chinos trabajan ya en un tren que enlazará Budapest con Atenas. En las montañas de Laos perforan túneles y construyen puentes para una autopista de trescientos kilómetros que conectará ocho estados diferentes. China financia una nueva central nuclear en Inglaterra, en la costa de Somerset y serán los dirigentes chinos quienes inaugurarán en pocas semanas el ferrocarril entre Yibuti y Addis Abeba, en Etiopía, que en definitiva son ellos los que la han financiado.

¿Qué pasa para que en lugares tan diferentes ingenieros, trabajadores, bancos y políticos chinos trabajen intensamente en infraestructuras tan diversas? ¿Tiene eso algún diseño, o es una simple expansión económica sin norte? La formalización cada vez más clara de la ‘ Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda del siglo XXI ‘ (一带一路 en chino) ha dejado claro al mundo que todo esto responde a una gran estrategia encaminada a cambiar la economía y la política mundiales, para convertir a China en el país más importante del planeta.

Y para conseguirlo se lanza a una inversión monumental, aproximadamente de un trillón de euros, que servirán para construir infraestructuras en más de sesenta países de tres continentes, Asia, África y Europa. Infraestructuras necesarias para hacer crecer la economía y para hacer posible que los productos chinos entren en grandes áreas del mundo.

Grandes corredores de transporte para unir tres continentes

Básicamente, China financia -y en la mayoría de casos construye- grandes corredores de transporte, dos de ellos estratégicos. Por tierra, el llamado puente euroasiático, que conectará Europa con Asia a través de Moscú por el norte y a través de Grecia y Turquía por el sur -el Pireo, el puerto de Atenas, ya es de propiedad china y una de las piezas clave del dibujo. Por mar, lo que se denomina ‘la ruta de la seda del siglo XXI’, una gran ruta que atraviesa todo el sudeste asiático, el área más poblada del mundo, y transporta los productos hacia África y , a través del Mediterráneo, hacia Europa. Atenas será uno de los puertos principales, pero los puertos de los Países Catalanes podrían tener un papel central. De hecho, ya hay una gran inversión china en el puerto de Barcelona. Venecia, simbólicamente, cierra la ruta de la seda pero ni el puerto ni las conexiones de la ciudad no podrían abarcar el extraordinario volumen de tráfico que generará este corredor de transporte.

Gracias a este esfuerzo extraordinario, China se propone ayudar a desarrollar grandes áreas económicas en África, en los Balcanes, en Rusia y por todo el sudeste asiático. Por ello dirige el AIIB (https://www.aiib.org/en/index.html), el Banco de Inversiones e Infraestructuras Asiáticas, del que ya forman parte 52 estados, y hay 25 más que ya han pedido de entrar. El banco tiene su sede en Pekín, pero opera completamente en inglés y tiene un capital que equivale a la mitad del Banco Mundial. China ha creado, además, el Fondo de Desarrollo Ruta de la Seda, que el año pasado comenzó a funcionar financiando dos proyectos en Pakistán.

Las dimensiones del proyecto son, pues, colosales. Alrededor de la Ruta de la Seda estará el 63% de la población mundial, que moverá un 40% del tráfico mundial de mercancías y creará el 30% del producto interior bruto global. La mitad de esta población, sin embargo, estará a un máximo de cinco horas de distancia de China, lo que evidencia que la ruta quiere ser sobre todo un canal de exportación.

Los chinos no lo niegan, al contrario. Han llegado a la conclusión de que para poder expandir aún más su economía deben resolver cuellos de botella que ahora les limitan el acceso a grandes mercados. Necesitan autopistas, trenes, puertos y aeropuertos. Dentro de pocas semanas, por ejemplo, comenzará a funcionar el tren entra Mombasa y Nairobi, que hará que los productos chinos tengan un acceso rápido al interior de Kenia. Durante años, el gobierno de Kenia había intentado encontrar a alguien que lo quisiera financiar. Lo ha hecho ahora China, pero con tecnología china y maquinaria china, y asegurándose de paso muchos años de mantenimiento de la ruta.

¿Será China el nuevo poder imperial

La enorme paradoja del momento es que un país todavía formalmente comunista, China, capitanee la lucha por el libre comercio mientras que el gigante capitalista, los Estados Unidos, defiende el proteccionismo. La llegada al poder de Donald Trump con su retórica de América primero ha dado un gran impulso al atractivo chino en amplias zonas del mundo. En África, China invierte en casi todos los estados del continente. Y en uno ha dado un paso insólito: instalar su primera base militar en el extranjero.

Hace justo un año China anunció la construcción en Yibuti de su primera base militar en el mundo. Un contingente de diez mil soldados podrá estar allí, de entrada, hasta el 2026. La razón explicada ha sido que precisamente China quiere controlar la piratería en el Cuerno de África, uno de los puntos más delicados de la Ruta de la Seda.

Yibuti tiene el tamaño de la región de Pekín y menos de un millón de habitantes, pero es uno de los países más protegidos por China. Junto a la base militar, China construye dos aeropuertos civiles, un puerto nuevo, el ferrocarril que lo unirá con Etiopía y una renovación completa de la infraestructura básica de la capital. También explota minas de potasa y sal.

La imagen de Yibuti es, en este sentido, casi colonial. Pero la gran diferencia hasta ahora es que China simplemente no tiene interés en controlar políticamente el país ni extender ninguna ideología -probablemente porque hoy ni ellos mismos saben qué son-. Sin embargo, las suspicacias, sobre todo de Estados Unidos, son enormes. ¿Todo este inmenso despliegue de esfuerzos sólo para mejorar la economía mundial y sacarle provecho? En Washington simplemente no lo ven claro, pero ahora mismo no están en condiciones de contraatacar. El presidente ha ordenado el repliegue en el conocido ‘America First’ y los que sufren por las posibles consecuencias de una acción como ésta simplemente no lo pueden cambiar.

Y en Europa, en un síntoma más de decaimiento, los países del este se sienten cada vez más atraídos por las inversiones chinas, el conjunto de la Unión lo ve con una extraña mezcla de miedo y esperanza y los países de los Balcanes, que han visto cómo la Unión Europea los desprecia, claman por el maná que viene de Pekín. O, más exactamente de X’ian y Fuzhou, las dos ciudades que son el punto de salida, respectivamente, de la ruta por tierra y la ruta por mar.

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