El alcalde luxemburgo

El presidente de la Comisión europea, el luxemburgués Juncker, ha clamado en contra del separatismo que agita determinadas zonas de Europa. En el foro salmantino, sede señera por tantas razones de la intelectualidad española que marcó el proceso de expansión y decadencia del Imperio se acaban de escuchar condenas que exorcizan el Demonio del separatismo que amenaza la Europa ortodoxa concretada en la Unión Europea, donde, al parecer, se ha alcanzado el status ideal de estabilidad progreso y satisfacción universal. ¿Qué pretenden esas tendencias secesionistas, aparecidas hoy en Catalunya, pero latentes en tantas partes de Europa como puede ser Nafarroa, Escocia, Flandes, Córcega, Bretaña y tantos otros territorios? ¿No entienden que su pretensión cuestiona una construcción que ha costado tantos esfuerzos, permitido superar los viejos demonios familiares europeos y un bienestar comunitario sin precedentes?

Juncker habla desde la racionalidad del poder; el que respaldan los Estados vigentes, que responden a factores igualmente racionales que impulsan la realidad, no por el capricho voluntarioso del individuo o de colectividades carentes de una perspectiva adecuada para la comprensión de las fuerzas de la racionalidad. El riesgo del modelo de Catalunya es su propagación a otros espacios de la Unión europea, dando pie a convulsiones que agitarían las mismas bases de la Unión. Sí, es verdad, la voluntad de los Pueblos constituye el basamento de la misma Europa. No tiene, en ningún caso, por qué implicar el cuestionamiento de unas construcciones políticas que garantizan plenamente los derechos fundamentales, como son la plena libertad individual e igualdad de los colectivos. En definitiva, no existen razones objetivas que justifiquen movimientos secesionistas en el marco de una Unión europea, que persigue, más bien, afirmar los lazos de unión ¿Cómo podríamos los europeos superar nuestras diferencias dando paso a la fragmentación que representa la proliferación de nuevas entidades soberanas?

El discurso de Juncker no hubiera sorprendido en boca de un político representante de uno de los grandes Estados europeos, particularmente de España y Francia. En definitiva, quienes soñaban que el Sol no se pondría jamás en sus enormes Imperios. Juncker, sin embargo, pertenece a un Estado ¿Debo decir Nación? Que se denomina “Gran Ducado de Luxemburgo”, Le viene grande lo de Grande, si se tiene en cuenta que apenas supera los 2500km2 de extensión. Al margen, no ha figurado como región histórica europea, o su huella ha sido tenue. A decir verdad, su entidad estatal es resultado de la casualidad, porque Bismark no encontraba otro territorio más a propósito para atraer a Napoleón III a la red; mediante las tortuosas maniobras con que llenó el periodo histórico en que los dirigentes de ambas potencias imperialistas conturbaron la Europa de su tiempo, en 1866. Los luxemburgueses se convirtieron en Nación, sin haber reivindicado nunca tal condición. Es digno de resaltar que el hecho -denominar acontecimiento al evento puede parecer excesivo- no tuvo mayor repercusión. Finalmente, uno de esos juicios que se denominan salomónicos -que generan un problema mayor del que pretenden resolver- hizo a Luxemburgo Estado ¡¿Soberano?! La importancia histórica la tiene el telegrama de Ems y la Guerra Franco-Prusiana.  Luxemburgo carece de entidad para constituir un problema ¡Mejor no seguir!

No parece que un Estado como Catalunya que supera los 23.000km 2, y alcanza los 8 millº. de habitantes, Potencia mediterránea de Historia reconocida, etc, etc, deba ser aleccionada por una persona, mejor alcalde de su pequeña ciudad, que primer ministro de un Estado soberano ¿Por qué los luxemburgueses no sienten la necesidad de rectificar el error de Bismark? Si, al decir de Juncker, no conviene la fragmentación en pequeños territorios ¿Por qué motivo no deciden los luxemburgueses la unidad con Bélgica, o mejor, la integración en el land alemán del Palatinado o del Sarre? Se entiende; la decisión corresponde a la bundeskanzeller Merkel y le president Macron. Juncker no es, en definitiva, sino el mequetrefe designado para dar forma de institución a un grupo de políticos que han aprendido la lección en el seno de la denominada Comisión europea. Cumplen las exigencias mecánicas del sistema representativo, sin que la ciudadanía europea haya decidido nada sobre su presuntuosa función de miembros del ¿Gobierno? De Europa. Escaso bagaje para determinar lo que sean los intereses de una colectividad que llega del Mar Negro al Mar del Norte; colectividad que busca su camino en unas bases auténticamente democráticas, que miren a los intereses de una Historia agitada por su convulsa existencia y solidaria con el resto de la Humanidad; posiblemente muy diferente a la que se empeñan en diseñar unos dirigentes que reclaman la legitimidad de regirla, pero que no hacen sino imponer los intereses bastardos de las oligarquías; las fuerzas sociales que impulsaron el autoritarismo, el Imperialismo espoliador del conjunto del territorio de la Tierra y que buscan prepotentes unos intereses en contradicción flagrante con los valores de libertad e igualdad que proclaman.