Las seis cantabrias y los baskones

Se puede hablar de seis Cantabrias diferentes entre sí por la composición desigual de su territorio y de sus gentes: la prerromana, la romana, la visigoda, la nabarra y las dos actuales.

Las conocidas como “Guerras Cántabras” tuvieron un precedente en la conquista entre los años 56 al 27 a. C. del Pueblo de los ausko por las legiones romanas comandadas por Julio César (auski en plural y Aquitania su gentilicio), donde los cántabros (entre los ríos Sella al Asón) y los Pueblos euskaros del sur tomaron parte en la contienda contra Roma. Asesinado Julio César por su gente, pudo tomar represalias contra los cántabros su hijo adoptivo César Augusto desde su base militar en Sasamón (hoy Burgos) entre los años 29 a.C-19 a. C. En las “Guerras Cántabras” se sublevaron también astures, galaicos y probablemente Pueblos euskaros de las montañas recientemente conquistados por los romanos, especialmente los colindantes autrigones (entre los ríos Asón al Nerua – hoy Nervión-).

César Augusto se retiró tras caer enfermo y se trasladó a Tarraco (hoy Tarragona), pero regresó después para ver la victoria contra los cántabros de la IV legión “Macedónica”. Se vendieron en pública subasta como esclavos a los hombres, muchos se suicidaron de manera colectiva con hojas venenosas de tejo, el resto fueron condenados a morir trabajando en las minas para los romanos o fueron llevados por todo el imperio como legionarios sin que pudiesen volver a su tierra, mientras que las mujeres cántabras fueron dadas en recompensa a los legionarios “macedonios”.

Pero se cree que muchos cántabros y convecinos astures huyeron hacia el sur, logrando algunos asentamientos estables permitidos por Roma, como Amaia (-sic-), documentada en el siglo II en el “Itinerario de Barro” hallado en Astorga (hoy norte de Burgos en Tierra de Campos, habitada entonces por Turmódigos de cultura incierta), o la ciudad de Cantabria en la orilla izquierda del Ebro frente a Vareia (a dos Km. del actual Logroño, de la tribu euskara de los berones pero de influencia celtíbera) y cerca también del importante núcleo romano de La Custodia (hoy Biana, Alta Navarra); lugar estratégico donde el Ebro deja de ser navegable, siendo también la región un importante cruce de calzadas entre las diferentes provincias romanas de las Galias y de las Hispanias. La antigua ciudad de Cantabria sobre el cerro, tiene restos de una población anterior de la Edad de Bronce.

Tras la caída del Imperio Romano occidental y la entrada de tribus bárbaras del norte, los cántabros fueron conquistados junto a su capital Amaia y la ciudad de Cantabria por el rey visigodo Leovigildo en el año 574. Por tanto, los cántabros resistieron también al imperio romano como los Pueblos baskones y se alzaron ambos contra los nuevos invasores, los escandinavos visigodos. Comenta la Crónica Biclarense escrita por Juan de Biclaro a finales del siglo VI que: “Leoviguldus Rex Cantabriam ingressus, provinciae pervasores interficit, Amaiam occupat, opes eorum pervadit, et provincia in suam revocat dictionem”.

San Braulio de Zaragoza narra en el año 640 la destrucción de la capital cántabra por los visigodos (Amaia), tras mofarse sus gobernantes de las prédicas del cristiano San Millán, pero no dice nada de la ciudad de Cantabria, aunque pudiera ser que también fuese destruida y no poblada nuevamente. Habría ocurrido lo mismo con Vareia, de cuyos restos y de los de la ciudad de Cantabria en la orilla meridional del Ebro surgiría la actual Logroño, al menos así lo da a entender tardíamente el arzobispo de Toledo e historiador de Castilla Rodrigo Ximénez de Rada en su “De rebus Hispaniae” a principios del siglo XIII: «E como quier que… Witiza… echó a Don Pelayo, fijo de Favila, Duque de Cantabria, que ahora dicen Logroño”. Es decir, los cántabros como los baskones fueron un núcleo de resistencia al imperio visigodo.

