Cuestionario sobre independentismo

Existe en estos momentos un estridente ruido político mediático, en su inmensa mayoría alineado en contra del anunciado referéndum de Cataluña al que se tilda insistentemente de ilegal o incluso moralmente condenable, por lo que pienso que sería oportuno aclarar conceptos, mediante el siguiente cuestionario:

1.- ¿Tienen los pueblos o entidades políticas, como Cataluña, derecho a la autodeterminación y eventual independencia, aunque estén actualmente integrados en un Estado?

Sí, siempre que sea un aspiración ampliamente compartida, libre en su expresión, persistente en el tiempo, se lleve a cabo por cauces democráticos y tenga unas mínimas bases de racionalidad. Los Estados actuales, aunque cuenten su existencia en varios siglos, son, como acertadamente apunta el historiador Alvarez Junco, “construcciones históricas y por tanto contingentes”, con su corolario de posibles transformaciones o incluso eventual desaparición. No hay, por tanto, nada de sagrado o dogmático en ellos, a pesar de todo lo que repetidamente se dice. El famoso derecho de autodeterminación, según la ONU restringida a pueblos coloniales u oprimidos, es una afirmación interesada de los Estados que desafía el sentido común, que en definitiva debe inspirar las leyes y la Constitución. Las constituciones nunca deben convertirse en “jaulas” herméticas, sino que pueden y deben cambiarse para permitir, en su caso, la secesión. Las leyes son para la vida y no la vida para las leyes.

2.- ¿Cómo se debe ejercer tal Derecho?

Racionalmente se debería hacer mediante una consulta o referéndum, pactada entre el aspirante a la escisión y el Gobierno del Estado original. El quorum de participación habría de ser significativo y el resultado, al menos por mayoría absoluta, a efectos de legitimación, dada la trascendencia de la materia. La consulta incluiría únicamente a los ciudadanos del ente aspirante a la escisión, pues es de sentido común que un miembro de cualquier asociación, por importante que esta sea, puede separarse sin que tenga que pedir permiso a los demás miembros. Tenemos ejemplos, pasados y recientes, como el Brexit, la Ley de Claridad canadiense o el referendum escocés. ¿O es que España, también en eso es diferente? Si el Estado original rechaza rotundamente la consulta y se niega, numantinamente, a permitir tal referéndum, sin ofrecer alternativas de negociación que eviten la escisión, el aspirante, agotadas las otras posibilidades, tendría, como último recurso, derecho a explorar las azarosas vías unilaterales, dado que no existen hoy cauces de arbitraje o mediación para reconducir el tema, como se dan en los ámbitos privados de contratación.

3.- ¿Se puede separar un ente político, incluido dentro de un Estado, simplemente ejerciendo su derecho en un referéndum con resultado afirmativo, sin negociar sus consecuencias?

No, como ocurre en otros ámbitos dela vida, como por ejemplo, al disolverse un matrimonio, será necesario concluir, tras prolijas negociaciones, en su caso, acuerdos concretos económicos y de otro tipo, distribuyendo derechos y atribuyendo obligaciones y responsabilidades, del mismo modo que el Reino Unido, tras el Brexit, tendrá que aportar cantidades ingentes a las arcas comunitarias por obligaciones contraídas antes del Brexit. Así, pues, derecho a la escisión sí, pero no puede el independizado irse “de rositas”, en ningún caso.

4.- Responsabilidad por la ausencia de negociación seria sobre el contencioso catalán.

Cataluña, la nación más desarrollada y potente del Estado español, ha venido dando muestras de no sentirse encajada, ni tampoco estimada, en España. Baste recordar, sin remontarnos al siglo XVIII, la instauración de los Borbones y supresión de sus instituciones privativas, los movimientos del final del siglo XIX, las mancomunidades de Prat de la Riva, los desencuentros durante la Segunda República con Maciá y Companys (este último vilmente asesinado por el franquismo), los años de plomo de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, del “cepillado” del Estatut, aprobado en referéndum por el pueblo catalán y el corolario último de la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010, provocada por recurso del PP, y raramente ha encontrado comprensión en el Gobierno Central empeñado en tratar injustamente por igual a los desiguales. Cataluña es demasiado importante para España, para tratarla despectivamente y a base de portazos y jaulas legales. Aun reconociendo que la Generalitat catalana ha cometido algunas acciones desafortunadas, irregulares o abiertamente ilegales, el mayor responsable del actual desaguisado es el Sr. Rajoy al negarse, por puros intereses electorales y cortoplacistas, a buscar el mejor encaje de los catalanes en España, mediante medidas económicas y políticas que recojan sus legítimas aspiraciones. Ha llegado ahora el momento de la verdad, la famosa “conllevanza” de Ortega y Gasset parece haberse agotado. Cataluña ha adquirido un impulso vigoroso de reivindicación y va a ser muy difícil acallar con barcos u otras desmesuras, la voz de su pueblo. Las imposiciones y el empleo de la fuerza y el código penal, no se admiten ya, es la hora de negociar seriamente y seducir o permitir que mediante el referéndum puedan seguir su propio camino. No serán quizás, mayoritarios, los independentistas, pero sí lo es el deseo de poder votar en referéndum, según todas las encuestas. En todo caso, el perjuicio y descrédito internacional para España, básicamente por la actitud cerril y autoritaria de su Gobierno, está siendo enorme, aunque los otros Estados puedan por propio interés, simular, hipócritamente, apoyo y entendimiento.

