Un norirlandés y un vasco

Alfred Martin, recientemente fallecido a los 97 años en su ciudad natal de Belfast, y el mugalari vasco Florentino Goikoetxea Beobide, que murió en Ziburu en 1980, tenían dos cosas en común: primero, tanto el norirlandés como el hernaniarra procedían de familias baserritarras;y, segundo, en la primavera de 1943 caminaron clandestinamente entre Donibane Lohitzune y Gipuzkoa, pasando la muga por el río Bidasoa y burlando la vigilancia de los ocupantes nazis de Francia y de la Guardia Civil española.

En abril de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, y después de saltar en paracaídas desde su avión en llamas y aterrizar en suelo belga (ocupado), el aviador de la RAF Alfred Martin fue ayudado a escapar por la Resistencia anti-nazi y por la red clandestina Comète.

Martin se alejó de la zona y, después de deambular por descampados, lo encontró a la mañana siguiente un chico que cuidaba una vaca. En una entrevista con la BBC, el veterano dijo que, en aquel momento, su moral “estaba muy tocada, pero el chico ¡me saludó!”… y eso “elevó mucho mi estado de ánimo”. La familia del chaval alimentó al aviador aliado y lo pusieron en contacto con la familia Coolen de la Resistencia belga, que lo escondió durante seis semanas. Monsieur Coolen, a su vez, contactó con la Red Comète, y dos mujeres de la Red acompañaron al aviador británico, junto con otros dos fugitivos, en tren hasta Lille y Arras y, a continuación, hasta una casa-refugio de París, donde el aviador se despidió de sus valientes passeuses.

Portando documentación falsa confeccionada por resistentes locales, los fugitivos fueron acompañados desde la capital francesa hasta Dax en tren, y desde allí en bicicleta hasta Donibane Lohi-tzune. Se escondieron en Berrigain Borda, en Urruña, la última casa-refugio de la Red Comète en Iparralde. El mugalari Florentino Goikoetxea los recogió y los guió por monte hasta Gipuzkoa, cruzando la muga por el río Bidasoa hacia Hegoalde.

Después de descansar en Oiartzun, los fugitivos fueron acompañados hasta Irun y Donostia. En Gipuzkoa, Martin fue confinando en casas-refugio porque la tinta negra de su pelo rojo (que era parte de su disfraz) estaba destiñéndose. El cónsul británico en Bilbao los recogió en Donostia, y después fueron trasladados a Londres, pasando por Madrid y Gibraltar.

Martin nunca olvidó a las personas que le ayudaron y salvaron su vida. Siempre estaba dispuesto a hablar sobre sus experiencias para homenajearlas. Decía: “Cualquiera que nos ayudara corría peligro de muerte. Había pasquines que lo advertían” (el líder del maquis Eugene d’Hallendre fue descubierto y fusilado por un pelotón alemán).

Hasta su muerte, el pasado 20 de diciembre de 2017, Alfie Martin recibía todos los años una tarjeta de Navidad del niño que lo encontró en aquel descampado belga hace 75 años.

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