La provincia hispana de Cantabria fue creada poco después por los visigodos reinando Ervivio (680-687), probablemente sobre las últimas poblaciones de cántabros. La provincia de Cantabria será una de las ocho divisiones del reino visigodo peninsular que abarcaría cuando menos la Bureba, la Cantabria prerromana (de los ríos Asón al Sella) y sobre todo las actuales tierras riojanas, su núcleo principal al verse desplazados a la misma en época romana los últimos cántabros como hemos visto, siendo su frontera sur el nacedero del Duero en la sierra de Urbión, hoy Soria.

La Cantabria alto medieval y visigoda dominados los últimos focos de resistencia, sería la frontera entre los baskones y el ejército nórdico, la cual físicamente por el sur estaría en la Sonsierra “de Cantabria”; así el rey Wamba (672-680) luchaba en ella contra los baskones según su coetáneo e historiador de la Hispania visigoda San Julián de Toledo (642-690): “(…) Uvamba Princeps feroces uvasconum gentes debellaturus aggrediens in partibus commorabatur Cantabriae….”. El cronicón Albeldense o Emilianense que estudia en el siglo IX la caída del imperio visigodo, nos da la noticia expresando que Wamba se hallaba cuando combatía a los baskones donde terminaba Cantabria y donde los domina: “…feroces Vascones in finibus Cantabriae perdomuit…”.

El historiador estellés José María Lacarra (1907-1987) en su libro “Historia del Reino de Navarra en la Edad Media”, nos aclara que la frontera entre baskones y visigodos serían “las montañas de Cantabria o la Sonsierra hasta Codes o La Herrera, ciudades fronterizas serían Olite, Revenga, Avalos, Briones, Cenicero o Alexanco en La Rioja”. Sería también la división entre las provincias de las Hispania y las de las Galias . El doctor en historia José Luis Orella Unzué en su libro “Historia de Euskal Herria” señala que los ataques godos a los baskones no son a “rebeldes” sino a enemigos poderosos que asaltan sus fronteras y asedian ciudades, son los visigodos los que sabemos se amurallan contra los baskones y no al revés.

Sin embargo, el nombre de “ducado” de Cantabria no está documentado hasta el año 883 en la Crónica Albeldense al tratar del reinado de Alfonso I de Asturias “el Católico” (739-757), donde se dice que “fue hijo de Pedro (Petri) de Cantabria”. La cuestión es que el territorio había sido para entonces saqueado, salvo en la zona montañosa del norte, por los musulmanes en los años 712 y 714, durante los cuales fue destruida Amaia. Alfonso I “el Católico” se intituló sólo rey de Asturias y el territorio del ducado de Cantabria en el norte hacia la costa recibió el nombre de Asturias de Santillana, quedando el nombre de Cantabria durante varios siglos para lo que hoy llamamos La Rioja.

El historiador Fernando Sánchez Aranaz en su trabajo “De la tenencia de Álava a los condado de Oñate y Salvatierra” nos dice que, a finales del siglo VIII: “las crónicas hispano musulmanas de la época señalan la frontera de Álava en la línea formada por los montes de Oña, montes Obarenes y sierra de Cantabria, con los pasos de Pancorbo, Cellorigo, y Bilibio. Previamente, en 960, otro hijo del conde de Álava Semén Garcés, de nombre Rodrigo, se dice que repobló Amaia, confiándole al rey de Oviedo, su probable cuñado Frudela I (…) A este Semen Garcés, conde de Álava, lo sitúan las crónicas carolingias, en 850, como embajador del rey de Pamplona en Verbería, en la corte del rey de Francia Occidental Carlos el Calvo”. Por tanto, es desde la Alaba del reino baskón de Nabarra desde donde partió la repoblación de la comarca. Sin embargo Amaia desapareció para siempre bajo las huestes musulmanas en un ataque del año 989.

El catedrático José Luis Orella Unzué en “Historia de Euskal Herria” comenta que en el siglo XI, Sampiro -cronista y obispo de Astorga-, llama al gran rey baskón Sancho III El Mayor «rex cantabriensis». La explicación la da el historiador ronkalés Bernardo Estornés Lasa en la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco al hablar sobre el siglo XI: “Cantabria que se sigue llamando, desde tiempo de Leovigildo (s. VI) que fundó un ducado con ese nombre, a la comarca comprendida entre Nájera y las cercanías de Tudela. Los primeros reyes vascones, en cuanto rescatan La Rioja del poder musulmán, se titulan reyes en Cantabria y, más tarde, en Rioja o en Nájera (capital del reino baskón en ese siglo). Quien estableció este reino cantábrico dentro del vascón fue Sancho I Garcés (905-925), colocando a su hijo Garsea, heredero al trono de Pamplona, con Corte en Nájera…en 1024 figura Fortuño Osoiz como señor de Cantabria”.