5.- Reconocimiento Internacional

Es un hecho que todos los actuales Estados, son reacios, o simplemente niegan la posibilidad de escisión de sus entes subestatales, por razones obvias: nadie quiere sentirse disminuido y sus dirigentes verse convertidos en gobernantes de un país menor, en vez de serlo de un Estado importante. En el caso de Cataluña, se entiende, en cierto modo, la obstinada negativa del Gobierno español, pues la nación catalana representa casi el 20% del producto interior bruto o riqueza de España y el 25% de sus exportaciones, bastante más que Escocia en el Reino Unido, o Quebec en Canadá. La actitud esperable por tanto ante la independencia de Cataluña, sería, en principio reticente, por parte de los otros Estados, pero tendrían que aceptarla, a medio plazo, tanto más cuanto Cataluña goza de gran prestigio internacional por su importancia económica y cultural.

6.- ¿Saldría Cataluña de la Unión Europea, al separarse de España?

En principio, seguramente sí, aunque no hay antecedentes, pero por las mismas razones expuestas en el párrafo precedente, los gobiernos de los estados de la Unión Europea y especialmente el eje franco-alemán preponderante, terminaría, a medio plazo, por abrir las puertas a la integración a Cataluña, pues, como hemos dicho, es una de las regiones o naciones más relevantes de Europa. El Gobierno español haría lo posible por impedir la entrada, pero tendría que ceder ante las presiones de los “amos” de Europa.

7.- Viabilidad del nuevo Estado catalán.

A pesar de la profusión de opiniones ridículamente descalificatorias y absolutamente simplistas en sus planteamientos, creemos que una Cataluña hipotéticamente independiente, sería claramente viable económicamente en el medio plazo (5 a 8 años), una vez recuperada del trauma inicial de hacerlo unilateralmente. Nos basamos para ello en la fortaleza de su agricultura e industria y la pujanza de sus servicios. Respecto al turismo, Cataluña es con mucho la autonomía con mayor atractivo turístico, con Barcelona como una de las ciudades más seductoras de Europa. El vigor de su cultura y actividades deportivas son también admiradas internacionalmente. No sería inminente el convertirse en Dinamarca, pero ciertamente estaría a años luz de algunos Estados del sur de Europa recientemente escindidos, como absurdamente han proclamado algunos altos representantes políticos españoles, que producen vergüenza ajena. Solo quiero hacer una salvedad ante este porvenir más bien lisonjero, y se refiere a la corrupción. Existen en Cataluña, al igual que en España, flagrantes casos de corrupción institucional, cuya continuación podría socavar el desarrollo del nuevo Estado y comprometer su viabilidad. Por otra parte, tenemos en Europa recientes ejemplos del buen desarrollo de Estados escindidos, como Eslovaquia, que progresa económicamente a ritmo incluso superior a la Republica Checa, o Estonia, con una economía saneada e incluso líder en el ámbito digital.

8.- Relaciones con España

Si bien duraría bastante tiempo el encono por parte de los Gobiernos españoles, especialmente si estuviesen dirigidos por partidos conservadores como el PP y sus epígonos, las aguas volverían a su cauce, poco a poco, y los dos Estados deberían esforzarse en tener las mejores relaciones por interés mutuo y en atención a los intensos lazos culturales, históricos y familiares existentes. La independencia no debe ir contra nadie y menos contra España. Es puro sentido común. Y, para terminar, una coda o comentario final: Después de tanto ruido y posiciones enquistadas, el resultado previsible de un hipotético referéndum, con todas las garantías, sería, probablemente, por el miedo o incertidumbre ante el futuro y la existencia de una importante población emigrante, negativo para la independencia. No obstante, el resultado podría ser positivo si el Estado español se obstina, en la sola aplicación tajante de la ley o incluso en la amenaza del Código Penal, como únicas soluciones, eludiendo la vía de la negociación.

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