Los reyes de Nabarra, al recuperar entre los siglos IX-X el territorio a los musulmanes, mantuvieron inicialmente el nombre de Cantabria para el territorio, donde crearon una tenencia para sustituir el término rápidamente por el de la Rioja (topónimo inicial de la cuenca río Oja, documentado en el siglo XI, hoy Rioja Alta) y después quedó el territorio enclavado dentro de la tenencia de Nájera, Corte del reino, por lo que el nombre de “Cantabria” aplicado a esta región se perderá durante siglos.

Nabarra llegará en su repoblación hasta la Santoña autrigona donde fundará la iglesia de Santa María del Puerto (1042), y ya en tierra de los cántabros prerromanos su último castillo por el occidente estuvo en Cudeyo, en la bahía de lo que será Sant Ander. En la carta de donación de San Julián de Sojuela en La Rioja (cerca de Logroño), fechado en la Era Hispana de 1011 –todavía se contaban los años desde la conquista de Cantabria por Augusto- y que corresponde al año 1044 d. C., se dice: “Reinando el rey Garçea (“el joven” Sancho el de Nájera), que mandó hacer esta escritura en Pamplona y Álava y en Castilla Vieja hasta Burgos y hasta Bricia (Briviesca), poseyendo también Cudeyo con término en Asturias (Santillana de Asturias), su hermano Fernando reinando en Burgos y León, y rey felizmente en Aragón el hermano de ambos Ramiro” (“Castillos que defendieron el reino” Iñaki Sagredo Garde).

Se explica muy bien la situación que se creó en todo el antiguo condado de Cantabria en el documento sobre la historia de la región editado por el Ayuntamiento de San Vicente de la Sonsierra y el Gobierno de La Rioja: “Cuentan las crónicas que ese ramal montañoso que, siguiendo la dirección del Valle, se prolonga desde Logroño a Salinillas de Burandón (Alaba) como un gran mural fue fortificado por el Rey de Navarra don Iñigo Arista (Eneko Aritza, primer rey de Pamplona apodado “el baskón”, 770-851) para impedir el avance de las huestes musulmanas. Una política que luego sería seguida al pie de la letra, e incluso potenciada, por su hijo don Garcia (Eneko Garçea o “el joven”, 860-882), razón principal por la que ese conjunto de farallones sería denominado a partir de entonces como Sierra de Navarra.

Del mismo modo, queda constancia de que el año 934 no había en toda es superficie o franja de terreno conocida como Rioja Alavesa ningún poblado de cierta entidad, sino tan sólo Solares que fueron erigidos con permiso de los monarcas navarros junto con unas tierras anejas que se dedicaban a trajines agrícolas”.

¿Cómo se llamaba durante la soberanía Nabarra a la Sierra montañosa que dividía a baskones y a musulmanes perdido el condado de Cantabria? En su libro “Continúa la irracional conquista” el historiador y abogado Tomás Urzainqui (Ed. Pamiela 2012) lo aclara: “El 12 de septiembre de 1475 Fernando e Isabel dictaban al Concejo de Laguardia que no enjaranara la tierra de Laguardia, Sonsierra navarra”. Por tanto el nombre natural de la sierra montañosa fue el de “Subserra” o Sonsierra nabarra, la cual geológicamente pertenece la cadena montañosa del Pirineo. Esta “Subserra” es citada por los monjes de San Millán de la Cogolla en el siglo XII y después en los “Falsos votos de Fernán González” del mismo monasterio en el siglo XIII («Tabuerneca, tota Subserra, tota Berrocia, Marangone, Punicastro, Moreta…»).

Por tanto, el condado de Cantabria (desde Cudeyo a Amaia, desde el nacedero del río Ebro hasta toda la Sonsierra), fue en su mayor parte repoblado desde el reino baskón durante los siglo IX-X mediante diferentes castillos, lo que es confirmado por los documentos altomedievales así como por su fuerte toponimia eúskara. Dentro del reino baskón, formó la comarca de la Sierra de Cantabria una región de la merindad de Estella con las importantes villas de San Vicente de la Sonsierra, La Guardia de Nabarra, Labraza y Biana junto a todas sus aldeas hasta la conquista por Castilla en el año 1463. Fue integrada casi toda ella finalmente en el condado de Alaba, salvo San Vicente y Biana, ésta última fue devuelta al reino baskón junto a otras comarcas hasta su nueva conquista, ya española, pocos años después entre 1512-24.

Hasta aquí la explicación de la Cantabria prerromana, romana, visigoda y nabarra. Queda por ver cómo se rescató del baúl de la historia a Cantabria, la cual podemos dar por perdida para el siglo XI, nombre que hoy llevan dos comarcas diferentes y separadas entre sí.

El término “Cantabria” desapareció de la región riojana y los naturales no la empleaban, quedando el nombre de Sonsierra nabarra y luego poco a poco el de Sonsierra a secas tras la conquista española. Sin embargo, los franceses, 700 años después, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante sus dos invasiones a la península ibérica lo retomaron y le dieron a la sierra que separó a visigodos y después musulmanes de los baskones el nombre alto medieval que tuvo en las crónicas llamándola Sierra de Cantabria. Recientemente se han buscado otros nombres para la misma cadena montañosa como Toloño, nombre de uno de sus principales picos y la de su parte occidental, obviando su nombre histórico y de más solera de Sonsierra nabarra.

Más tarde aún, a imitación de las prefecturas impuestas por los franceses tras su segunda invasión peninsular (1808-1814) para modernizar “Las Españas” como se llamaba entonces, nacieron las provincias españolas durante las dictaduras liberales y las constituciones censarias o de los ricos del siglo XIX, con numerosos intentos de dividir la corona de las Españas para una mejor asimilación de los diferentes reinos peninsulares. La división que más éxito tuvo fue la de 1833, en la que se llamó “provincia de Santander” al territorio costero de Castilla llamado hasta entonces “Las montañas bajas de Burgos” al pertenecer en su mayor parte a Burgos (salvó Campoo que era palentino), pero también “la Montaña” o “Montaña de Santander” (término que no incluía los valles altos desde Soba a Liébana ni el Campoo cántabro o comarca de Reinosa).

Estaba la provincia de Santander dentro de la que se llamó entonces Castilla La Vieja (junto a Ávila, Burgos, Logroño -luego llamada La Rioja-, Segovia, Palencia, Valladolid y Soria), pero sin poder administrativo alguno. Se incorporaron a esta provincia “ex novo” zonas que no pertenecieron a la Cantabria histórica (entre los ríos Asón al Sella), sino al Pueblo euskaro de los autrigones y después a Baskonia-Nabarra (entre el Asón y el Nervión) y que hasta entonces estaban dentro de la órbita del señorío de Bizkaia, por lo que se aplicaba en ellas el Fuero bizkaíno como sucesor del Estado baskón de Nabarra en su comarca occidental invadida en el año 1200. J.M. Sasia lo dice así: «no son hoy Encartaciones de Bizkaia ni el valle de Mena ni Castro Urdiales ni Otañes, ni Sámano con su junta, Colindres, Limpias y Laredo. Todas estas zonas fueron con seguridad históricas tierras de Bizkaia y encartadas. Por supuesto, el enclave de Villaverde de Trutzios que queda rodeados de ayuntamientos bizkaínos».

Algunos de esos territorios estaban dominados por el llamado Bastón de Laredo, que hacía de centro administrativo de las llamadas Cuatro Villas Costeras: la propia Laredo, Santander, San Vicente de la Barquera y Castro Urdiales, hermanadas con otras bizkaínas y gipuzkoanas (Bermeo, Hondarribia, San Sebastián, Getaria y la interior de Vitoria-Gasteiz). Castro Urdiales participaba puntualmente en las Juntas de Gernika, lo hizo por última vez en 1799, tal y como quedó reflejado en su escudo municipal.

No fue hasta 1981 cuando la provincia de Santander consiguió tener una administración propia como una de las diecisiete Comunidades Autónomas españolas, y, al año siguiente, tomó el nombre histórico de Cantabria (1982), el cual se habría mantenido, sin embargo, a un nivel erudito y entre una parte del Pueblo llano.